Diario El Mercurio, Reportajes
Domingo 7 de septiembre de 2014
Hubo una lectura equivocada
al pensar que la desigualdad
es el principal problema del país.
Eso se repite como un mantra:
que la desigualdad
es el problema principal,
que Chile es el país más desigual,
que la desigualdad ha aumentado
y que todo es consecuencia
del modelo económico.
Esas cuatro premisas son falsas.
Lo grave de obviar
los avances que han habido
y quedarse en la lectura
de que el problema central
es la desigualdad,
es que esta confusión
dejó absolutamente atrás
la preocupación por la pobreza.
Y cuando uno piensa que hay
más de dos millones de personas
viviendo bajo la línea de la pobreza,
pensar que somos un país rico,
en condiciones de garantizar
educación universitaria gratuita,
incluso a los ricos,
para lograr la igualdad,
es un error político y moral.
Las personas
deben tener las oportunidades
para desarrollar el máximo de su potencial.
Por eso Chile es hoy un país profundamente injusto.
Revoluciones igualitaristas
ha habido desde los romanos en adelante,
y todas han terminado en el fracaso.
-Pero cuando la Presidenta
dice que el programa es un compromiso
y los compromisos se cumplen,
¿no tiene un punto importante?
-Hay allí dos conceptos de democracia envueltos.
Uno es pensar que porque algo
tiene un respaldo mayoritario es lo correcto.
Y si se dice que
la mayoría votó por un programa,
este pasa a ser infalible,
y por tanto no hay necesidad de cambiarlo.
Pero en las democracias liberales occidentales
las propuestas políticas son una hipótesis
que se somete a discusión,
y para eso son los parlamentos:
para que los gobiernos presenten
sus hipótesis y allí se debata.
No sacamos nada
con una política pública mal diseñada,
que va a producir efectos indeseados,
sencillamente porque lo prometí en un programa.
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Para Lucía Santa Cruz, el punto es evidente.
"Ni los gobiernos
ni las empresas
pueden administrarse
con una planilla Excel;
se necesita [además] un Word [o equivalente]".
En un mundo de alta complejidad,
argumenta, no sirven los simplismos:
ni aquel de quienes antes creyeron
que el crecimiento económico sería
un antídoto contra la agitación social,
ni el de quienes hoy piensan
que el combate contra la desigualdad
debe ser el eje estructurante
de todas las políticas públicas.
Con esa perspectiva analiza
los primeros seis meses
de la administración Bachelet.
Seis meses que
-sostiene la historiadora
y decana de Artes Liberales
de la Universidad Adolfo Ibáñez-
han confirmado el diagnóstico
que ella realizó en noviembre,
cuando los trascendidos
respecto de su intervención
en un taller interno
de Libertad y Desarrollo
causaron escozor.
Todo por afirmar
que las propuestas del programa
de la Nueva Mayoría eran el primer paso
para establecer el socialismo.
Lejos de retroceder,
cree que lo visto
le ha dado la razón.
"Cuando la Nueva Mayoría
habla de un nuevo ciclo,
está hablando
de una transformación muy radical,
que yo defino como un intento
por organizar la Constitución,
el sistema educacional,
la economía sobre la base
del concepto de igualdad.
Y cualquier intento
por reconstruir una sociedad
a partir de una idea única
es profundamente peligroso".
"Estamos repitiendo el debate del siglo 19"
En la visión de Santa Cruz,
el problema se inició
cuando los consensos de la transición e
empezaron a ponerse en duda
tras los movimientos sociales de 2011.
"Fueron importantes,
pero no tenían la dimensión
de fin de ciclo
ni de una ciudadanía completa
abogando por un nuevo sistema.
Había 100 mil personas en la calle,
pero también había 200 mil
yendo al Costanera Center."
-¿Fueron sobredimensionados?
-Así lo creo.
Yo me quejé
por la cobertura que les dio TVN:
ningún país del mundo transmite en vivo
una marcha estudiantil por 4 horas.
"Hubo una lectura equivocada
por parte de la Nueva Mayoría,
pero también fue hecha suya por la Alianza:
pensar que la desigualdad
es el principal problema del país.
Eso se repite como un mantra:
que la desigualdad
es el problema principal,
que Chile es el país más desigual,
que la desigualdad ha aumentado
y que todo es consecuencia
del modelo económico.
Esas cuatro premisas son falsas".
