HÉCTO SOTO, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 19 DE ABRIL DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/04/19/HECTOR-SOTO/FUERA-LAS-APLANADORAS/
Fuera las aplanadoras
Si incluso hay fuego amigo respecto de la reforma tributaria -que es la iniciativa donde mayor consenso había en la Nueva Mayoría-, preparémonos para lo que vaya a ocurrir cuando se discutan las otras reformas de la Presidenta Bachelet. Y algo está pasando que hoy todas las miradas convergen a la DC.
Aunque el morbo del periodismo político de los últimos días ha estado colocado en las observaciones y reparos que tiene la DC con el proyecto de reforma tributaria, lo cierto es que las amenazas de tensión que se registraron esta semana no debieran ser dramatizadas más de la cuenta. Corresponden a reacciones que son lógicas y que eran perfectamente predecibles. Es más: en esto va a consistir este gobierno. En lograr establecer definiciones compartidas y mínimos comunes denominadores entre gente que efectivamente piensa muy distinto.
Está claro: van a tener muchísimo trabajo los cuadros tecnocráticos de los partidos oficialistas. Pero el reto que está planteado al equipo político del gobierno elevará la magnitud de ese desafío al cubo. Eso es lo que tendrá que hacer. Señoras y señores, ¡bienvenidos a la política!
En este sentido, el proyecto de reforma tributaria enviado al Congreso está operando como una suerte de globo sonda. La evidencia recogida hasta el momento es que hay buena disposición a la iniciativa, aunque no incondicionalidad. Si alguien estaba pensando entonces en meter aplanadoras en el Congreso Nacional, para no hablar de maquinaria más pesada, será mejor que lo piense dos veces. Para lo que viene se va a requerir un instrumental bastante más fino que ese.
Lo importante y lo accesorio
Con todas las aprensiones que el proyecto puede generar en sectores de la Nueva Mayoría -y que no están únicamente en la DC-, la reforma tributaria no se caerá mientras resistan sus dos ejes centrales: el alza del impuesto a las empresas (compensada con una leve reducción del impuesto a la renta de las personas) y la eliminación del FUT. En relación a esto, todo el resto parece secundario o anecdótico, por importantes que sean las nuevas atribuciones a Impuestos Internos, los tributos a los alcoholes o el decepcionante ensayo general de impuestos verdes que intentó hacer el proyecto presentado.
Era perfectamente esperable que a la DC le gustaran poco algunas alzas que afectan a la clase media y no tan media, como el impuesto a la ganancia de capital por la venta de viviendas. Sin embargo, el partido va a tener que cuidarse de aparecer en el gobierno como el representante de los intereses de los sectores más acomodados. En esto la DC desarrolló durante los 20 años de la transición un cierto talento elusivo que la eximió con éxito de costos políticos. Como ahora ya no está la derecha para parar esos goles, y como la DC tampoco está dispuesta a ocupar ese nicho en la actual escena política, nicho en el cual hay mucho que perder y muy poco que ganar, se va requerir en la colectividad un gran manejo para que las líneas gubernativas puedan doblarse sin que se quiebren. En eso consiste la política: estirar sin romper y entender lo que está diciendo el otro. Al respecto, hay conciencia en la DC, porque hasta ahora nadie quiere vestirse de díscolo. Lo que no está seguro es que La Moneda tenga la película igualmente clara.
El llamado “discolaje”, que tuvo gran rating político hacia fines del gobierno del Presidente Lagos y durante todo el mandato de Bachelet, ya no tiene la misma demanda y ha perdido encanto. El tacto, la disciplina y discreción con que se han manejado por estos días las distintas facciones de la DC indican que hay responsabilidad política y que nadie quiere aventurarse por ahí. No todo es malo en lo que ha estado ocurriendo en la política chilena de ahora último. Hasta aquí, al menos, a diferencia de lo que ocurre en la derecha, no parece tan buen negocio como antes salirse de la fila y levantar carpa aparte.
El reto de gastar bien
Más allá de las alternativas de la reforma tributaria, en cualquier caso, donde realmente se va a medir el peso de la DC en el gobierno va ser mucho más en los gastos que en los ingresos. Y va a ser así porque la arquitectura del gabinete -si es que no una mente brillante, aunque poco cariñosa con el partido- la dejó al margen de las dos áreas donde el gobierno quiere inyectar más plata: educación y salud. La participación de la DC en los cargos de primera línea en ambas áreas es relativamente débil.
Y va a ser allí donde, en definitiva, se juegue la legitimidad histórica del aumento de los impuestos. Una cosa es que el gobierno quiera reponer el principio de igualdad ante la ley en términos algo más equilibrados de lo que ocurre con la actual estructura tributaria. Okey: este es un testimonio valioso que hará que los más ricos paguen más impuestos que hasta ahora. Es una señal de coherencia política que la Presidenta Bachelet quiere rendir en su gobierno como garantía de su compromiso con la igualdad. Está bien.
Pero otra cosa es que los mayores recursos que recaudará el Estado se inviertan adecuadamente. Por supuesto que hay preocupación a este respecto. Lo poco y nada que se escucha desde afuera respecto del tipo de medidas que se estarían evaluando dentro del gobierno dan para correr a la farmacia a comprar relajantes musculares. Algo habrá que hacer para que la causa de la educación de calidad y sin lucro no conduzca a que el Estado se quede -por arte de birlibirloque- con lo peor, lo más deficitario o lo menos serio de la educación media y superior chilena. Ya deja bastante que desear la manera en que el sector público ha gestionado sus propias escuelas y universidades para que, además, ahora tenga que hacerse cargo de la mochila de las escuelas y universidades privadas que por no haberlo hecho muy bien estarían naufragando.
El riesgo, por lo mismo, de que el Estado, la burocracia y los grupos de interés especialistas en capturar al sector público se queden con la parte del león, sin que los recursos lleguen a los estudiantes que los necesitan o a los usuarios del sistema de salud, es alto. El país ya vivió una experiencia similar cuando los fondos generados por la reforma tributaria de los inicios del gobierno se Aylwin se fueron básicamente en sueldos, reparaciones a los sectores postergados y en unas cuantas obras de infraestructura que al final no significaron mejorar la calidad de la educación ni hacer de Chile un país menos desigual. El error estuvo en el poco control del gasto y en que ninguno de esos mejoramientos se hizo a cambio de desempeño.
En un país acostumbrado a tropezar una y otra vez con la misma piedra, lo mismo podría volver a suceder.
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