Columnistas
por VIttorio Corbo
Diario El Mercurio, Domingo 28 de diciembre de 2014
Las oportunidades que el desarrollo de "Chindia" abre a Chile
"India tiene la posibilidad de repetir por varios años las tasas de crecimiento que tuvo China en el período 1978-2011, lo que dado su creciente peso relativo en la economía mundial tendría importantes implicancias..."
Las economías exportadoras de materias primas se beneficiaron durante el período 2003-2011 del superciclo de precios de productos primarios resultante del alto crecimiento de China, el que se concentró principalmente en su pujante sector industrial. Ahora que China se desacelera y que los países avanzados mantienen un crecimiento modesto, los precios de productos primarios han tenido una fuerte corrección a la baja, a la que se ha sumado últimamente el petróleo. Por otra parte, India ha completado un período de 25 años de crecimiento sobre el 6% anual y dado su aún bajo nivel de producto per cápita y la agenda reformista y procrecimiento de su nuevo gobierno, tiene la oportunidad de elevar su tasa de crecimiento y compensar, en parte, la desaceleración de China.
Lo que pase con el crecimiento de estos dos países, a los que se les refiere muchas veces con el nombre de "Chindia", será importante no sólo para el bienestar de su población, sino que también para el resto del mundo por su tamaño en la economía mundial y por sus efectos en precios de productos primarios. De hecho, Chindia aportó más de un tercio del crecimiento mundial en los últimos 5 años.
Desde comienzos del siglo XVI hasta comienzos del XIX, Chindia era prácticamente la mitad del PIB mundial, pero después sufrió una gran declinación en el período 1820-1950 perdió participación hasta llegar a ser solo un 8,8% de la economía mundial en 1950. Esta pérdida de importancia en la economía mundial estuvo asociada a políticas económicas que promovían la autarquía, que descuidaban el manejo macroeconómico y que eran poco amigables con la iniciativa privada y la competencia en los mercados. Además, ambos países pasaron por importantes conflictos bélicos y, en el caso de India, una prolongada lucha por su independencia. Pero para el bien de sus poblaciones y del mundo, las cosas han estado cambiando en forma vertiginosa en los últimos 35 años, especialmente en lo que se refiere a China, luego de las reformas iniciadas en el año 1978.
El crecimiento de China ha resultado de una serie de reformas promercado, que incluyen la desregulación de los mercados de bienes (especialmente agrícolas) y de servicios, la creciente apertura externa, el desarrollo de empresas privadas, la reestructuración de sus empresas públicas, y la adopción de ideas y tecnologías desarrolladas en el resto del mundo. Este proceso se ha visto facilitado por altas tasas de ahorro e inversión, y una situación macroeconómica ordenada.
En este período, China ha sido el país de mayor dinamismo a nivel mundial, creciendo a una tasa promedio anual en torno al 10% y, como resultado, no solo ha pasado a ser una de las dos economías más grandes del mundo, sino que también la más grande en términos del tamaño de su sector manufacturero y de su sector exportador. Los beneficios para su población han sido también extraordinarios. El alto crecimiento le ha permitido sacar a más de 600 millones de chinos de la pobreza, crear la mayor clase media del mundo y, en el proceso, hacer una contribución importante al crecimiento y al bienestar mundial.
India, por su parte, partió con importantes ventajas al iniciar su vida republicana el año 1948. En primer lugar, más de 5.000 años de civilización, un sistema judicial bien desarrollado, una gran cantidad de trabajadores calificados y abundancia de capital para nuevos proyectos, como lo destacaron variados estudios del Banco Mundial. Segundo, con su independencia el país logró la unidad política-territorial que le permitió reducir las barreras al intercambio de bienes, servicios y flujos migratorios internos.
Luego de la independencia, el crecimiento económico y de la productividad fueron modestos, y siguieron el patrón de la Unión Soviética, esto es, con un gran sector paraestatal y altos y crecientes niveles de inversión, pero un magro crecimiento, que se mantuvo bajo durante un período prolongado.