Al respecto, la historiadora
hace notar que el índice de Gini
-la medición de desigualdad
en los ingresos que usan los economistas-
no ha cambiado sustancialmente
desde 1960 hasta ahora,
pero sí han variado
las condiciones materiales de vida,
la meritocracia ha pasado a jugar
un rol importante y hay un acceso
mucho más igualitario a la educación,
y a los bienes materiales y culturales.
Lo grave de obviar esos avances
y quedarse en la lectura
de que el problema central
es la desigualdad,
"es que esta confusión
dejó absolutamente atrás
la preocupación por la pobreza.
Y cuando uno piensa
que hay más de dos millones de personas
viviendo bajo la línea de la pobreza,
pensar que somos un país rico,
en condiciones de garantizar
educación universitaria gratuita,
incluso a los ricos,
para lograr la igualdad,
es un error político y moral".
De hecho, sostiene
que "lo que está en pugna hoy
son dos conceptos de lo que es justo.
El concepto socialista
es que solo hay justicia
cuando hay igualdad.
El concepto que yo tengo
y que la Alianza debería tener,
pero no ha sido capaz de expresar,
es que las personas
deben tener las oportunidades
para desarrollar el máximo de su potencial.
Por eso Chile es hoy un país profundamente injusto:
es inaceptable que una niñita inteligente
tenga que destripar pescados en Dalcahue
porque nunca tuvo la oportunidad
de ir a la educación media,
en circunstancias que si hubiera sido mi hija
tal vez habría sido médico o astrofísica".
-¿Eso no va a cambiar con las reformas?
-No va a cambiar.
La mejor oportunidad que el Estado
puede dar es financiar
una mejor educación para todos los chilenos.
Revoluciones igualitaristas
ha habido desde los romanos en adelante,
y todas han terminado en el fracaso.
-En el Gobierno sostienen
que no están impulsando una revolución
y que lo que se busca es lo que hay
en Estados Unidos o Europa,
donde la educación pública es mayoritaria...
-Primero, hay una crisis
de la educación pública
en todas partes,
es un tema en desarrollo.
Lo que sí hay que tener presente
es que Chile se ha caracterizado
por la provisión mixta de educación
desde los albores de la República.
La primera subvención a un colegio particular
fue firmada por el Presidente Pinto
muy pocos años después de la Independencia.
Y ha habido siempre esta convivencia
entre los colegios subvencionados y los estatales.
El otro día me tocó hablar
sobre el conflicto
entre liberales y conservadores
en el siglo 19 sobre la libertad de enseñanza:
que alguien me muestre un argumento
que se esté esgrimiendo hoy
que no se haya esgrimido
en esa discusión entre Miguel Luis Amunátegui,
que defendía el Estado Docente,
y Zorobabel Rodríguez,
que defendía la libertad de enseñanza.
¡Hasta había argumentos
sobre lo inoportuno que sería
el que se compraran los edificios
de la educación privada!
¡Estamos repitiendo el debate del siglo 19!
"La Presidenta fue elegida
por lo que hizo, no por lo que iba a hacer"
-Han surgido fórmulas para matizar el proyecto original.
¿Puede llegarse a una solución razonable?
-El error ha sido pensar
que había una gran mayoría
que avalaba la totalidad de la reforma.
Y por eso se están haciendo indicaciones.
Si las de la DC se aceptan,
la bancada estudiantil
va a quedar enojadísima.
No va a romperse la Nueva Mayoría,
pero se van a ir introduciendo
cada vez más brechas
porque el hecho es que
no hay una mayoría social
a favor de estas reformas.
-¿Por qué, entonces,
la Presidenta fue elegida
en segunda vuelta
con un apoyo histórico?
-Al revés de lo sostenido por el Gobierno,
de que la Presidenta fue elegida por el programa,
yo creo que fue elegida porque su gobierno anterior
fue tremendamente positivo para la gente,
pues la vieron a ella en una posición moderada.
A ella la votaron por lo que hizo,
no por lo que iba a hacer.
-Pero cuando la Presidenta
dice que el programa es un compromiso
y los compromisos se cumplen,
¿no tiene un punto importante?
-Hay allí dos conceptos de democracia envueltos.
Uno es pensar que porque algo
tiene un respaldo mayoritario es lo correcto.
Y si se dice que
la mayoría votó por un programa,
este pasa a ser infalible, y por tanto
no hay necesidad de cambiarlo.
Pero en las democracias liberales occidentales
las propuestas políticas son una hipótesis
que se somete a discusión,
y para eso son los parlamentos:
para que los gobiernos presenten
sus hipótesis y allí se debata.
