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La dinámica de estos procesos dice otra cosa...‏



Columna de Luis Larraín
Diario El Mercurio, Sábado 12 de octubre de 2013

Las tareas de la derecha

"Si la derecha no se atreve a combatir las ideas de la izquierda ahora, seguirá perdiendo terreno. Su tarea es construir identidad y legitimidad..."


¿Por qué al acercarse al término de su primer gobierno en 25 años, con excelentes resultados económicos, el apoyo a la gestión del Presidente Piñera continúa anclado en torno a un porfiado 37%?

¿Por qué las encuestas dan como favorita a Michelle Bachelet por sobre Evelyn Matthei, exitosa ministra del Trabajo de Piñera? ¿Por qué el variopinto elenco de candidatos presidenciales reunido en un debate del que solo se restó Bachelet se da un festín criticando la situación de Chile, en circunstancias de que nuestro país es el que más ha creado riqueza y reducido la pobreza en el continente en los últimos 30 años?
El problema de la centroderecha empieza por el hecho de que sus ideas tradicionales —la libertad económica y el premio al esfuerzo individual— han perdido terreno en la sociedad chilena.
Y no es tan raro que así haya ocurrido, ya que a las críticas de la izquierda, reforzadas por una televisión que diariamente nos muestra un verdadero desfile de quejas y desprestigia la actividad empresarial, se han venido a sumar a menudo los propios políticos de la centroderecha e incluso el Gobierno.

Y así, las nuevas percepciones son que la desigualdad en Chile es muy alta, que las empresas, especialmente las grandes, abusan masivamente de los chilenos y que el lucro que mueve la actividad empresarial es intrínsecamente malo. La combinación de estos factores ha instalado en muchos chilenos la siguiente secuencia de pensamiento: gano poco dinero porque otros ganan demasiado; no me alcanza la plata porque las empresas abusan de mí y me sacan mucho. Este razonamiento ataca al corazón de una economía de mercado, porque pone en duda la legitimidad de esta. Prescinde absolutamente del hecho de que es la empresa la que dio trabajo, también que provee de bienes y servicios de cada vez mayor calidad en todos los ámbitos.
Las soluciones simples que ofrece la izquierda son: reforma tributaria y educación gratuita para disminuir la desigualdad, y reforma constitucional para obtener las mayorías necesarias para hacer estos cambios.

La derecha, en lugar de combatir este diagnóstico y cuestionar sus falacias, muchas veces se suma a él. Craso error: jamás vamos a poder competir en demagogia, avidez por recursos ajenos y estatismo con la izquierda. Respecto a la desigualdad, se ha llegado a decir que Chile es el país más desigual del mundo, cuando basta ver las estadísticas de Cepal para constatar que en Latinoamérica hay 9 países más desiguales que Chile. También se ha llegado al abuso del abuso: programas de televisión inventan abusos para competir con el del lado en el rating. No hay nada más pernicioso que convencer a quien no ha sido abusado; por ejemplo, alguien que se sobreendeudó, de que su problema es que están abusando de él. Jamás podrá salir de su situación, pues tendrá a la mano el expediente de echarle la culpa a otro, que siempre es más fácil que hacer el esfuerzo de gastar menos.

Nadie dice que no hay desigualdad en Chile, tenemos que trabajar más en ello y nuestras recetas son educación y empleos de calidad, porque así los que ganan muy poco ganarán más para forjarse, ellos mismos, un mejor destino. Tampoco negamos que hay abusos, solo pensamos que la solución es más competencia. No podemos poner agentes del Estado a fiscalizar a las más de un millón de empresas que hay en Chile; sí podemos generar reglas del juego que fomenten la libre entrada de empresas y regulen la libre salida de los consumidores, que no debieran quedar cautivos de un contrato.

Las recetas de la izquierda pueden llevar a Chile a mucha frustración. Si gana Bachelet e impone su agenda, al cabo de 4 años Chile no habrá resuelto ninguno de los problemas denunciados. A algunos se les puede abrir el apetito pensando que es la oportunidad para la derecha de volver al poder.

La dinámica de estos procesos dice otra cosa: una alternativa más radical —¿Girardi?— desplegará entonces sus banderas. Si la derecha no se atreve a combatir las ideas de la izquierda ahora, seguirá perdiendo terreno. Su tarea es construir identidad y legitimidad.

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