Columna - Perdone lo Poco
por Liberty Valance
Diario El Mercurio, sábado 1 de septiembre de 2012
Cuando se trata del futuro y de las nuevas generaciones universitarias, no hay duda alguna: mejor exagerar y prevenir, antes que el lamento tardío y posterior.
Nada más sabio que lanzar una luz de advertencia, porque se escuchan amenazas de tomas, surgen las ocupaciones incipientes y hay ruido de paros en el horizonte.
Así fue 2011 ¿Será igual 2012 o 2013?
¿Cuántos alumnos y de cuántas universidades? ¿Pero de las tradicionales solamente o también se plegarán las privadas? ¿Qué queremos? Semanas sin profesores, meses sin clases y sin embargo, con parches, buena voluntad y vista gorda, se resumen las materias, se cierra el curso y se aprueba el año.
¿Qué clase de profesionales tendremos el día de mañana?
¿Con cuántas imperfecciones se titularán los que hoy estudian para abogados y profesores? ¿O bien para ingeniero comercial, asistente social o médico?
¿Dónde estamos llegando?
Esta época tiene como equivalencia lo que vivió el país en otro período, que se puede encajonar en los siguientes años: 1967, inicio de la reforma universitaria, y 1973, con el final de la Unidad Popular.
Ambos años inclusive, donde ninguna carrera ni universidad tuvo semestres normales y siempre hubo crisis, revuelta y desorden. En el interior o en las afueras, mucho asambleísmo, marchas, claustros generales y protestas variadas, reemplazaron las clases, el horario y el orden.
Los chilenos que estuvieron en las universidades durante ese tiempo remoto pueden dar fe de anomalía académica y es evidente que estudiaron poco y nada, sobre todo entre 1970 y 1973.
¿Cómo influyó en su desarrollo posterior y cuánto los afectó?
Un semestre en ese tiempo, en los hechos, fue un mes y medio de clases, con suerte.
Un año, en la realidad y con fortuna, no era más que un trimestre.
Como en las estadísticas de los partidos de fútbol. La letra dice 90 minutos, ¿pero cuál es el tiempo real de juego; es decir, cuánto tiempo se tiene la pelotita y por tanto se estudia y ensaya, con pruebas, tácticas y trabajos? 20 minutos.
Materias que apenas se pasaron, cursos interrumpidos y fallidos, fórmulas que se saltaron, conocimientos inacabados, tópicos que ni se vieron ni leyeron, programas incumplidos, demasiado tema libre en la hora pedagógica, desorden académico y una formación general con baches y saltos.
Los estudiantes de Leyes, Ingeniería o Medicina de esos tiempos, ¿salieron o no salieron fallados, por culpa de la época?
Los que vivieron esa experiencia tienen la palabra.
Los actuales ministros Cristián Larroulet y Joaquín Lavín, Ingeniería Comercial en la UC, o Luis Mayol y Jaime Mañalich, estudiantes de Leyes y Medicina en la Universidad de Chile.
Los ex ministros Nicolás Eyzaguirre, Pilar Armanet, José Goñi, María Soledad Barría, René Cortázar, Marigen Hornkohl, Ricardo Solari o Claudio Hohmann.
¿Quizás no llegaron más lejos, en la vida y en lo profesional, porque andaban de cabeza en asambleas, paros y manifestaciones?
¿Importa estudiar cinco años de corrido y sin paros o en verdad da lo mismo?
¿Podemos hablar de una generación perdida o estaremos exagerando?
Tenemos la duda.
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