Columnistas
Diario El Mercurio, Lunes 14 de octubre de 2013
La muerte del proletariado
"Considerando que para la próxima temporada solo podrán contratar a cuatro nuevos jugadores, bueno sería que empezaran por lo urgente: definir quién se sentará en la banca..."
La caída de Colo Colo no parece tener final. Ayer no solo fue humillado en su casa por San Luis, sino que la eliminación de la Copa Chile supone además que se queda sin una chance para jugar la Sudamericana el próximo año. Por eso, la declaración de Gustavo Benítez en los vestuarios ("no quiero irme derrotado") supone un acto de tremendo optimismo de su parte, extraño para alguien que siempre bordea la depresión.
Sobre el momento actual de los albos está todo dicho y repasado. Enfatizar en las aristas de su crisis no solo es un ejercicio de sadismo, sino una tarea vana. Su presidente, Arturo Salah, lo ha dejado en claro tajantemente: el proceso llegará a su final, cualquiera sea el significado de ese propósito, por lo que en las semanas que vienen se dará un contrasentido: habrá que pensar en la refundación del próximo año, sondear nueva cabeza técnica y pensar en refuerzos, mientras el actual período se consume bañado en la pena, la resignación y la impotencia de la hinchada y de sus propios jugadores.
Por raro que parezca, en la determinación de Benítez para quedarse y la de Salah para mantenerlo se están atrapando en una paradoja: lo que haga el segundo para paliar la crisis a futuro no podrá saberlo el primero, lo que los coloca en una situación tan incómoda como absurda, ya que ambos deberán seguir guardándose una lealtad tramposa.
Lo que preocupa es otra cosa. A la luz de lo declarado por el principal accionista de Blanco y Negro, Aníbal Mosa, si el plantel es el proletariado, habrá que concluir que por más esfuerzos que hagan la aristocracia y la burguesía del club, el futuro de la clase baja ya está condenado. Es un grupo de gente triste, opaca, sin energías ni ideas para salir de su situación. Ayer se entregaron resignada y dócilmente a un rival que tuvo las cosas más claras que ellos. En otras palabras, el colocolino es el peor de los proletariados: no tiene conciencia de su situación, y si la tiene, ni siquiera lucha.
Considerando que para la próxima temporada solo podrán contratar a cuatro nuevos jugadores, bueno sería que empezaran por lo urgente: definir quién se sentará en la banca, para que haga -con tiempo y antecedentes- la más correcta evaluación de este grupo, que en su mayoría deberá seguir. En la trampa que se han armado, en Colo Colo el futuro debe analizarse en voz baja. Y no por el respeto debido a un proceso que ya está muerto, precisamente. Ni en memoria de lo que fue su pasado. Sencillamente, porque para seguir apoyando a Benítez, también habrá que olvidar que él está a cargo. Lo que se decida, habrá que mantenerlo en secreto.
Por lo pronto, basta de metáforas absurdas. Capaz que ahora se les venga la lucha de clases y el pueblo quiera el poder. La pesadilla total para un accionista.
Sobre el momento actual de los albos está todo dicho y repasado. Enfatizar en las aristas de su crisis no solo es un ejercicio de sadismo, sino una tarea vana. Su presidente, Arturo Salah, lo ha dejado en claro tajantemente: el proceso llegará a su final, cualquiera sea el significado de ese propósito, por lo que en las semanas que vienen se dará un contrasentido: habrá que pensar en la refundación del próximo año, sondear nueva cabeza técnica y pensar en refuerzos, mientras el actual período se consume bañado en la pena, la resignación y la impotencia de la hinchada y de sus propios jugadores.
Por raro que parezca, en la determinación de Benítez para quedarse y la de Salah para mantenerlo se están atrapando en una paradoja: lo que haga el segundo para paliar la crisis a futuro no podrá saberlo el primero, lo que los coloca en una situación tan incómoda como absurda, ya que ambos deberán seguir guardándose una lealtad tramposa.
Lo que preocupa es otra cosa. A la luz de lo declarado por el principal accionista de Blanco y Negro, Aníbal Mosa, si el plantel es el proletariado, habrá que concluir que por más esfuerzos que hagan la aristocracia y la burguesía del club, el futuro de la clase baja ya está condenado. Es un grupo de gente triste, opaca, sin energías ni ideas para salir de su situación. Ayer se entregaron resignada y dócilmente a un rival que tuvo las cosas más claras que ellos. En otras palabras, el colocolino es el peor de los proletariados: no tiene conciencia de su situación, y si la tiene, ni siquiera lucha.
Considerando que para la próxima temporada solo podrán contratar a cuatro nuevos jugadores, bueno sería que empezaran por lo urgente: definir quién se sentará en la banca, para que haga -con tiempo y antecedentes- la más correcta evaluación de este grupo, que en su mayoría deberá seguir. En la trampa que se han armado, en Colo Colo el futuro debe analizarse en voz baja. Y no por el respeto debido a un proceso que ya está muerto, precisamente. Ni en memoria de lo que fue su pasado. Sencillamente, porque para seguir apoyando a Benítez, también habrá que olvidar que él está a cargo. Lo que se decida, habrá que mantenerlo en secreto.
Por lo pronto, basta de metáforas absurdas. Capaz que ahora se les venga la lucha de clases y el pueblo quiera el poder. La pesadilla total para un accionista.
La ansiedad reinante es tal que, a no ser que un nuevo entrenador con este plantel, pudiera primero salvar el honor y, después articular uno nuevo con incrustaciones vitales para cambiarle el perfil y retornar a los tiempos de gloria -una verdadera proeza (tanto por el temple, la lucidez, visión y credibilidad que se requiere para revertir lo ocurrido)-, difícilmente, podría asegurar su continuidad en la siguiente temporada, incluso aunque esté bien encaminada. Es "quemarlo" antes de tiempo.
ResponderEliminarTal vez la solución se encamine por esa antigua idea del Presidente Aguirre Cerda,
gobernar es educar, es decir, explicar el proceso, no para ganar tiempo, sino para que el hincha vaya entiendo los avances y eventuales puntuales retrocesos que se van alcanzando en el camino de salir del pozo.
Pero tal vez lo central va por la madurez del proceso, à la Nietzsche: la madurez se alcanza cuando recuperamos la seriedad con que jugábamos de niños. El fútbol es un juego, que al convertirse en profesional es algo muy serio, pero no debe ni puede ir en contra de la alegría propia del juego, en que, con alegría, pareciera estar jugándose la vida en cada partido.
Ahora, que se venga la lucha de clases y el pueblo quiera el poder...en la medida que no se terminen quemando los arcos y desechando esa idea que el fútbol es la guerra por otros medios, por la guerra sin eufemismos...entonces nos olvidamos de la pelota y no habrá «transporte blindado hidratante» (Antonio Martínez dixit) que enfríe los ánimos.