La celebración de la Eucaristía,
la Adoración al Santísimo,
el Oficio Divino, la Liturgia de las Horas,
la Lectio Divina, el trabajo manual e intelectual,
los retiros y la asistencia espiritual,
la administración de los sacramentos,
la oración continua por la Iglesia y por el mundo;
el ora et labora urdidos en una trama sin costura,
la contemplación elevada a la categoría de (d)arte;
la austera vida en comunidad de un monasterio,
la conmovedora fidelidad de los monjes
que no cesan ni se cansan de cantar y alabar a Dios
siguiendo la más que milenaria Regla de San Benito.
Y en la celebración del misterio
que se encuentra y reactualiza permanentemente,
aparece el rito sagrado, ancestral
y más actual y necesario que nunca
rito que se hunde en un tiempo inmemorial
y que a la vez lo trasciende
renovado y conjugado en el sístole y diástole
de un corazón que sólo vive para el Amor...
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