De más a menos
"Parece ser que -esta vez- la intuición sí le funcionó a bachelet, al darse cuenta de que la economía se había caído y que, de no mediar un cambio, la cosa se pondría muy fea. Eso explica que desde julio se haya estrenado un "nuevo tono", que no sólo es de forma.
Esta semana se prendieron las alarmas. El crecimiento de la economía mostró ser mucho menor de lo esperado. A ello se suma que el sector construcción muestra su menor nivel desde la crisis subprime . Las expectativas, por su parte, siguen a la baja. La inversión continúa cayendo. El desempleo va en alza.
El cuadro no es alentador. La economía chilena, sin estar moribunda, parece haberse resfriado seriamente.
Paradójicamente, los primeros "economistas" que existieron en la historia -antes de Adam Smith- fueron casi todos médicos. Y lo que hicieron fue algo tan simple como asimilar la economía al cuerpo humano: así como en el cuerpo humano, si le pasa algo a un órgano, los otros reaccionan inmediatamente, en la economía -pensaban estos intelectuales- ocurría lo mismo. Mientras el factor de unión en el cuerpo es la sangre, en la economía es el dinero.
Han pasado 300 años desde esa asimilación, pero ella sigue vigente.
Pues bien, el cuerpo económico chileno -si bien todavía no se le ha dañado directamente- ha estado durante un año bajo las amenazas de pateaduras. Alza de impuestos, reformas profundas en diversos ámbitos, una Constitución salida de la calle -en medio de improperios, retroexcavadoras y escupitajos-, lo que han hecho es debilitarlo seriamente. No se hicieron anuncios de cirugía quirúrgica para corregir los defectos existentes; se anunció una intervención a hachazos. Y el resultado ya lo estamos viendo.
Cuando esto partió, en medio de la campaña de 2013, el entonces jefe programático Arenas señaló que en ningún caso las propuestas del programa afectarían el curso de la economía. Más tarde, cuando asumió como ministro, señaló que en 2014 se iría "de menos a más". Nada de ello se ha cumplido. Y más bien todas las señales nos indican que vamos de más a menos.
Pero el Gobierno no es ciego. Y parece ser que esta vez la intuición sí le funcionó a Bachelet, al darse cuenta de que la economía se había caído seriamente y que de no mediar un cambio, la cosa se pondría muy fea.
Eso explica que desde julio se haya estrenado un "nuevo tono", que no sólo es de forma.
Lo primero que hizo Bachelet fue chutear la nueva Constitución para el próximo gobierno -dijo que en su mandato aspiraba sólo "avanzar en la discusión"- y para mejorar las expectativasmandató a Arenas a hacer el "acuerdo tributario", en medio de galletas y de una cocina estrecha. A Eyzaguirre lo mandó a dar explicaciones de moderación y de sensatez que, eso sí, en vez de clarificar sólo han enredado más la cosa.
Y si bien el cambio fue evidente, el daño en el corto plazo ya está hecho. Por cierto que la rectificación del rumbo podría servir para lo que resta de mandato, pero un incremento importante en el desempleo, como todo parece indicar, terminará por transformarse en un problema político para Bachelet y, de paso, le dará pie a Piñera para armar su plataforma de campaña.
Hay que recordar a Clinton cuando, como candidato -enfrentando a un exitoso George Bush padre posguerra del golfo-, capitalizó la decadencia de la economía y se impuso en las elecciones con su ya famoso lema "es la economía, estúpido" (pese que no era más que un recordatorio interno en el comando de campaña).
Bachelet debe tener claro que "es la economía, estúpido". La crisis que le tocó en su anterior gobierno fue relacionada con la crisis externa, y los chilenos la premiaron por su manejo. Pero ésta claramente es autogenerada, y la pueden castigar.
Lo importante es que todavía está a tiempo de consolidar la rectificación del rumbo. Pero para ello deberá mirar más las cifras y menos las vacías calles de la ideología, deberá acercarse más a Walker y menos a Teillier, y deberá -emulando la parábola bíblica- edificar sobre la roca, y no sobre la arena.
El cuadro no es alentador. La economía chilena, sin estar moribunda, parece haberse resfriado seriamente.
Paradójicamente, los primeros "economistas" que existieron en la historia -antes de Adam Smith- fueron casi todos médicos. Y lo que hicieron fue algo tan simple como asimilar la economía al cuerpo humano: así como en el cuerpo humano, si le pasa algo a un órgano, los otros reaccionan inmediatamente, en la economía -pensaban estos intelectuales- ocurría lo mismo. Mientras el factor de unión en el cuerpo es la sangre, en la economía es el dinero.
Han pasado 300 años desde esa asimilación, pero ella sigue vigente.
Pues bien, el cuerpo económico chileno -si bien todavía no se le ha dañado directamente- ha estado durante un año bajo las amenazas de pateaduras. Alza de impuestos, reformas profundas en diversos ámbitos, una Constitución salida de la calle -en medio de improperios, retroexcavadoras y escupitajos-, lo que han hecho es debilitarlo seriamente. No se hicieron anuncios de cirugía quirúrgica para corregir los defectos existentes; se anunció una intervención a hachazos. Y el resultado ya lo estamos viendo.
Cuando esto partió, en medio de la campaña de 2013, el entonces jefe programático Arenas señaló que en ningún caso las propuestas del programa afectarían el curso de la economía. Más tarde, cuando asumió como ministro, señaló que en 2014 se iría "de menos a más". Nada de ello se ha cumplido. Y más bien todas las señales nos indican que vamos de más a menos.
Pero el Gobierno no es ciego. Y parece ser que esta vez la intuición sí le funcionó a Bachelet, al darse cuenta de que la economía se había caído seriamente y que de no mediar un cambio, la cosa se pondría muy fea.
Eso explica que desde julio se haya estrenado un "nuevo tono", que no sólo es de forma.
Lo primero que hizo Bachelet fue chutear la nueva Constitución para el próximo gobierno -dijo que en su mandato aspiraba sólo "avanzar en la discusión"- y para mejorar las expectativasmandató a Arenas a hacer el "acuerdo tributario", en medio de galletas y de una cocina estrecha. A Eyzaguirre lo mandó a dar explicaciones de moderación y de sensatez que, eso sí, en vez de clarificar sólo han enredado más la cosa.
Y si bien el cambio fue evidente, el daño en el corto plazo ya está hecho. Por cierto que la rectificación del rumbo podría servir para lo que resta de mandato, pero un incremento importante en el desempleo, como todo parece indicar, terminará por transformarse en un problema político para Bachelet y, de paso, le dará pie a Piñera para armar su plataforma de campaña.
Hay que recordar a Clinton cuando, como candidato -enfrentando a un exitoso George Bush padre posguerra del golfo-, capitalizó la decadencia de la economía y se impuso en las elecciones con su ya famoso lema "es la economía, estúpido" (pese que no era más que un recordatorio interno en el comando de campaña).
Bachelet debe tener claro que "es la economía, estúpido". La crisis que le tocó en su anterior gobierno fue relacionada con la crisis externa, y los chilenos la premiaron por su manejo. Pero ésta claramente es autogenerada, y la pueden castigar.
Lo importante es que todavía está a tiempo de consolidar la rectificación del rumbo. Pero para ello deberá mirar más las cifras y menos las vacías calles de la ideología, deberá acercarse más a Walker y menos a Teillier, y deberá -emulando la parábola bíblica- edificar sobre la roca, y no sobre la arena.
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