Día a día
Diario El Mercurio, Miércoles 06 de agosto de 2014
Hijos de la calle
Las cercanías del hombre no huelen a nardos ni a jazmines, pero a él parece no importarle. Un amigo me dice que trató de ayudarlo un día y le llevó un hato con ropas limpias. Ante su sorpresa, el hombre, molesto, las rechazó...
La noticia, lamentable, dice que en Santiago aún hay muchas personas que están en situación de calle. Viven, sufren y mueren en la intemperie.
Soy testigo de uno de estos casos que sacuden el alma. El hombre vive rodeado de ropas (hecho un harapo), paquetes, perros y palomas en la esquina de Macul con Camino Agrícola. Todo el vecindario lo conoce, aunque nadie puede decir su nombre ni su edad. Las cercanías del hombre no huelen a nardos ni a jazmines, pero a él parece no importarle. Un amigo me dice que trató de ayudarlo un día y le llevó un hato con ropas limpias. Ante su sorpresa, el hombre, molesto, las rechazó. Hay quienes aseguran que se trata de alguien que tuvo un buen pasar. El periodista Óscar Vásquez decía que el hombre había sido profesor, que hablaba muy bien y que tenía una gran cultura. Traté de entrevistar a este profesor y, con cierto enfado, me dijo: "Aléjese lo más rápido posible".
No obstante su condición, el hombre goza de buena salud. Durante una lluvia copiosa hace más de un mes, lo vi caminar empapado hasta la médula. Era una poza viviente, y aun así se quedó sentado en su rincón todo el día, sin que ningún bicho, bacteria o virus lo afectara. Su caso me trae siempre a la memoria el poema "Nada", de nuestro Carlos Pezoa Véliz: "Era un pobre diablo que siempre venía/ cerca de un gran pueblo donde yo vivía;/ joven rubio y flaco, sucio y mal vestido,/ siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!". Este invierno terminará, mas el hombre seguirá siendo un hijo de la calle.
MENTESSANA
Soy testigo de uno de estos casos que sacuden el alma. El hombre vive rodeado de ropas (hecho un harapo), paquetes, perros y palomas en la esquina de Macul con Camino Agrícola. Todo el vecindario lo conoce, aunque nadie puede decir su nombre ni su edad. Las cercanías del hombre no huelen a nardos ni a jazmines, pero a él parece no importarle. Un amigo me dice que trató de ayudarlo un día y le llevó un hato con ropas limpias. Ante su sorpresa, el hombre, molesto, las rechazó. Hay quienes aseguran que se trata de alguien que tuvo un buen pasar. El periodista Óscar Vásquez decía que el hombre había sido profesor, que hablaba muy bien y que tenía una gran cultura. Traté de entrevistar a este profesor y, con cierto enfado, me dijo: "Aléjese lo más rápido posible".
No obstante su condición, el hombre goza de buena salud. Durante una lluvia copiosa hace más de un mes, lo vi caminar empapado hasta la médula. Era una poza viviente, y aun así se quedó sentado en su rincón todo el día, sin que ningún bicho, bacteria o virus lo afectara. Su caso me trae siempre a la memoria el poema "Nada", de nuestro Carlos Pezoa Véliz: "Era un pobre diablo que siempre venía/ cerca de un gran pueblo donde yo vivía;/ joven rubio y flaco, sucio y mal vestido,/ siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!". Este invierno terminará, mas el hombre seguirá siendo un hijo de la calle.
MENTESSANA
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