Viernes en la tarde
por Rodericus
Diario El Mercurio, Viernes 05 de diciembre de 2014
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La jornada laboral de la semana llega a un punto de semidespedida los viernes en la tarde, cuando todavía en la oficina hay cosas que hacer, pero de alguna manera todo ese trajín se atenúa y se ejerce con una calma mayor que la de los otros días, pues son las horas de antesala al fin de semana, en las que la pausa surge casi naturalmente, como un paso entre el trabajo que ya concluye y el descanso que se avecina. Sobre todo en sus horas vespertinas, los viernes concilian aquello que no se puede dejar pendiente para después del fin de semana (afortunadamente pocas cosas) con aquello que, en realidad, no afecta que se finalice algunos días después.
En consecuencia, los viernes en la tarde simbolizan de modo casi perfecto esa doble condición de actividad y de reposo en la que transcurre el vivir humano. Son horas a medio camino entre dos extremos muy inconvenientes; por un lado, el de la agitación laboral ininterrumpida y presionada por la urgencia, y, por el otro, el de una inmovilidad que aletarga.
Sirva, entonces, este símil de síntesis. Los viernes en la tarde son como un transeúnte que aún atraviesa la calle del trabajo, pero solo en una dirección: hacia la acera de una deseada quietud.
RODERICUS
En consecuencia, los viernes en la tarde simbolizan de modo casi perfecto esa doble condición de actividad y de reposo en la que transcurre el vivir humano. Son horas a medio camino entre dos extremos muy inconvenientes; por un lado, el de la agitación laboral ininterrumpida y presionada por la urgencia, y, por el otro, el de una inmovilidad que aletarga.
Sirva, entonces, este símil de síntesis. Los viernes en la tarde son como un transeúnte que aún atraviesa la calle del trabajo, pero solo en una dirección: hacia la acera de una deseada quietud.
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