"Evelyn Matthei ha mostrado una valentía que compensa todos sus defectos. Son tantas las adversidades que ha debido enfrentar, que darían para una película amarga y sin glamour, pero honesta.
¿Cómo podría llamarse una película que mostrara los últimos meses de Evelyn Matthei? ¿“Sola contra el mundo”? ¿“La mujer más valiente”? ¿“Crónica de un imposible”? Es difícil elegir el título, pero los ingredientes para el guión son abundantes.
Una candidata que entra en escena a última hora, como reemplazante del reemplazante. Al principio tiene una figuración mínima en las encuestas. Sin plata, enfrenta a una rival que tiene una popularidad incombustible, recursos abundantes y la posibilidad de rehuir la confrontación de ideas.
Evelyn ha recibido permanentemente fuego amigo desde su propia coalición. Como si fuera poco, se queda afónica varios días en la campaña de la segunda vuelta. Quienes deberían acompañarla están más preocupados de sentarse en La Moneda en 2017 que de mojar la camiseta ahora. Además, su sector político se caracteriza por la pasividad y aprovecha el voto voluntario para quedarse en la casa, con la excusa de que los políticos no son gente perfecta. Para colmo, una de las figuras emblemáticas de su partido anuncia que se retirará de la política. Un nuevo balde de agua fría, a una semana de las elecciones. Quizá el título más apropiado para la película sea, hasta ahora: “Así no se puede”.
En algún momento del relato podría haber un flashback que muestre a Evelyn, la joven estudiante de piano en Londres, que enfrenta una decisión particularmente difícil: durante años ha estudiado hasta 12 horas diarias, pero, ¿conseguirá vivir de esa actividad? Se da cuenta de que nunca podrá estar entre las 20 mejores figuras del mundo. Se traga las lágrimas y vuelve a Chile para estudiar Economía.
40 años después, en cambio, ya no tiene dudas. Aquí no se trata de ser una figura internacional, sino de cumplir un deber, aunque duela. No se plantea la posibilidad de retirarse. Si los grandes no la apoyan, entonces habrá que buscar por otro lado. Y forma una patrulla juvenil que no está herida de fatalismo, gente que irradia entusiasmo y que está dispuesta a disparar hasta el último cartucho. La película podría llamarse: “Tiempo de valientes”. Las viejas estructuras partidarias no se han dado cuenta, pero, más allá de lo que pase el día 15, en torno a Matthei y sus muchachos se está gestando un fenómeno original, con olor a futuro. Es cuestión de ver su franja y contrastarla con la de su rival.
La franja de Bachelet es perfecta, cada una de sus escenas ha sido ensayada o elegida entre muchas. No sobra ni falta nada. Pero podría ser la franja de cualquier candidato de cualquier partido en cualquier parte del mundo.
La de Matthei, en cambio, está llena de imperfecciones, pero constituye toda una sinopsis de su proyecto político y estilo de mando; está hecha con un presupuesto casero, pero logra transmitir una sinceridad que por momentos emociona. Es más, como tiene muy poco que perder, se da el gusto de poner en tabla temas importantes. Hace cosas que los cineastas nunca aprobarían en una sinopsis, como mostrar un extenso diálogo con mujeres que han sufrido violencia intrafamiliar. Una conversación mucho más larga de lo recomendable, pero que nos deja pensando. En otros pasajes de la franja aparecen las reuniones con su equipo. La imagen que surge de ahí no tiene nada que ver con la siutiquería de la derecha santiaguina, centrada en sí misma y dedicada a discutir sobre pequeñeces. La derecha de Matthei tiene pasión social, ama a las pymes y no puede dormir tranquila hasta que no se erradique el último de los campamentos. Una derecha de barrios, no de condominios. Quizá ni siquiera haya que llamarla “derecha”, porque es otra cosa, tiene un estilo diferente, se forma de otra manera. La película podría llamarse: “No somos lo que piensas”.
En todo caso, esta película sobre Evelyn difícilmente ganará un Oscar. Carece de glamour y, en cambio, le sobra transpiración, esfuerzo y sinceridad. Es una película para Sundance. Su final no será propio de Hollywood y todo hace pensar que otra figura se llevará la estatuilla. Podría llamarse: “No siempre gana la que debe”. No es imposible que Michelle Bachelet, la más probable ganadora, haga un buen gobierno. Ojalá, pero es difícil. Y si su gobierno es malo y confuso, si las expectativas y los sueños de millones de chilenos quedan defraudados, solo una persona podrá tener la conciencia totalmente tranquila. Solo ella y su juvenil equipo podrán decir que hicieron lo imposible para evitar que Chile diera un mal paso. Por eso, quizá el mejor título para la película sea simplemente: “Evelyn”.
