Columnistas
Diario El Mercurio, Domingo 14 de diciembre de 2014
Al margen de los clásicos
"El canon no acoge ni lo circunstancial ni lo que solo está de moda, sino aquello que permanece a la vez que cambia. El Quijote es un libro del siglo XVII, pero también es un libro del siglo XXI..."
En 2003, Stephen King obtuvo el famoso National Book Award "por su distinguida contribución a la literatura norteamericana". Apenas conocida la noticia, surgieron algunas reacciones airadas contra el fallo, que pueden resumirse en las siguientes palabras del crítico Harold Bloom. Premiar a King, dijo, "es otro punto bajo en el empobrecimiento de nuestra vida cultural". Y agregó, lapidario: "Él no tiene nada en común con Edgar Allan Poe. Es solo un escritor inmensamente inadecuado, frase tras frase, párrafo tras párrafo y libro tras libro". Así quedó una vez más en evidencia el choque entre lo que los críticos norteamericanos llaman "ficción popular" y "ficción literaria".
La primera pertenecería al campo de libros "light", que tendrían un doble propósito: agradar a lectores que buscan una entretención fácil y transformarse en superventas. La segunda sería la narrativa que cala hondo en la condición humana, individual o social, y enriquece el espíritu del lector exigente.
Hace unas semanas estuve en Iowa City, una ciudad en la que viví 30 años y a la que regreso con frecuencia. Un amigo mío me recomendó On Writing , de Stephen King, que es una especie de guía sobre el arte de narrar. Me dijo que lo utilizaban en la Universidad de Iowa, institución reconocida en todo el mundo por sus talleres literarios. A ver si entiendo bien. Un libro de Stephen King, un narrador supuestamente inferior, que según Harold Bloom es incapaz de escribir ni siquiera una frase que valga la pena y que más encima empobrece la cultura, ¿es utilizado en una universidad prestigiosa, como manual de aprendizaje de los aspirantes a escritores? Desconcertante, por decir lo menos.
La valoración de la literatura y del arte en general es una cuestión subjetiva y evanescente. Edgar Allan Poe, el autor citado elogiosamente por Bloom, fue considerado en su tiempo un escritor menor; un exponente de la llamada "ficción popular". En la actualidad es un clásico. Lo mismo ocurre con Raymond Chandler. En los años 40 y 50 era catalogado como un mero cultor del género llamado "novela negra" y, sin embargo, ahora es lectura obligatoria en muchas cátedras de literatura. ¿Excepciones que confirman la regla? Puede ser.
En todo esto, claro está, entra a tallar el problema del canon literario. Algunos individuos creen que su canon personal es el que debe regir la literatura de cualquier lugar y de cualquier época. Pero hablar de "personal" entra en contradicción con la esencia misma de lo que es un canon. Esta confusión es una de las fallas centrales del libro de Harold Bloom El canon occidental . Para empezar, el canon no se construye sobre la base de gustos, conveniencias o fobias de un crítico en particular o de camarillas literarias o académicas. Tampoco se impone por decreto. El canon se va formando a través de muchos años y en su constitución influyen no solo factores estéticos, sino también sociales, culturales, ideológicos e históricos. El canon de un determinado tiempo o espacio suele ser bastante volátil, pero si una obra específica es inmune a los cambios de gusto, y su vigencia se mantiene incólume, quiere decir que estamos ante un clásico genuino. A esto J. M. Coetzee lo llama "supervivencia". Borges, por su parte, dice que clásicos no son las obras más leídas, sino las más releídas. Supervivencia y relectura parecen ser signos de que una obra es un clásico.
Sobre el canon que incluye libros del pasado hay un consenso general. Son creaciones que han resistido el paso de los siglos y su gravitación en la cultura occidental es un hecho comprobado. Han enriquecido el imaginario colectivo y han generado arquetipos que forman parte del tejido social y cultural de Occidente, como La Odisea , La Divina Comedia , Hamlet , El Quijote , Fausto , Robinson Crusoe o Alicia en el país de las maravillas , por nombrar solo algunos. Pero eso no ocurre con los libros del siglo XX, cuya recepción abarca una extensión de tiempo limitada y por lo tanto los requisitos de supervivencia y de relectura permanente, aún no son verificables. Las listas de clásicos del siglo XX representan más bien apuestas, algunas sin duda interesantes, pero que pueden ser o no ser refrendadas con el tiempo.
