La gente tiene todo el derecho, en democracia,
a votar por la o el candidato de su preferencia,
el que le llene el gusto, en el mejor de los casos,
o el que menos le desagrade o
que piense que causará menos daño.
Eso sí que sería bueno que la gente a la hora de votar,
no sacara tantas cuentas alegres con el futuro gobierno
de la próxima presidenta, sino que se pusiera
a cavilar acerca de las consecuencias plausibles
de las medidas más probables que se adoptarán
y los acuerdos más relevantes que se alcanzarán
durante el próximo mandato, para que
los que ahora disfrutan de un período
con pleno empleo, prácticamente,
por dar el ejemplo de una sola variable,
no se vayan a encontrar al poco andar con
un escenario drásticamente distinto del que gozan hoy.
Se echa de menos entre tantos carteles y «palomas»
en la calle, una leyenda como el título de la revista
que sacó Lugoze para la elección del 70: «La palmada en la frente».
Dos o tres años después, la palmada en la frente
llega demasiado tarde. Hay que dársela al tiro
para que sea útil y llegue a tiempo.
Porque de nada sirve, una vez que el daño está hecho,
andar quejándose del gobierno y añorando tiempos mejores.
La política decía Marx (Groucho)
es el arte enunciar problemas,
encontrarlos, emitir un diagnóstico falso
e implantar el remedio equivocado.
Ambrose Bierce, otro prócer agudo,
la define cínicamente
como conflicto de intereses
disfrazado de lucha de principios.
Manejo de los intereses públicos
en provecho privado.
Los tribunos, esos que son verdaderos estadistas,
hombre probos con vocación de servicio público,
que están en esto por el bien del país y no «for the money»,
además del poder y la gloria terrenal,
son una especie en peligro de extinción.
Las soluciones en democracia
para que sean efectivas
requieren de un par de ingredientes:
lógica económica y coherencia política
orientada al bien común.
Cualquier solución tiene que situarse
en un ámbito que comprenda
la intersección de estos dos territorios.
Lo otro que es importante para que el país camine
es que los cambios tienen que hacerse sabiamente;
es decir rumbos que no pongan en riesgo
la necesaria estabilidad que nos permita seguir avanzando,
de lo contrario un costalazo feo nos puede causar
más que un tropiezo, y en el peor de los casos podríamos
volver a la UTI (sin UDI de por medio).
Una democracia buena es aquella
que brinda la posibilidad, al menos,
de poder escoger entre las alternativas propuestas,
aquella que busca que se haga no tanto nuestro
incierto y falible querer sino la Divina Voluntad.
Como se suele cantar en las procesiones marianas
en honor de la Patrona de Chile, la Virgen del Carmen
«A Dios queremos en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar».
http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/10/lugoze-en-el-museo-de-la-historieta-de.html
ResponderEliminarhttp://www.pf-memoriahistorica.org/PDFs/1970/PF_109.pdf