por Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 27.09.2014
Una de las cosas más notables de esta cinta
-aunque no sea demasiado original-
es la forma en que su estructura moviliza el relato.
Los hechos no surgen tanto
de una planificación significativa,
sino de las necesidades
que van creando las situaciones previas.
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El detonante está en los planos iniciales, cuando una mujer muy mayor, Nusret (Tsilla Chelton), sale a sus faenas matinales, mira las montañas, y de pronto se siente asustada y desorientada. Este hecho minúsculo suscita el que sigue: en su casa de Estambul, la hija mayor de Nusret, Nesrin (Derya Alabora), recibe el aviso de que su madre está desaparecida. La cadena prosigue: Nesrim informa a su hermana Güzin (Övül Avkiran) y esta al hermano menor, Mehmet (Osman Sonant).
Los tres parten juntos para cubrir los 200 kilómetros que separan a Estambul de las montañas de la región de Karadeniz. En el auto se delinean los conflictos que los diferencian: los juicios sobre su madre, sus caracteres, las decisiones que han marcado sus vidas. La madre es hallada en las montañas y los hermanos deciden llevarla a Estambul. El diagnóstico es devastador: Alzheimer avanzado y en progresión.
A partir de este punto se abre "la caja de Pandora", la caja de las sorpresas desde donde emergen los verdaderos motivos de la película, que están centrados en las vidas quebradizas y las identidades en crisis de los hermanos. Nesrim es una mujer inteligente y sensible, pero sobrelleva un matrimonio erosionado, un hijo rebelde y, sobre todo, una manía controladora que explica parte de sus problemas. Güzin tiene éxito profesional, pero está soltera y vive de los mendrugos de tiempo que le da un amante ocasional. Mehmet ha optado por la marginalidad, el escepticismo y un cierto nihilismo vital.
Al confrontar las dificultades de lidiar con la conciencia estragada de su madre, los hermanos se enfrentan sobre todo a las limitaciones de sus propias vidas y a los problemas de identidad con que han venido cargando por muchos años, reflejo y síntesis de los cuales es el cuarto personaje, el joven rebelde Murat (Onur Ünsal), que paradójicamente encuentra en la vieja Nusret un cierto abrigo silencioso para sus frustraciones, como si fuera necesario saltarse una generación antes de hallar cierta paz con el pasado.
La directora Yeim Ustaolu -una de las figuras más importantes del actual cine turco- se aproxima con delicadeza, pero sin indulgencia, a este repertorio de personajes dañados (aunque es notoria su mayor cercanía con las mujeres), mientras el relato avanza con muy pocas distracciones. Su espléndida sensibilidad visual resuelve sin estridencia el choque entre la vida urbana y el mundo rural, otro de los motivos laterales de La caja de Pandora. En suma: una memorable exploración en las fragilidades interiores de unos adultos que quizá ya no deberían tenerlas.
PANDORA'NIN KUTUSU.
Dirección: Yeim Ustaolu.
Con: Tsilla Chelton, Derya Alabora, Onur Ünsal, Övül Avkiran, Osman Sonant. 112 minut
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