Una candidata que entra en escena a última hora, como reemplazante del reemplazante. Al principio tiene una figuración mínima en las encuestas. Sin plata, enfrenta a una rival que tiene una popularidad incombustible, recursos abundantes y la posibilidad de rehuir la confrontación de ideas.
Evelyn ha recibido permanentemente fuego amigo desde su propia coalición. Como si fuera poco, se queda afónica varios días en la campaña de la segunda vuelta. Quienes deberían acompañarla están más preocupados de sentarse en La Moneda en 2017 que de mojar la camiseta ahora. Además, su sector político se caracteriza por la pasividad y aprovecha el voto voluntario para quedarse en la casa, con la excusa de que los políticos no son gente perfecta. Para colmo, una de las figuras emblemáticas de su partido anuncia que se retirará de la política. Un nuevo balde de agua fría, a una semana de las elecciones. Quizá el título más apropiado para la película sea, hasta ahora: “Así no se puede”.
En algún momento del relato podría haber un flashback que muestre a Evelyn, la joven estudiante de piano en Londres, que enfrenta una decisión particularmente difícil: durante años ha estudiado hasta 12 horas diarias, pero, ¿conseguirá vivir de esa actividad? Se da cuenta de que nunca podrá estar entre las 20 mejores figuras del mundo. Se traga las lágrimas y vuelve a Chile para estudiar Economía.
40 años después, en cambio, ya no tiene dudas. Aquí no se trata de ser una figura internacional, sino de cumplir un deber, aunque duela. No se plantea la posibilidad de retirarse. Si los grandes no la apoyan, entonces habrá que buscar por otro lado. Y forma una patrulla juvenil que no está herida de fatalismo, gente que irradia entusiasmo y que está dispuesta a disparar hasta el último cartucho. La película podría llamarse: “Tiempo de valientes”. Las viejas estructuras partidarias no se han dado cuenta, pero, más allá de lo que pase el día 15, en torno a Matthei y sus muchachos se está gestando un fenómeno original, con olor a futuro. Es cuestión de ver su franja y contrastarla con la de su rival.
La franja de Bachelet es perfecta, cada una de sus escenas ha sido ensayada o elegida entre muchas. No sobra ni falta nada. Pero podría ser la franja de cualquier candidato de cualquier partido en cualquier parte del mundo.
La de Matthei, en cambio, está llena de imperfecciones, pero constituye toda una sinopsis de su proyecto político y estilo de mando; está hecha con un presupuesto casero, pero logra transmitir una sinceridad que por momentos emociona. Es más, como tiene muy poco que perder, se da el gusto de poner en tabla temas importantes. Hace cosas que los cineastas nunca aprobarían en una sinopsis, como mostrar un extenso diálogo con mujeres que han sufrido violencia intrafamiliar. Una conversación mucho más larga de lo recomendable, pero que nos deja pensando. En otros pasajes de la franja aparecen las reuniones con su equipo. La imagen que surge de ahí no tiene nada que ver con la siutiquería de la derecha santiaguina, centrada en sí misma y dedicada a discutir sobre pequeñeces. La derecha de Matthei tiene pasión social, ama a las pymes y no puede dormir tranquila hasta que no se erradique el último de los campamentos. Una derecha de barrios, no de condominios. Quizá ni siquiera haya que llamarla “derecha”, porque es otra cosa, tiene un estilo diferente, se forma de otra manera. La película podría llamarse: “No somos lo que piensas”.
En todo caso, esta película sobre Evelyn difícilmente ganará un Oscar. Carece de glamour y, en cambio, le sobra transpiración, esfuerzo y sinceridad. Es una película para Sundance. Su final no será propio de Hollywood y todo hace pensar que otra figura se llevará la estatuilla. Podría llamarse: “No siempre gana la que debe”. No es imposible que Michelle Bachelet, la más probable ganadora, haga un buen gobierno. Ojalá, pero es difícil. Y si su gobierno es malo y confuso, si las expectativas y los sueños de millones de chilenos quedan defraudados, solo una persona podrá tener la conciencia totalmente tranquila. Solo ella y su juvenil equipo podrán decir que hicieron lo imposible para evitar que Chile diera un mal paso. Por eso, quizá el mejor título para la película sea simplemente: “Evelyn”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS