A los profesores de castellano
(o de lenguaje y comunicación
como parece que se llama
la asignatura en los colegios),
les encanta a la hora de hacer preguntas,
buscarle el cuesco a la breva
y la quinta pata al gato del idioma.
Se me ocurre
que, si ese prurito
resultara insoslayable,
sería más conveniente,
al menos, intentar escoger
ejemplos menos soporíferos,
tomados de la candente
contingencia doméstica.
Por ejemplo:
y háblame rápidito
que tengo muchas cosas más
en las que perder el tiempo...»
Para no llevar la interrogación
a un terreno excesivamente académico,
se me ocurren algunas preguntas
más bien informales al respecto
que se podrían incluir
en una tentativa prueba de diagnóstico:
¿Cómo calificaría esta frase?
A. ¿Irónica?
B. ¿Neurótica?
C. ¿Sarcástica?
D. ¿Provocadora?
E. ¿Exasperante?
F. ¿Liberadora?
G. ¿Todas las anteriores?
H. ¿Algunas las anteriores?
I. ¿Ninguna de las anteriores?
J. ¿Me la andai buscando?
Sin saber más del diálogo
implícito en el que se inserta
la frase,
-¿se puede inferir
de qué se está discutiendo?
-¿Podría ser una discusión
de género, por ejemplo?
-¿Es más importante
el fondo o la forma?
- ¿Vay a seguir?
- Ándate a la mierda.
[Justifique sus respuestas.
En esta parte, el profesor
se tiene que agachar
para evitar un zapatillazo]
Puede ser que este tentativo
y muy imperfecto ejemplo
contribuiría a disminuir
el déficit atencional del curso,
aunque está también,
y hay que reconocerlo, el serio riesgo,
de una acción inminente y altamente
probable, de que se desencadene
un escándalo de proporciones,
con episodios violentos
por parte de los apoderados
en que frases de tono subido
de ser respondidas
por el obstinado docente
con argumentación semiótica,
lleven la discusión a otro plano,
por de pronto a un intercambio de golpes,
sillas volando y ventanales rotos.
La lengua
es un arma de doble filo
y la tinta de la pluma,
un material inflamable,
especialmente cuando apoderados
iracundos, sienten que les mueven
el piso escolar y se enfrentan
ante el descriterio subversivo
de un magisterio ideologizado
-o cuando así se lo percibe-.
Dejo esta idea (o el borrador) lanzada(o),
para otra ocasión más feliz.
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