No sacamos nada
con una política pública mal diseñada,
que va a producir efectos indeseados,
sencillamente porque lo prometí en un programa.
"Los empresarios
son mucho más poderosos
que los padres y apoderados"
-El hecho de que en la reforma tributaria
el Gobierno haya morigerado su proyecto,
¿no demuestra que sí hay una capacidad de corrección?
-Yo creo que, dentro de lo que es el programa,
que es construir un Estado social de derechos
y garantizarlo constitucionalmente,
de modo que no pueda haber vuelta atrás,
la Nueva Mayoría tiene claro
que la economía es importante por dos razones:
porque pena aún la UP y el desastre económico que produjo,
y porque es la vaca lechera que permite financiar todo.
Entonces, la reacción de buscar un acuerdo
se produjo porque la desaceleración
fue mucho más abrupta y rápida que lo esperado.
Pero esa realidad no está presente en la educación.
-¿Es más difícil entonces esperar ahí un acuerdo?
-Es mucho más difícil.
Los empresarios
son mucho más poderosos
que los padres y apoderados.
-Y cuando el Gobierno adopta el discurso
de la asociación público-privada,
¿no es un signo de mayor realismo y moderación?
-El Gobierno está haciendo todo
para paliar los efectos de la desaceleración.
Eso no significa que esté abandonando su proyecto ideológico.
Y el proyecto ideológico se juega mucho en la educación.
-Pero no toda la coalición
comparte 100% el proyecto ideológico...
-Allí hay una debilidad intrínseca.
Si se quiere aplicar la totalidad del programa,
tal como fue concebido, para eso no hay mayoría...
-¿Eso no es extraño?
-Es que hay una visión estática
de lo que son las mayorías.
Las mayorías cambian radicalmente;
Hollande fue elegido hace poco
y hoy tiene el 17% de aprobación.
Esto de que yo tengo mayoría,
como si fuera inamovible y fija para siempre,
es un error de raciocinio político.
• Las culpas de la derecha y de los empresarios
¿Por qué perdió la Alianza?
Para Lucía Santa Cruz,
las explicaciones se mueven
"entre una clase política
que no fue capaz de legitimar
un proyecto sino con criterios
de eficiencia y no de justicia,
y una clase empresarial
que ha creído que la responsabilidad social
consiste en una minifilantropía
y no en una preocupación real por lo público".
Al respecto, hace notar
cómo "durante el año anterior a la elección
todo lo que oímos fue a los empresarios decir:
'a nosotros no nos importa quién gobierne,
nosotros producimos'... como si producir
no estuviera íntimamente ligado a las políticas públicas.
¿Cuándo empezaron a preocuparse de la reforma tributaria?
En marzo, cuando fue presentada.
¿Acaso no supieron que había propuestas
para eliminar el FUT que venían
de hace tres años, al menos?
¿Por qué no participaron de esos debates? Algo falló".
-¿Es complejo para la derecha hacerle oposición
a un gobierno con un claro proyecto ideológico?
-La Alianza debe saber qué quiere y hacia dónde va.
Desafío a alguien a encontrar
un movimiento político
que haya podido sobrevivir en el tiempo
si no tiene una teoría de lo justo,
que lo legitime moralmente.
Y si vemos qué tipo de propuestas
legitimadoras ha hecho la derecha,
tenemos el cosismo y luego
una especie de versión aguachenta de la igualdad.
No ha habido el orgullo de decir:
"lo que yo creo es justo".
-¿Fue el déficit de la administración Piñera?
-Piñera tenía una muy buena filosofía,
que graficaba en la metáfora del trapecista:
oportunidades y al mismo tiempo
una malla para recoger a los que caían,
para hacerlos levantarse.
Creo que las políticas
pudieron haber sido
más coherentes con el trapecista...
hubo más malla que trapecio.
Pero lo que hizo en materia educacional
fue absolutamente acertado: liceos emblemáticos,
incentivos para atraer a los mejores
a estudiar pedagogía, disminución
de la deuda de los estudiantes.
-Se sostiene que ha habido
una derrota ideológica y cultural de la derecha.
-Lo que ha habido ha sido una derrota
de la forma en que las clases dirigentes
han asumido una postura ideológico-cultural.
Pero las ideas están profundamente enraizadas en el país.
La encuesta CEP lo demuestra:
las personas creen en el esfuerzo;
no les gusta la desigualdad,
pero consideran que es mucho más legítima
cuando es producto de ese esfuerzo personal,
y hay un reconocimiento de que el problema
es la pobreza, más que el que haya gente rica.
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