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La verdadera Fuerza Pública



Carlos Portales 

Diario El Mercurio, sábado 12 de octubre de 2013

Tanto las Fuerzas Armadas como los partidos políticos, ambos esenciales para nuestra vida en sociedad, se han apoderado de algo que no les pertenece. La queja de Carabineros esta semana por el lanzamiento del movimiento ciudadano Fuerza Pública y la fría recepción por parte de los partidos políticos de esta nueva agrupación -y varias otras surgidas en los últimos dos años-, es un signo inequívoco que sienten que les ha llegado competencia. De la buena, de la sana.
Las instituciones de orden son claves para el resguardo de la seguridad y la soberanía, pero solo como recursos de última instancia. Por desgracia, durante largos años, las FF.AA. ocuparon espacios de nuestra vida política, económica y social mucho más allá de lo deseable. Los cuarenta años del golpe nos recordaron con dramatismo y dolor el diseño y aplicación sistemática de la violencia desmedida e injustificada por parte de las organizaciones armadas. Su actuar durante la dictadura siguió marcando severamente aspectos fundamentales de nuestra convivencia una vez recuperada la democracia.
La marca principal de la omnipresencia militar y policial en nuestra historia reciente fue el temor. Sin asumirlo abiertamente durante los últimos veinte años tuvimos miedo para presionar por partidos y dirigentes políticos representativos, para denunciar la falta de transparencia, las prácticas corruptas y los conflictos de interés que se fueron instalando en nuestra vida política. También fuimos débiles en combatir la falta de transparencia, las malas prácticas y los abusos de algunas empresas privadas. Y por cierto que nos faltó el valor para defender las libertades individuales y públicas, no reconociendo ni defendiendo debidamente que en Chile convivían grupos, etnias, sensibilidades, historias y proyectos de vida diversos con iguales derechos y oportunidades. El concepto de Fuerza, por lo tanto, quedó indeleblemente asociado a represión y sus propietarios eran las instituciones armadas.
Por su parte, los partidos políticos y sus líderes fueron esenciales para derrotar a Pinochet por la vía eleccionaria y devolver a Chile la democracia perdida. Sin embargo, con el correr de los años y a punta de personalismos, esos mismos dirigentes cerraron las puertas, perpetuándose en el poder y alejando a dichas instituciones de los chilenos. Perdieron su papel de bisagras e intermediadores de las demandas de un país que cambiaba vertiginosamente en lo económico pero también en lo social y cultural. La acción Pública, por lo tanto, quedó secuestrada por los partidos. Se los etiquetó crecientemente de corruptos, pero poco se hizo para remecerlos y volcarlos a su verdadero rol en una democracia sana y profunda.
Al tiempo que las Fuerzas Armadas se apoderaban del monopolio del concepto de Fuerza y los partidos de la acción Pública, llegó la prosperidad y nuestra sociedad se iba privatizando y desinteresándose por la vida pública. Fuimos construyendo dos grandes jaulas de oro. El bienestar económico adormeció nuestra capacidad de denunciar, movilizarnos y proponer con firmeza los cambios necesarios.
Esa etapa, sin embargo, está llegando a su fin. Rock the Vote, un Do Tank fundado en Estados Unidos en 1990, fue pionero en educar, involucrar y construir poder político entre los jóvenes norteamericanos. Del mismo modo nuestra sociedad despierta. Las demandas planteadas desde las movilizaciones hoy están siendo conducidas por instituciones organizadas y específicas. Furiosos Ciclistas, Fundación Iguales y asociaciones de consumidores así como movimientos políticos como Red Liberal y Revolución Democrática, están recapturando el terreno de lo público mediante la movilización de fuerzas sociales. En eso estamos también en Fuerza Pública, el movimiento ciudadano surgido al alero de la candidatura de Andrés Velasco en las primarias. Un proyecto colectivo y no una aventura personal, diverso e inclusivo, convoca a quienes queremos derrotar el binominal, separar la política del dinero, eliminar las malas prácticas públicas y privadas, promover la confianza y fortalecer las libertades públicas e individuales. La fuerza debe ser más movilización que represión. La democracia y lo público son nuestros y no exclusivamente de los dirigentes políticos.
LA DEMOCRACIA Y LO PÚBLICO SON NUESTROS Y NO EXCLUSIVAMENTE DE LOS DIRIGENTES POLÍTICOS.
CARLOS PORTALES

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