Pero todo esto comenzó a cambiar a comienzos de los 90, cuando Manmohan Singh asumió el Ministerio de Hacienda e introdujo un programa de reformas liberales. Así, a partir de 1991, el crecimiento de India se aceleró, posibilitando una importante reducción de la pobreza a través de la creación de empleo y de los mayores ingresos fiscales resultantes del crecimiento, que fueron gastados principalmente en salud y educación. Estas reformas le permitieron a India dar un salto en su crecimiento, creciendo a una tasa promedio anual de 6,5% en los últimos 25 años. Sin embargo, en su segundo período como Primer Ministro, el mismo Manmohan Singh no pudo sostener su agenda reformista por problemas de economía política y la presión por introducir una agenda redistributiva, La parálisis reformista de los últimos años y la ampliación de los subsidios hicieron que el crecimiento perdiera fuerza a lo largo del quinquenio 2010-2014, acumulando, al mismo tiempo, importantes desequilibrios macroeconómicos: altos déficits fiscales, una alta inflación y un elevado déficit en cuenta corriente.
Como resultado de las reformas, el avance en el producto per cápita de China e India ha sido espectacular. Así, el PIB per cápita de China, en paridad de poder de compra, pasó de solo 448 dólares el año 1950 a 2.847 el 2000 y a 12.893 el 2014. Mientras que el de India para los mismos períodos pasó de 619 dólares, a 2.087 y a 5.777, respectivamente. Estos años de alto crecimiento les permitieron también a ambos países reducir su brecha de producto per cápita con los países avanzados en forma importante y, al mismo tiempo, le ha permitido a Chindia recuperar parte de su peso en el PIB mundial, pasando de un 13% el año 2000, al 18,4% el año 2008 y al 24,2% el año 2014.
Ahora que el producto per cápita de China bordea los 13.000 dólares (cerca del 60% del chileno), continuar acortando las distancias con el producto per cápita de los países avanzados se le hará cada vez más difícil, lo que se refleja en una desaceleración de su crecimiento, el cual alcanzó un promedio anual de solo un 8% en los últimos 5 años. De hecho, como demuestra un estudio reciente de Pritchett y Summers 2014("AsiaphoriaMeetsRegressiontothe Mean", NBER WorkingPaper 20573), los episodios de crecimiento acelerado, como el que tuvo China en el período 1978-2010, son muy escasos y, típicamente, terminan en desaceleraciones que convergen hacia tasas de crecimiento en torno al crecimiento de la economía mundial. De hecho, un estudio conjunto del Banco Mundial y del Centro de Investigaciones sobre Desarrollo del Consejo de Estado de la República Popular de China estima que el crecimiento potencial de China va a converger a una tasa de crecimiento anual de 6% al final de esta década, y de 5% en el período 2026-2030, como resultado de una disminución de la fuerza laboral por razones demográficas, y de la caída en la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo.
Además, en el caso de China, un reto adicional es el enfrentar importantes desequilibrios acumulados en los últimos años (sector inmobiliario, crecimiento pronunciado de la banca en las sombras, agudos problemas medioambientales,alta corrupción, alto endeudamiento, y debilidad fiscal de los gobiernos provinciales y locales) y poder acomodar las demandas de una mayor participación en los frutos del crecimiento y en la política de su nueva y creciente clase media. El gobierno está intentando enfrentar estos problemas para lograr un crecimiento más sostenible, sin embargo, en el proceso, el crecimiento se está reduciendo a tasas en torno al 7% anual.
En el caso de India, que tiene un producto per cápita en paridad de poder de compra 20% mayor del de Haití y un cuarto del chileno, tiene grandes oportunidades para retomar las reformas procrecimiento y seguir acortando su brecha de producto per cápita con los países avanzados. La nueva administración del Primer Ministro Modi, elegido con una agenda reformista, está abocada a mejorar el ambiente de negocios -por ejemplo, India se encuentra en la posición 134 (de 189 países) en el ranking Doing Business del Banco Mundial- enfrentando serios problema en cuanto a rigidez laboral e infraestructura eléctrica y de carreteras, y liberalizando restricciones al desarrollo de negocios para facilitar los aumentos de productividad que emergen de la destrucción creativa.
