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El regalo envenenado por Rafael Gumucio Los que consiguen la maravillosa gratuidad del olvido..

http://blogs.elmercurio.com/ya/2011/08/02/el-regalo-envenenado.asp

La memoria de un niño 
es lo único que permanece 
para siempre salvaje en él. 

Lo único que nunca madura, 
que nunca aprende, 
lo que nos recuerda 
que sabemos mucho más 
a los tres años que a los treinta y tres. 

Los niños pueden aprender 
a comer sin las manos, a decir gracias, 
pero su memoria sigue eligiendo 
al margen de toda convención 
un cierto rincón de luz, 
el cierto olor de una cierta comida, 
una frase dicha al pasar 
que duele o da risa por siempre, 
aunque aparentemente no tenga importancia.

Así, no recuerdo 
ninguno de los fabulosos juguetes 
que le encargaba a mi mamá comprar. 

Los caprichos de último minuto 
que la hacían recorrer las tiendas 
más especializadas de varios países. 

No puedo nombrar 
ni uno solo de esos regalos esenciales, 
pero sí recuerdo perfectamente un regalo 
que no le dieron a mi hermano Ignacio: 
un televisor de juguete que recibiría el día 
que dejara de llorar cuando le lavaran el pelo.

¿Por qué ese recuerdo y no otro? 

¿Por qué ese regalo imposible y ninguno de los posibles 
que destruía apenas caían en mis manos para integrarse 
a la montaña de juguetes rotos que guardaba en mi pieza? 

Le pedían a mi hermano dejar de portarse como un niño 
para recibir a cambio un regalo que solo un niño podía querer. 

¿Comprendía el absurdo del trato? 

¿Sabía yo ya entonces 
que junto con dejar de llorar con el champú 
dejaría mi hermano de interesarse 
por los televisores de juguetes 
para quedarse atrapado en el de verdad?

Veo a mi hermano luchar contra las lágrimas, 
ya no solo por el juguete sino por el honor. 

Lo veo tratando de ganarse 
la pelea contra sí mismo 
sin lograrlo del todo. 

El mismo chantaje 
al que someto a mi hija, 
la misma horrible tristeza 
cuando no supera la prueba 
y se queda sin el disfraz de Barbie.

Era su llanto el que le negaba el acceso al regalo. 

Era su culpa y sólo su culpa 
si no conseguía el soñado televisor. 

Aunque de conseguir el premio, 
¿dejaría mi madre de recibir el crédito por él? 

Si mi hermano y solo mi hermano perdía el regalo, 
¿era él y solo él que lo conseguiría de conseguirlo? 

Él parecía saber que no sería así. 

Quizás es lo que en el fondo yo admiraba de él, 
no haber caído en el chantaje de los regalos, 
y seguir llorando como un niño hasta cuando 
dejó de serlo, ni un minuto antes o después.

El regalo de mi hermano me enseñó a entender 
la generosidad profunda de los que regalan 
solo lo que les gustaría que les regalaran a ellos. 

Ellos regalan por placer, sabiendo qué piden a cambio. 

El regalo a medias que mi hermano nunca recibió 
me enseñó, en cambio, que el placer siempre se paga, 
que la moneda más corriente 
con que se compra o se vende son las lágrimas. 

Eso aprendí de él y su regalo imposible.

En todo regalo hay una trampa escondida, 
no solo porque siempre se regala a cambio de algo, 
sino porque la mayoría de los regalos 
nos piden cambiar a nosotros mismos, 
mirar a la persona que nos regala de otra forma. 

Todos los regalos atan, 
pero atan más esos regalos pedagógicos, 
esos que pretenden enseñarnos a ser mejores, 
cuando el hecho mismo de pedir, de querer, 
de necesitar un regalo deja desnuda 
la parte más primaria, más genuina, 
más débil también de nosotros mismos.

Esa misma paradoja la he vivido con multitud de mujeres luego. 

Lo que me regalaban era su regalo. 
Lo que me negaban era siempre mi culpa. 

En el reparto injusto del amor 
he tenido que dejar de llorar 
para ganar a cambio un premio de consuelo 
que ya no me consuela en nada. 

El amor 
que ha sido entonces un premio, 
que es su propio castigo. 

Y así también la religión, la patria, 
las ideas más nobles llenas de gente 
que regala su vida a cambio de nada, 
es decir, de todo. 

Pero también están los verdaderos regalos, 
los que no se entregan a cambio de nada, 
los que tampoco te cambian en nada, 
los que piden, los que consiguen 
la maravillosa gratuidad del olvido.

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