En la variedad está el gusto
y no sólo hay que respetarlo
sino celebrarlo..., pero
para verse atractiva tiene que recurrir
a escotes desmesurados, tajos epatadores,
rebajes excesivos o transparencias
que no dejan nada a la imaginación?
¿O alguien piensa, que lo sensual pasa
por alardes colorinches y vulgaridades surtidas?
La diseñadora británica Vivienne Westwood
expresó alguna vez que el vestuario
reconstituye la arquitectura del cuerpo.
La persona, las telas, el corte,
las proporciones, el conjunto
expresados en un lenguaje sintético,
discreto y a la vez ceñidamente audaz,
obedeciendo tal vez a esa observación
de Cocteau que la prudencia de la audacia
consiste saber hasta dónde llegar demasiado lejos.
El atractivo de una mujer hermosa
radica en una variedad de cualidades
-ciertamente no sólo en la belleza de su cuerpo-
y para que se manifieste en todo su esplendor
se requiere de una composición lograda
que destaque un conjunto balanceado,
en el que los diversos aspectos son convocados
y acuden al encuentro para el deleite
hipnotizado de la mirada de quien la observa.
La fina envoltura,
una elegante postura;
la armoniosa silueta realzada:
la majestad de la mujer
desplegando en todo su esplendor
el misterio del eterno femenino.
Se ven bien, se sienten bien...y todos felices.
Una muestra, entre muchas, de lo que estoy tratando de expresar:
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