Dada su demografía y las oportunidades para aumentar la tasa de participación laboral femenina, India tiene la posibilidad de repetir por varios años las tasas de crecimiento que tuvo China en el período 1978-2011, lo que dado su creciente peso relativo en la economía mundial tendría importantes implicancias tanto para el bienestar de su población como para los precios de productos primarios y el crecimiento mundial, en particular de los países exportadores de commodities como Chile.
Lo que enseñan estas dos experiencias, como también el caso de Chile, es que el camino al desarrollo está lleno de obstáculos y el reto para las autoridades de gobierno es enfrentar estas dificultades, teniendo siempre presente que un crecimiento alto y sostenido es el único camino conocido para mejorar el bienestar de la población.
Lo que pase con el crecimiento de estos dos países, a los que se les refiere muchas veces con el nombre de "Chindia", será importante no sólo para el bienestar de su población, sino que también para el resto del mundo por su tamaño en la economía mundial y por sus efectos en precios de productos primarios. De hecho, Chindia aportó más de un tercio del crecimiento mundial en los últimos 5 años.
Desde comienzos del siglo XVI hasta comienzos del XIX, Chindia era prácticamente la mitad del PIB mundial, pero después sufrió una gran declinación en el período 1820-1950 perdió participación hasta llegar a ser solo un 8,8% de la economía mundial en 1950. Esta pérdida de importancia en la economía mundial estuvo asociada a políticas económicas que promovían la autarquía, que descuidaban el manejo macroeconómico y que eran poco amigables con la iniciativa privada y la competencia en los mercados. Además, ambos países pasaron por importantes conflictos bélicos y, en el caso de India, una prolongada lucha por su independencia. Pero para el bien de sus poblaciones y del mundo, las cosas han estado cambiando en forma vertiginosa en los últimos 35 años, especialmente en lo que se refiere a China, luego de las reformas iniciadas en el año 1978.
El crecimiento de China ha resultado de una serie de reformas promercado, que incluyen la desregulación de los mercados de bienes (especialmente agrícolas) y de servicios, la creciente apertura externa, el desarrollo de empresas privadas, la reestructuración de sus empresas públicas, y la adopción de ideas y tecnologías desarrolladas en el resto del mundo. Este proceso se ha visto facilitado por altas tasas de ahorro e inversión, y una situación macroeconómica ordenada.
En este período, China ha sido el país de mayor dinamismo a nivel mundial, creciendo a una tasa promedio anual en torno al 10% y, como resultado, no solo ha pasado a ser una de las dos economías más grandes del mundo, sino que también la más grande en términos del tamaño de su sector manufacturero y de su sector exportador. Los beneficios para su población han sido también extraordinarios. El alto crecimiento le ha permitido sacar a más de 600 millones de chinos de la pobreza, crear la mayor clase media del mundo y, en el proceso, hacer una contribución importante al crecimiento y al bienestar mundial.
India, por su parte, partió con importantes ventajas al iniciar su vida republicana el año 1948. En primer lugar, más de 5.000 años de civilización, un sistema judicial bien desarrollado, una gran cantidad de trabajadores calificados y abundancia de capital para nuevos proyectos, como lo destacaron variados estudios del Banco Mundial. Segundo, con su independencia el país logró la unidad política-territorial que le permitió reducir las barreras al intercambio de bienes, servicios y flujos migratorios internos.
Luego de la independencia, el crecimiento económico y de la productividad fueron modestos, y siguieron el patrón de la Unión Soviética, esto es, con un gran sector paraestatal y altos y crecientes niveles de inversión, pero un magro crecimiento, que se mantuvo bajo durante un período prolongado.
Pero todo esto comenzó a cambiar a comienzos de los 90, cuando Manmohan Singh asumió el Ministerio de Hacienda e introdujo un programa de reformas liberales. Así, a partir de 1991, el crecimiento de India se aceleró, posibilitando una importante reducción de la pobreza a través de la creación de empleo y de los mayores ingresos fiscales resultantes del crecimiento, que fueron gastados principalmente en salud y educación. Estas reformas le permitieron a India dar un salto en su crecimiento, creciendo a una tasa promedio anual de 6,5% en los últimos 25 años. Sin embargo, en su segundo período como Primer Ministro, el mismo Manmohan Singh no pudo sostener su agenda reformista por problemas de economía política y la presión por introducir una agenda redistributiva, La parálisis reformista de los últimos años y la ampliación de los subsidios hicieron que el crecimiento perdiera fuerza a lo largo del quinquenio 2010-2014, acumulando, al mismo tiempo, importantes desequilibrios macroeconómicos: altos déficits fiscales, una alta inflación y un elevado déficit en cuenta corriente.
