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El regreso a las tablas de un conservador

Estudió Teatro e Historia al mismo tiempo, pero optó por la última carrera. Hoy Julio Retamal es un destacado académico, con varios libros escritos, fama de estricto, ácido polemista, que prefiere las misas en latín, no usa celular y aún escribe cartas a mano. Pero hace poco volvió a un mundo que parece tan distinto a él: el teatro. Este es su camino.   

Por Estela Cabezas A. Retrato Sergio López 
Diario El Mercurio, Sábado 19 de abril de 2014
http://diario.elmercurio.com/2014/04/19/el_sabado/el_sabado/noticias/B9F79167-7442-4996-BED9-2631DDC94EFC.htm?id={B9F79167-7442-4996-BED9-2631DDC94EFC}

En el escenario, el impecable hombre alto, con un impecable terno negro, con una impecable corbata negra y una impecable dicción, entra a escena y sostiene un absurdo diálogo con una mujer.
El público ríe.
Hace 55 años, el público -otro público- reía igual cuando ese mismo hombre impecable entraba a la misma escena y recitaba la misma conversación.
"Me dejé tentar", dice después, cuando explica por qué aceptó volver a actuar en La cantante calva, la obra de Eugène Ionesco.
Seguramente le fue difícil resistirse a esa tentación. A fines del año pasado, el reconocido historiador y filósofo Julio Retamal recibió el llamado de Jaime Celedón, quien le explicó su idea de reeditar esta obra con los mismos actores del Ictus -los que aún viven-, quienes la montaron por primera vez en 1959. Retamal, académico de la Facultad de Historia en las universidades Gabriela Mistral y Adolfo Ibáñez, pensó en sus clases y le dijo que tendrían que ser pocas funciones a la semana.
Como el elenco es mayor -todos rondan los 80 años-, nadie pensaba hacer más de tres presentaciones cada siete días. Entonces aceptó.
Después de cuatro meses de ensayo, tuvieron una exitosa temporada en la sala de teatro de la Universidad Finis Terrae, que finalizó el domingo pasado. Cuando vuelvan a montarla, a fines de abril, él ya no estará.
-Queríamos transmitir eso que nos costó tanto esfuerzo. Además yo creo que más de alguno pensó "vamos a ver qué pueden hacer estos viejitos" -dice.
Se levanta del sillón y afirma con voz alta y muy modulada:
-¡Pero yo no me siento viejito!
Julio Retamal vive en un departamento de dos pisos en Gertrudis Echeñique, rodeado de objetos de colección. Lo más nuevo debe ser una pequeña radio comprada en los 80. Dice que lo más valioso que tiene son dos sillas de 1830 que le compró a un anticuario. En el comedor cuelga un cuadro del siglo XVI y un tapiz del siglo XVIII. No dice garabatos, le gusta bailar y es íntimo amigo de Julita Astaburuaga. No confiesa su edad, nunca se casó ni tiene hijos.
Entró a Teatro en la U. Católica cuando ya estudiaba Historia en la U. de Chile, donde era compañero de Gabriel Salazar, premio nacional de Historia que en esa época era miembro del MIR. Pese a la distancia política entre ambos, eran muy cercanos, hicieron teatro juntos y se disputaban las mejores notas.
En la mañana, Retamal iba a su primera carrera, luego almorzaba y partía en la tarde a Teatro. Estuvo así un año, hasta que uno de sus compañeros en Teatro, Germán Becker, se peleó con sus profesores. Entonces él, junto a un grupo de alumnos, decidió seguirlo bajo la promesa de que harían un teatro más cristiano. Así se formó, en 1956, el Ictus.
-No es que fuéramos a hacer un apostolado, pero teníamos la idea de llegar a la gente, de transmitir valores, de tener una visión nueva, más joven -recuerda Julio Retamal-. Comenzamos así una vida bastante pobretona. Pero, a los 20 años, ¿qué importa si uno se tiene que sacrificar? Uno vive con pan, hace cualquier sacrificio, trasnocha hasta las 5 de la mañana y no pasa nada. Ahora es distinto, porque bajan las fuerzas, bajan las posibilidades, uno está más limitado. Pero el entusiasmo de la juventud, la fuerza, el vigor...
Partieron en unas salas que estaban deshabitadas en una residencia de monjas, en la calle Vicuña Mackenna. Ahí pusieron las oficinas y las salas de clases de esta nueva escuela y abrieron las inscripciones. Llegó gente. No mucha, pero llegó. Luego, por desa-venencias, Becker se fue y quedó Mónica Echeverría como directora, después fue Jaime Celedón.
En 1959 se estrenó La cantante calva. En esa época, el teatro del absurdo no existía en Chile.
-Yo fui el que descubrió esa obra, porque la vi en el Instituto Chileno Francés. Se me ocurrió que podíamos montar esta cosa delirante. El público quedaba muy sorprendido al verla. No entendía nada.
