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La gratuidad regresiva


Diario El Mercurio, Viernes 09 de agosto de 2013

"Para aumentar la educación terciaria se requiere no solo reducir su costo para los estudiantes, sino atender las deficiencias de la educación básica y, sobre todo, focalizar ayudas no solo financieras en los estudiantes de menos recursos..."

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En el debate nacional sobre cómo aumentar el acceso a la educación universitaria y su calidad, sorprende el énfasis estatista que ponen amplios sectores. Con mirada desde el exterior, el experto Jamil Samil, hasta hace poco coordinador del programa de educación terciaria (universitaria y técnica o profesional) del Banco Mundial, así lo ha advertido en reciente visita al país. Samil subraya algo obvio, cual es que un modelo de educación universitaria gratuita significa subvencionar a los estudiantes de mayores ingresos, algo que pocos países pueden financiar sostenidamente y con altos estándares de calidad. Algunos nórdicos lo hacen, pero se trata de sistemas altamente costosos. Dinamarca y Finlandia destinan el 1,8% de su PIB a financiar la educación terciaria, lo que implica en promedio unos 5.000 millones de dólares para una población de entre 15-24 años en torno a 700.000 personas (en Chile, el fisco destina el 0,8%).

Por eso, la mayoría de las propuestas recientes, especialmente para países emergentes, se enfoca en sistemas no gratuitos, pero que implican becas y créditos estatales con condiciones ventajosas, cuyos pagos son ligados al salario que los estudiantes obtienen cuando comienzan su vida laboral.

Para aumentar la educación terciaria se requiere no solo reducir su costo para los estudiantes, sino atender las deficiencias de la educación básica y, sobre todo, focalizar ayudas no solo financieras en los estudiantes de menos recursos.

Si la gratuidad de la educación universitaria fuera la respuesta, no se explicaría por qué el 21,3% de los jóvenes finlandeses está desempleado, ni por qué su gobierno está alarmado ante el creciente número de jóvenes que se quedan hasta la educación básica, equivalente a nueve cursos, o hasta los 15 años. Según la OCDE, la tasa de ingreso a la educación terciaria es 10 veces mayor entre los jóvenes finlandeses con padres con formación académica respecto de los que no la tienen. Y también se ha establecido que los grupos más vulnerables están en mayor riesgo de quedar fuera del sistema. Se cree que, aunque excelentes, las escuelas finlandesas no están preparando a los estudiantes para enfrentar la vida adulta y el mercado laboral.

En Alemania sucede algo similar. Aunque el acceso a la educación es gratuito, y su modelo está altamente enfocado en la formación técnica y profesional, en los últimos años las empresas y academias profesionales tienen más problemas para llenar los cupos de formación. Es uno de los pocos países donde las generaciones más jóvenes muestran una tendencia a obtener menores niveles académicos que sus padres.

La respuesta no está exclusivamente en el costo de entrada a las carreras universitarias o técnicas. Formar un capital humano más productivo e innovador, acorde con las necesidades de un país en desarrollo, requiere priorizar otras áreas, como la calidad de los profesores y los contenidos.

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