Estamos todos frente al misterio
y cada cual tiene su vocación de infinito.
Hay que respetar sagradamente
la conciencia y la libertad de cada cual,
sin forzar su camino, sino que
con capacidad para contemplar
con afecto a todos, intentar
dialogar e indagar en el misterio de la vida.
La aventura de sumergirnos en ese misterio,
es infinitamente más rica si la complementamos,
la contrastamos con la visión de otros
que nos interpelan y nos mueven
a continuar la búsqueda.
Fe y ciencia no están en conflicto sino en tensión.
La fe no es superstición...es confiar.
La ciencia desconfía, duda y procede a indagar,
pero se percata que no todo lo puede verificar.
Intenta abarcarlo todo, pero el infinito
lo inasible, se cuela por sus intersticios.
La solución al misterio,
nunca es más grande que el misterio mismo.
Las respuestas nos llevan a nuevas preguntas,
más profundas e insondables.
La vida es un don y un milagro,
no es posible ni deseable
circunscribirlo todo a verificación.
No sería una ganancia.
El mundo no se puede detener
para convertirlo en ciencia.
Es deseable encontrar patrones
que nos permitan atisbar
belleza, simetría, comprensión,
una forma en que la «majamama»
se ordene armoniosamente.
Sin embargo, no se puede referir
el amor, por ejemplo, circunscrito
a una cosa que es menos que persona.
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