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El miedo como recurso natural


por Fernando Iwasaki
Diario El Mercurio, Revista de Libros
Domingo 11 de Agosto de 2013
http://diario.elmercurio.com/2013/08/11/al_revista_de_libros/revista_de_libros/noticias/B8A7BF5E-9370-4824-9147-9873C0B8974B.htm?id={B8A7BF5E-9370-4824-9147-9873C0B8974B}
 
Los lectores de Juan Villoro que ya hemos disfrutado de novelas tan maravillosas como El testigo (2004) o de nouvelles redondas como Llamadas de Amsterdam (2008), de volúmenes de cuentos extraordinarios como La casa pierde (1999) y Los culpables (2007), de lúcidos ensayos como De eso se trata (2007) y La máquina desnuda (2009) o de memorables volúmenes de crónicas como Dios es redondo (2006) y Safari accidental (2006), vamos a precipitarnos siempre sobre cualquier novedad del estupendo narrador mexicano, porque Juan Villoro es uno de esos escritores a los que merece la pena leer en su totalidad; es decir, desde sus títulos más grandes hasta sus obras incluso menores, porque la valía de los escritores que van a perdurar restalla especialmente en sus trabajos menos ambiciosos.Arrecife no es el mejor libro de Villoro, pero en sus páginas hay líneas, párrafos y fragmentos del mejor Villoro.
Si Arrecife fuera la primera novela de un narrador desconocido no le escatimaría elogios, mas por tratarse del título de un autor reconocido cuyas novedades sí podemos comparar con libros anteriores, resulta legítimo opinar sobre el lugar que ocupan las últimas entregas dentro del conjunto de la obra del escritor en cuestión. Por lo tanto, si afirmo queArrecife es un libro menor, quisiera dejar claro que solo lo es en comparación con El testigo , Llamadas de Amsterdam ,Los culpables , Materia dispuesta (1997) o Efectos personales (2000), entre otros títulos del propio Juan Villoro. Procedo entonces a argumentar mis aseveraciones.
El planteamiento de la novela es irreprochable: «La Pirámide» es un hotel que sobrevive en el litoral de Kukulcán -donde todos los resorts han quebrado- gracias a que su principal producto es el turismo del miedo, del riesgo y del peligro, pues los clientes de «La Pirámide» creen que pueden ser agredidos, secuestrados e incluso violados por narcos, guerrilleros o delincuentes comunes, que no son otra cosa que actores y figurantes contratados por el director del hotel, un ex músico de heavy-metal que rescata de los abismos de la droga al antiguo bajista del grupo -verdadero protagonista de Arrecife- para incorporarlo al equipo de profesionales de «La Pirámide». Así, nada más arrancar la novela se cometen dos asesinatos y entonces comienza una trama que sigue los cánones de la novela negra, aunque la profusión de historias subalternas y paralelas crea un follaje que le resta eficacia y protagonismo a la historia principal. A diferencia de los críticos que suelen sentenciar que a ciertas novelas les sobran páginas, a mí se me antoja que Arrecife necesita más páginas todavía.
En efecto, por un lado tenemos la historia de «La Pirámide», a la que hay que sumar las historias de Mario Müller (director del hotel), del Gringo Peterson (dueño del hotel), del finado grupo de rock «Los Extraditables» y del mismo protagonista Tony Góngora, que en alguna parte de la novela también se apellida Gándara. Uno se queda con ganas de saber algo más de otras criaturas de la novela como Luciana, Sandra, Laura, el cursi Yoshi, la madre de Tony o de las mismas víctimas que echan a andar la maquinaria de la novela: Ginger y Bacon, porque sus apariciones quedan como desflecadas o pespuntadas, sin rematar. No obstante, superada la mitad de la novela, el ritmo narrativo de Arrecife se vuelve trepidante, todas las piezas comienzan a encajar, la presencia de cada personaje adquiere una coherencia que hasta entonces había pasado desapercibida y asistimos a los momentos más brillantes de la novela, como el impagable diálogo que mantienen el Gringo Peterson y Tony, y que me hizo fantasear que Clare Quilty también podría haber disuadido a Humbert Humbert si Nabokov hubiera leído a Villoro.
Por otro lado, el mejor Villoro relampaguea a lo largo de toda la novela gracias al humor, la lucidez y la ambición casi aforística de muchas de las sentencias de las criaturas de Arrecife . ¿Por qué un gringo necesita drogarse y un mexicano no?: "Eres mexicano, Tony. Ustedes no necesitan una guerra para intoxicarse. Aquí la realidad ya está alterada" (Peterson). ¿Qué es el rock en México?: "En este país el rock es un secreto, no una profesión" (Luciana). ¿Por qué los países desarrollados cultivan la sensibilidad por el medio ambiente?: "Europa y Estados Unidos llenaron el mundo de mierda para desarrollarse, pero no quieren que hagamos lo mismo. Quieren conservar plantas y especies en sitios alejados. Nuestro atraso es su ecología" (Mario). O ¿por qué algunos países son mejores que otros en los juegos paralímpicos?: "Los mexicanos necesitan chingarse para estar bien, por eso son tan buenos en las Olimpiadas de paralíticos" (Peterson). De hecho, Villoro pone en boca de Tony una frase digna de tener un desarrollo programático: "El miedo es nuestro mejor recurso natural".
Sin embargo, lo más lúcido y prometedor de la novela -destacado incluso en la contraportada- apenas se enuncia en dos párrafos de la página 109, cuando Villoro insinúa que los hoteles quebrados y cerrados "son perfectos para simular inversiones y llevar una contabilidad fantasma", porque "El dinero de la venta de armas, de la trata de blancas, del narcotráfico, no puede llegar así como así a un banco, necesita dar un rodeo: Kukulcán es perfecto para simular que las ganancias se produjeron aquí". El desenlace de Arrecife no raya a la altura de lo que promete este hallazgo tan potente, circunstancia que a los lectores de Juan Villoro y especialmente de su novela El testigo , nos deja con la miel en los labios. Deliciosa, pero en los labios.
 Juan Villoro Ciudad de México, 1956
Prolífico y multifacético escritor y periodista mexicano, es autor de novelas - El disparo de argón (1991), Materia dispuesta(1997), El testigo (Premio Herralde 2004)- y cuentos - La noche navegable (1980), Albercas (1985), La casa pierde(1999), Los culpables (2007)-. También es un destacado cronista - Tiempo transcurrido (1986), 8.8: Miedo en el espejo (2010)-, ensayista - Efectos personales (2001), De eso se trata (2008)- y autor de libros para niños -Las golosinas secretas (1985), El libro salvaje (2008), La gota gorda (2010).

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