Entre quienes presenciaron el debut, estaba su compañero Gabriel Salazar.
El Ictus presentó La cantante calva en un festival que organizó el Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Ganaron y el grupo se hizo conocido. Al año siguiente montaron dos obras más: Asesinato en la Catedral, de T.S. Eliot, y La alondra, de Jean Anouilh.
Durante todo este periodo, Julio Retamal seguía estudiando Historia. Pero cuando se recibió, tuvo que tomar una decisión.
-Elegí la historia. En el teatro me faltaba la dimensión intelectual. El teatro es más emoción, sentimiento, aun cuando un actor pueda estudiar mucho para crear un personaje complejo. Pero falta esa mayor dedicación intelectual que requiere estudiar historia en profundidad, y poderla explicar y poderla escribir.
Julio Retamal cumplió ese propósito. Ha escrito varios libros, entre ellos los tres tomos de Familias fundadoras, en donde desentraña el árbol genealógico de los clanes que construyeron Chile. También Y después de Occidente, qué, en el que habla sobre cómo ha ido cambiando el pensamiento a pesar de haber partido de una única unidad: fe y razón. Es Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia y en 2003 fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad Católica.
Misas en latín
-Se ve muy serio usted.
-¿Qué quieres que esté haciendo? ¿Llorando a gritos? ¿Saltando arriba de los muebles? Yo nunca he sido una persona demasiado demostrativa, pero arriba del escenario sí.
Retamal quedó huérfano al nacer, su madre murió en el parto. No tuvo hermanos. Y cuando su padre, abogado, que nunca se casó de nuevo, lo nombraron en el Poder Judicial en Valparaíso, dejó a su hijo viviendo en Santiago con su nana, mientras él trabajaba en la semana allá. Julio Retamal entonces se entretenía con los libros.
Su padre murió cuando él estaba en el último año en el colegio. Trató entonces de seguir sus pasos y entró a estudiar Derecho. Estuvo tres años ahí, pero no le gustó. Entonces se cambió a Historia.
-Derecho me cargó. Aprobé primero, aprobé segundo y me arranqué a Europa, porque tenemos por el lado de mi mamá muchos parientes en Francia, varios hermanos de mi mamá, entonces yo tenía lugares donde llegar. Me gusta mucho Francia, he vuelto varias veces. Después hice un doctorado en Oxford, Inglaterra. Conozco bastante bien Europa y siempre me atrae la cosa intelectual, cultural: los museos, las iglesias, el teatro, las exposiciones, todo. Yo vivo feliz en Europa, porque siempre hay cosas extraordinarias que ver. Ahora Chile está bastante bueno, yo diría que hace tiempo que empezamos con mucho teatro, con muy buena temporada de ópera, con buen ballet y las orquestas también, el teatro de la Chile... Resulta muy pretencioso lo que estoy diciendo, pero me gusta mucho el mundo de la cultura, ese es el nivel mío. Yo no me mido por niveles sociales, económicos o laborales, me mido por niveles culturales.
El a veces actor y siempre historiador es, también, un polemista ocasional. Asiduo escritor de Cartas al Director, sus temas son la religión, la filosofía, la historia y la educación. Muchas veces ha desatado respuestas y contrarrespuestas entre los mismos lectores, por su postura conservadora.
-Yo soy muy conservador, no lo oculto. Todo el mundo trata de pasar por avanzado y revolucionario, yo no. En mi vida ha habido de todo, pero yo como pensamiento de fondo, sobre todo en materia religiosa, soy muy conservador. Yo creo que uno nace con determinadas tendencias, y eso era parte mío y cuando vi que venía una gran revolución en la Iglesia, me puse en el lado conservador. No porque quiera excomulgar a los otros y decir que están todos equivocados, pero no me gusta. Por ejemplo, me he mantenido con misa en latín.
En 1965, cuando luego del Concilio Vaticano II se instruyó que las misas fueran en el idioma original de cada país y no en latín, y con el sacerdote mirando a los fieles, y no de espalda como se usaba, Julio Retamal fundó un movimiento llamado Asociación Magnificat, donde participan cerca de 100 personas. Este grupo ha celebrado por 50 años la misa en latín en distintas iglesias de Santiago.
-Estamos en cuarentaitantos países celebrando la misa en latín, porque, primero, creemos que el peso de la tradición es muy fuerte en materia religiosa; segundo, porque la consideramos más sagrada así, en la medida en que no es el lenguaje habitual. No es el ropaje habitual, no es la gestualidad habitual, no es la actitud interna habitual. Uno va a una cosa muy sacra.
A Julio Retamal no le vienen con eso de los nuevos tiempos. No usa celular, aún escribe cartas a mano, reivindica un "coscacho suave" de vez en cuando a un niño para corregir y cree que lo peor que ha pasado en la actualidad es la pérdida de la jerarquía.
