por R. Rigoter
Diario El Mercurio, Domingo 20 de octubre de 2013
Los seis hermanos y sus cónyuges nos juntamos un fin de semana en un balneario cercano. La conversación fue generosa, repasando la vida de nuestros padres ya fallecidos, y los recuerdos de aquella infancia feliz que compartimos. Uno de ellos encontró el viejo álbum de fotografías que era de nuestro padre y que se creía perdido. Con las tecnologías modernas escaneó su contenido, y mientras se proyectaban las fotos, las comentábamos suscitándose arduas discusiones: “¡Si tal no es fulano, sino mengano!”, decía uno. “¡No, nunca fue tan gordo! Es el pololo fugaz de perengana, cuyo único vestigio debe ser esta foto”, aseguraba otro. “¡Esa foto es del matrimonio del tío X!”, afirmaba alguien. “¡Estás equivocado, es el de la prima Z!”, alegaba el de más allá. Donde no hubo discusión fue con las fotos de unas lindas jovencitas, sin duda pololas de juventud de nuestro padre, y cuya identidad fue un secreto que se llevó a la tumba.
Al día siguiente visitamos un paseo costero. Allí, entre cantantes populares y artesanos, había un fotógrafo vestido de bata blanca, provisto de caballos embalsamados, sombreros y mantas. Decidimos inmortalizar el encuentro montados en los animales con la correspondiente indumentaria. Salió una linda foto, con el mar y los botes de fondo.
De pronto imaginé el futuro: nuestros nietos reunidos un fin de semana, discutiendo si en la foto de marras el gordito de la izquierda era el tío Z o el tío X.
R. RIGOTE
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Al día siguiente visitamos un paseo costero. Allí, entre cantantes populares y artesanos, había un fotógrafo vestido de bata blanca, provisto de caballos embalsamados, sombreros y mantas. Decidimos inmortalizar el encuentro montados en los animales con la correspondiente indumentaria. Salió una linda foto, con el mar y los botes de fondo.
De pronto imaginé el futuro: nuestros nietos reunidos un fin de semana, discutiendo si en la foto de marras el gordito de la izquierda era el tío Z o el tío X.
R. RIGOTE
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