Como resultado de las reformas, el avance en el producto per cápita de China e India ha sido espectacular. Así, el PIB per cápita de China, en paridad de poder de compra, pasó de solo 448 dólares el año 1950 a 2.847 el 2000 y a 12.893 el 2014. Mientras que el de India para los mismos períodos pasó de 619 dólares, a 2.087 y a 5.777, respectivamente. Estos años de alto crecimiento les permitieron también a ambos países reducir su brecha de producto per cápita con los países avanzados en forma importante y, al mismo tiempo, le ha permitido a Chindia recuperar parte de su peso en el PIB mundial, pasando de un 13% el año 2000, al 18,4% el año 2008 y al 24,2% el año 2014.
Ahora que el producto per cápita de China bordea los 13.000 dólares (cerca del 60% del chileno), continuar acortando las distancias con el producto per cápita de los países avanzados se le hará cada vez más difícil, lo que se refleja en una desaceleración de su crecimiento, el cual alcanzó un promedio anual de solo un 8% en los últimos 5 años. De hecho, como demuestra un estudio reciente de Pritchett y Summers 2014("AsiaphoriaMeetsRegressiontothe Mean", NBER WorkingPaper 20573), los episodios de crecimiento acelerado, como el que tuvo China en el período 1978-2010, son muy escasos y, típicamente, terminan en desaceleraciones que convergen hacia tasas de crecimiento en torno al crecimiento de la economía mundial. De hecho, un estudio conjunto del Banco Mundial y del Centro de Investigaciones sobre Desarrollo del Consejo de Estado de la República Popular de China estima que el crecimiento potencial de China va a converger a una tasa de crecimiento anual de 6% al final de esta década, y de 5% en el período 2026-2030, como resultado de una disminución de la fuerza laboral por razones demográficas, y de la caída en la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo.
Además, en el caso de China, un reto adicional es el enfrentar importantes desequilibrios acumulados en los últimos años (sector inmobiliario, crecimiento pronunciado de la banca en las sombras, agudos problemas medioambientales,alta corrupción, alto endeudamiento, y debilidad fiscal de los gobiernos provinciales y locales) y poder acomodar las demandas de una mayor participación en los frutos del crecimiento y en la política de su nueva y creciente clase media. El gobierno está intentando enfrentar estos problemas para lograr un crecimiento más sostenible, sin embargo, en el proceso, el crecimiento se está reduciendo a tasas en torno al 7% anual.
En el caso de India, que tiene un producto per cápita en paridad de poder de compra 20% mayor del de Haití y un cuarto del chileno, tiene grandes oportunidades para retomar las reformas procrecimiento y seguir acortando su brecha de producto per cápita con los países avanzados. La nueva administración del Primer Ministro Modi, elegido con una agenda reformista, está abocada a mejorar el ambiente de negocios -por ejemplo, India se encuentra en la posición 134 (de 189 países) en el ranking Doing Business del Banco Mundial- enfrentando serios problema en cuanto a rigidez laboral e infraestructura eléctrica y de carreteras, y liberalizando restricciones al desarrollo de negocios para facilitar los aumentos de productividad que emergen de la destrucción creativa.
Dada su demografía y las oportunidades para aumentar la tasa de participación laboral femenina, India tiene la posibilidad de repetir por varios años las tasas de crecimiento que tuvo China en el período 1978-2011, lo que dado su creciente peso relativo en la economía mundial tendría importantes implicancias tanto para el bienestar de su población como para los precios de productos primarios y el crecimiento mundial, en particular de los países exportadores de commodities como Chile.
Lo que enseñan estas dos experiencias, como también el caso de Chile, es que el camino al desarrollo está lleno de obstáculos y el reto para las autoridades de gobierno es enfrentar estas dificultades, teniendo siempre presente que un crecimiento alto y sostenido es el único camino conocido para mejorar el bienestar de la población.
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