A él le gusta poner las reglas claras. Por ejemplo, en su clase no se puede tomar bebida, tampoco comer. El celular es tema aparte.
-Si suena el celular en el curso una vez al semestre, se va el alumno fuera; si suena por segunda vez, me voy yo; y si suena por tercera vez, doy el curso por pasado y tomo el examen. No hemos llegado a eso. Yo me he ido dos veces o tres. Digo: "Señores, la materia de hoy se da por pasada, porque ustedes se permitieron el celular". Yo les digo desde el primer día: "No pueden hacer ni esto, ni esto otro", porque estamos en clases, la clase requiere concentración y una disposición externa e interna. Tal vez, fíjese, lo de conservador es porque nos fijamos también en lo externo. Es más allá de una simple actitud interna. Hay que demostrar, por algo los curas andaban de sotana, los milicos de uniforme, las enfermeras de delantal. Era como cada uno ejercía su función dentro de un determinado tipo de vestir, de actuar, de hablar -reflexiona.
-¿Como ve la formación de los alumnos hoy?
-La educación está muy mala y eso se lo podrá decir cualquier alumno mío. Yo vivo quejándome de la educación que traen. Los estudiantes hoy no saben historia, no saben geografía, no saben filosofía, no saben teoría política, no saben matemáticas, no saben nada a fondo.
Una de sus últimas cartas al director fue para criticar a Naschla Aburman, presidenta de la Federacion de Estudiantes de la Universidad Católica, porque según él, ella se había permitido dar lecciones a la Presidenta Michelle Bachelet sobre cómo llevar a cabo una gran reforma educacional, además de recordarle cómo se debe construir una política pública.
-Me molestó, dije: "Qué patudez". Es decir, me molesta esa actitud de "nosotros sabemos más que ustedes". Aquí están todos los grandes especialistas, está José Joaquín Brunner, el resto de los educadores y rectores, profesores, y ella dicta cátedra. Entonces yo digo, no, que no parta ella diciendo "yo sé lo que tenemos que hacer y lo que queremos hacer". Lo mismo esta otra niñita de la Chile, Melissa Sepúlveda, que se declara anarquista. Entonces uno dice: "¿Cómo uno puede discutir con un anarquista, que no cree en ningún principio de gobierno?", yo tengo que gobernar, yo Presidente de la República, yo rector, yo jefe de fábrica, tengo que gobernar, pero cómo gobierno con personas que me dicen: "No, no hay gobierno, no existe ningún principio de gobierno, eso se verá". Yo no soy partidario de Michelle Bachelet, pero es mi Presidenta. No voy a empezar a escupirla o a insultarla. El conservador se inhibe un poco ante la violencia pública.
-¿Y el político conservador?
-Yo no me guío por los políticos.
-¿Por qué?
-Porque considero que los políticos están en otro plano. En materia de cultura, en materia de capacidad de comprensión, adelante van los filósofos. Ellos van abriendo el camino, llámese Nietzsche, Aristóteles, Tomás de Aquino, van adelante, porque tienen esa inteligencia extraordinaria. Inmediatamente después, los artistas, pegados, porque tienen la creatividad, la sensibilidad, porque han movido masas. Después vienen los científicos, porque no están en la onda de dirigir y de manejar. Después vienen los profesionales en general, después los trabajadores y al final los políticos, porque son los que menos actuales son. Están demasiado encima de los problemas, tiene que resolver los problemas económicos, los problemas educacionales, los problemas de relaciones públicas, entonces ellos están atrás de la sociedad.
-Su manera de mirar la vida no es lo común hoy, ¿se siente ajeno a la sociedad actual?
-No, la forma en que yo pienso no está de moda. Pero yo he elegido un camino que es satisfactorio y que me parece adecuado, justo, razonable: tratar de no agredir a nadie; de ahí a pasar al otro extremo de permitirlo todo, no. No estoy de acuerdo con el matrimonio homosexual, por ejemplo, porque es desvirtuar un sacramento en el que ya nadie cree, salvo ellos. Entonces para qué piden tanto, si ya los heterosexuales no piden eso. Para qué sancionar legalmente algo en lo que nadie cree. Cuando el mismo matrimonio entre hombre y mujer, que es lo normal, está en crisis.
-¿No está de acuerdo con legislar?
-Hoy hay mucho exhibicionismo, todo tiene que ser trasparente. Si soy drogadicto, me tengo que drogar legalmente; si soy homosexual, tengo que hacer el amor legalmente. ¡No! Hay unas zonas del comportamiento humano que más vale dejarlas en las penumbras. De repente los artistas las tocan en las novelas, en las películas, pero dejémoslas como parte del misterio de la vida humana. Hay algo misterioso en la vida, así lo creemos muchos. Dejemos esta zona de penumbra como tal. ¿Para qué tanta luz? Porque, ¿quién quiere saber que tipo de calzoncillo uso yo?

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