Cartas
Diario El Mercurio, Viernes 12 de diciembre de 2014
El oír y escuchar
Señor Director:
Oír y escuchar son dos cosas distintas. Oír es un fenómeno físico en que un sentido humano capta sonidos. Escuchar es un fenómeno intelectual mediante el cual se traducen esos sonidos en conceptos coherentes que se incorporan a la mente para conectarlos con la realidad. Todos oímos más de lo que escuchamos, pero es el porcentaje de lo segundo el que nos permite "aterrizar" diariamente en la realidad. La pérdida de la capacidad de escuchar se llama ensimismamiento y su consecuencia es vivir en la fantasía.
Conviene recordar esas simplezas para comprender la crisis declarada en el gobierno de la señora Bachelet. Y ello, porque la principal causa que la provoca es la notable pérdida de la capacidad de escuchar que aqueja a la Mandataria, pese a las horas diarias que invierte en oír. Ese ensimismamiento presidencial, todavía más agudo que el que sufrió el Presidente Piñera, ha provocado un autismo gubernamental.
Tomemos el caso de la desaceleración económica como ejemplo de este extraño fenómeno. Las advertencias de que ocurriría comenzaron a menudear, desde los sectores que verdaderamente entienden cómo funciona el sistema, en cuanto se empezaron a conocer las orientaciones generales de su reforma tributaria. La lectura de ellas por parte del Gobierno fue verlas como una campaña del terror de propósitos políticos y de defensa de intereses mezquinos y, por tanto, no se escucharon. Las consecuencias están demasiado a la vista como para que valga la pena enumerarlas. Ahora, el régimen está igualmente advertido de que la pésima reforma tributaria que logró ya aprobar ahondará la desaceleración y ni siquiera cumplirá las metas de recaudación que se proponía como prioritaria. Pero como no se las escucha ni se las cree, si hay un diagnóstico sin riesgo, es que todo el período de la señora Bachelet será de pronunciada decadencia económica, con aumento del desempleo y caída de los sueldos y salarios.
Otro buen ejemplo del autismo gubernamental es su lectura del desplome en las últimas encuestas. Se debe, según la Mandataria, a errores de comunicación y, por tanto, no debe afectar lo que se está haciendo. Si esa singular declaración en verdad refleja lo que cree, sería un desafío directo al principio de la causa y el efecto que gobierna al universo entero. Indicaría, además, que la Mandataria no entiende que la mayoría nacional no rechaza las reformas, sino que rechaza sus reformas, y lo hace por malas y por estar teñidas de neomarxismo ideológico.
Los griegos clásicos decían que los dioses ciegan a quienes quieran perder, apuntando precisamente a la desconexión con la realidad que provoca el ensimismamiento. En nuestro caso, querría decir que la popularidad de la señora Bachelet nunca existió en el Olimpo.
Orlando Sáenz R.
Oír y escuchar son dos cosas distintas. Oír es un fenómeno físico en que un sentido humano capta sonidos. Escuchar es un fenómeno intelectual mediante el cual se traducen esos sonidos en conceptos coherentes que se incorporan a la mente para conectarlos con la realidad. Todos oímos más de lo que escuchamos, pero es el porcentaje de lo segundo el que nos permite "aterrizar" diariamente en la realidad. La pérdida de la capacidad de escuchar se llama ensimismamiento y su consecuencia es vivir en la fantasía.
Conviene recordar esas simplezas para comprender la crisis declarada en el gobierno de la señora Bachelet. Y ello, porque la principal causa que la provoca es la notable pérdida de la capacidad de escuchar que aqueja a la Mandataria, pese a las horas diarias que invierte en oír. Ese ensimismamiento presidencial, todavía más agudo que el que sufrió el Presidente Piñera, ha provocado un autismo gubernamental.
Tomemos el caso de la desaceleración económica como ejemplo de este extraño fenómeno. Las advertencias de que ocurriría comenzaron a menudear, desde los sectores que verdaderamente entienden cómo funciona el sistema, en cuanto se empezaron a conocer las orientaciones generales de su reforma tributaria. La lectura de ellas por parte del Gobierno fue verlas como una campaña del terror de propósitos políticos y de defensa de intereses mezquinos y, por tanto, no se escucharon. Las consecuencias están demasiado a la vista como para que valga la pena enumerarlas. Ahora, el régimen está igualmente advertido de que la pésima reforma tributaria que logró ya aprobar ahondará la desaceleración y ni siquiera cumplirá las metas de recaudación que se proponía como prioritaria. Pero como no se las escucha ni se las cree, si hay un diagnóstico sin riesgo, es que todo el período de la señora Bachelet será de pronunciada decadencia económica, con aumento del desempleo y caída de los sueldos y salarios.
Otro buen ejemplo del autismo gubernamental es su lectura del desplome en las últimas encuestas. Se debe, según la Mandataria, a errores de comunicación y, por tanto, no debe afectar lo que se está haciendo. Si esa singular declaración en verdad refleja lo que cree, sería un desafío directo al principio de la causa y el efecto que gobierna al universo entero. Indicaría, además, que la Mandataria no entiende que la mayoría nacional no rechaza las reformas, sino que rechaza sus reformas, y lo hace por malas y por estar teñidas de neomarxismo ideológico.
Los griegos clásicos decían que los dioses ciegan a quienes quieran perder, apuntando precisamente a la desconexión con la realidad que provoca el ensimismamiento. En nuestro caso, querría decir que la popularidad de la señora Bachelet nunca existió en el Olimpo.
Orlando Sáenz R.
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