El canon no acoge ni lo circunstancial ni lo que solo está de moda, sino aquello que permanece a la vez que cambia. El Quijote es un libro del siglo XVII, pero también es un libro del siglo XXI. Italo Calvino dice lo mismo de manera inmejorable: "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir".
La primera pertenecería al campo de libros "light", que tendrían un doble propósito: agradar a lectores que buscan una entretención fácil y transformarse en superventas. La segunda sería la narrativa que cala hondo en la condición humana, individual o social, y enriquece el espíritu del lector exigente.
Hace unas semanas estuve en Iowa City, una ciudad en la que viví 30 años y a la que regreso con frecuencia. Un amigo mío me recomendó On Writing , de Stephen King, que es una especie de guía sobre el arte de narrar. Me dijo que lo utilizaban en la Universidad de Iowa, institución reconocida en todo el mundo por sus talleres literarios. A ver si entiendo bien. Un libro de Stephen King, un narrador supuestamente inferior, que según Harold Bloom es incapaz de escribir ni siquiera una frase que valga la pena y que más encima empobrece la cultura, ¿es utilizado en una universidad prestigiosa, como manual de aprendizaje de los aspirantes a escritores? Desconcertante, por decir lo menos.
La valoración de la literatura y del arte en general es una cuestión subjetiva y evanescente. Edgar Allan Poe, el autor citado elogiosamente por Bloom, fue considerado en su tiempo un escritor menor; un exponente de la llamada "ficción popular". En la actualidad es un clásico. Lo mismo ocurre con Raymond Chandler. En los años 40 y 50 era catalogado como un mero cultor del género llamado "novela negra" y, sin embargo, ahora es lectura obligatoria en muchas cátedras de literatura. ¿Excepciones que confirman la regla? Puede ser.
En todo esto, claro está, entra a tallar el problema del canon literario. Algunos individuos creen que su canon personal es el que debe regir la literatura de cualquier lugar y de cualquier época. Pero hablar de "personal" entra en contradicción con la esencia misma de lo que es un canon. Esta confusión es una de las fallas centrales del libro de Harold Bloom El canon occidental . Para empezar, el canon no se construye sobre la base de gustos, conveniencias o fobias de un crítico en particular o de camarillas literarias o académicas. Tampoco se impone por decreto. El canon se va formando a través de muchos años y en su constitución influyen no solo factores estéticos, sino también sociales, culturales, ideológicos e históricos. El canon de un determinado tiempo o espacio suele ser bastante volátil, pero si una obra específica es inmune a los cambios de gusto, y su vigencia se mantiene incólume, quiere decir que estamos ante un clásico genuino. A esto J. M. Coetzee lo llama "supervivencia". Borges, por su parte, dice que clásicos no son las obras más leídas, sino las más releídas. Supervivencia y relectura parecen ser signos de que una obra es un clásico.
Sobre el canon que incluye libros del pasado hay un consenso general. Son creaciones que han resistido el paso de los siglos y su gravitación en la cultura occidental es un hecho comprobado. Han enriquecido el imaginario colectivo y han generado arquetipos que forman parte del tejido social y cultural de Occidente, como La Odisea , La Divina Comedia , Hamlet , El Quijote , Fausto , Robinson Crusoe o Alicia en el país de las maravillas , por nombrar solo algunos. Pero eso no ocurre con los libros del siglo XX, cuya recepción abarca una extensión de tiempo limitada y por lo tanto los requisitos de supervivencia y de relectura permanente, aún no son verificables. Las listas de clásicos del siglo XX representan más bien apuestas, algunas sin duda interesantes, pero que pueden ser o no ser refrendadas con el tiempo.
El canon no acoge ni lo circunstancial ni lo que solo está de moda, sino aquello que permanece a la vez que cambia. El Quijote es un libro del siglo XVII, pero también es un libro del siglo XXI. Italo Calvino dice lo mismo de manera inmejorable: "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir".
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