Diario La Segunda, Jueves 12 de Enero de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/01/12/se-la-podra-nuestra-clase-poli.asp
Observando la encuesta CEP, el oráculo nacional más respetado de la actualidad, llama la atención que el tema del binominal, más allá de si quieren cambiarlo o no, es una preocupación prioritaria de sólo el 2% de los chilenos. Las prioridades son la delincuencia, lejos; la educación y la salud, después.
Entonces, ¿por qué los políticos están tan interesados en reformar el sistema político? Más aún, lo quieren cambiar, pero no proponen nada concreto; por ende, no sabemos si será mejor o peor que lo que tenemos. ¿Se interesan realmente por las prioridades de las mayorías? ¿Por qué para algunas cosas las encuestas son determinantes y para otras no? ¿Con qué criterio las califican o descalifican?
La izquierda en masa, más algunos curiosos oportunistas políticos de la derecha, se afanan en destruir la educación privada. Curiosamente, cuando a las personas se les consulta «A igual costo de matrícula y aproximadamente igual distancia, ¿Ud. preferiría una escuela o liceo municipal o un colegio particular subvencionado?», de manera apabullante, el 69% prefiere el subvencionado y sólo el 26%, el municipal. Esto ocurre después de 20 años de gobiernos concertacionistas a cargo de la educación, y que se supone que han defendido la pública. ¿Tiene sentido todo esto? Claro, parece que nuestra población es bien ignorante y desinformada. Cuando se pregunta: «Por lo que Ud. sabe, ¿existe en Chile hoy un sistema escolar que garantice que todo niño/a se eduque en forma gratuita?», el 61% dice que no existe y el 6% dice que no sabe. La educación gratuita garantizada existe hace décadas. Una población con ese nivel de ignorancia es pasto fresco para la mala política y los populistas. Interesantemente, el 56% estima que, si un estudiante estudió gratuitamente en la universidad, no debe devolver nada al Estado para permitir que otros puedan hacerlo y tengan las oportunidades que él mismo tuvo. Por eso quiebran los estados socialistas.
La encuesta muestra que bajó sistemáticamente la confianza en las instituciones del país, lo que es una responsabilidad política esencial. Esto es algo que considero muy grave. Se trata de un preámbulo claro a la destrucción de la democracia. En esa línea, un asombroso 59% de los encuestados dice que no tiene miedo de que estemos en el comienzo de una grave crisis institucional, como la que se vivió en el pasado. Claro, estos datos de la encuesta no les interesan demasiado y es probable que persistan con las mismas prácticas que los tienen desprestigiados.
También es interesante destacar que el 61% de los encuestados rechaza las tomas de colegios e instituciones. Nuestra clase política, sin embargo, no hizo nada para deponer las tomas; al contrario, las apoyó directa o indirectamente. Y el pobre alcalde que trató de terminarlas fue calcinado por igual por derechas e izquierdas. Ahora otro alcalde denuncia que en las tomas hubo drogas, alcohol, sexo en grupos, destrozos y otras cosas, como en un burdel, y todos lo descalifican nuevamente. Una muy desubicada parlamentaria de su propio sector lo calificó de sexista porque habló de prostitución. Un periodista lo confrontó por desubicado, porque era natural que la juventud tuviera sexo. El alcalde le respondió que sí, pero no en el colegio, en las salas de clases o el gimnasio, lo que al periodista le pareció una especie de beatería.
En esta encuesta, la Concertación cae a su más bajo nivel de apoyo histórico, alcanzando un magro 13%. La Alianza lo hace sólo un poquito mejor, y llega al 20%. Además, el 53% de la población no se siente identificada con las opciones políticas actuales. El rechazo a la forma de actuar de la Concertación crece en forma sostenida desde hace tres años, y casi lo mismo ocurre con la Coalición por el Cambio.
Las encuestas parecen coincidir todas en el desprestigio creciente de nuestra clase política, cuya gran función es dar gobernabilidad, y prestigiar las instituciones. Su trabajo es alcanzar acuerdos razonables para las mayorías. Una parte de los políticos están haciendo las leyes; otra, gobernando. Pero están más preocupados de los cuoteos, y así se llega por primera vez desde la democracia a una presidencia del Senado que es una vergüenza nacional.
Amigos, las cosas no están bien en nuestra clase política, y nada hace presagiar que vayan a cambiar.
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