se desplazan en el cerebro
una vez que se hacen conscientes.
La memoria es una vagabunda
que deambula tras de ellos
intentando recuperarlos.
Es por ello
que la reconstrucción del pasado
de una persona por sí misma
requiere de la capacidad de invención.
La vida no se comprende
al ritmo en que se vive.
Se requiere de cierta
elaboración racional
para aproximarse
a una plausible
comprensión de lo vivido.
Los sueños nos revelan
las formas en que la mente
puede llegar a relacionar,
de formas insólitas y delirantes
esa combinación
de imaginación y recuerdos,
de invención
y de recuperación de lo vivido
para conformar una identidad
que le permita a uno seguir caminando,
con la sensación de que en medio
de la metamorfosis y el cambio,
puede haber una cierto hilo común,
una conexión que articula a la persona
más allá de la particular configuración genética,
de cada cual o de las circunstancias específicas
que ha experimentado en su recorrido.
Aquello que confiere una estructura
que al ser individual e irrepetible
y que le provea de sentido
mientras lo sitúa en relación
con los demás, su entorno y su devenir
más allá de su precariedad
e inminente disolución del personaje
desde la perspectiva del horizonte
que se aprecia en este universo temporal.
Horizonte que contemplamos
desde nuestra privilegiada atalaya
-ignorándolo casi todo-
pero que de alguna manera misteriosa
contribuye a la visión
cosmológica y ontológica,
hacia fuera y hacia adentro,
de esa entidad irreversible
que llamamos universo...
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