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Consulte no más, pregunte

Consulte no más, pregunte
por Nicolás Luco
Diario El Mercurio, lunes 3 de Octubre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/10/03/ciencia_y_tecnologia/mas/noticias/C1D3AE74-020E-441E-85A7-F3F916376357.htm?id={C1D3AE74-020E-441E-85A7-F3F916376357}

"Yo aprendí a punta de preguntas (...) No había Discovery Channel, no
había ni TV ni internet".


Hoy parte la "Semana de la Ciencia y la Tecnología" en todo Chile.
"Explora", de Conicyt, armó la fiesta.
"Explora" es una organización fuerte en regiones gracias a personas
obsesivas: delegadas y delegados convencidos de que la curiosidad
palpita como el corazón. Hay que encenderla y mantenerla viva.

Esta semana, los delegados se ponen a prueba. Organizan.

Da un gusto enorme espiar una sala de clases cuando se celebra "Mil
científicos, mil aulas" año a año, que es parte de las actividades de
la Semana. Jóvenes ojiabiertos esperan en su sala a este personaje, un
científico o una científica que viene a hablarles de lo que a él o a
ella le quiebra la cabeza. Es un triple esfuerzo para el investigador
o la investigadora: abandonar el laboratorio, simplificar el lenguaje
y exponerse a la frustración si no le entienden.

Me tocó hace años ver una clase sobre el cerebro en un tercero medio.
Que un neurobiólogo venga y dibuje un cerebro en la pizarra, abra una
parte del mecanismo de esto que todos tenemos en el cráneo, dejó a los
estudiantes embarcados en una sucesión de preguntas. Las preguntas son
lo más importante, siempre. La curiosidad.

Además, comprenden que Einstein, anteojos bifocales, peinado loco, no
significa ser científico. La mayoría, son seres corrientes. Desaparece
la caricatura. Capaz que ellos, un día, pudieran calarse un delantal
así.

En 2010 me tocó también ver la final, en Punta Arenas, del concurso
nacional convocado por el Instituto Antártico y "Explora" para la
educación media: tema, investigar la Antártica. Los ganadores
regionales exponen en la final. Hay un equipo por región.

No puedo olvidar a un joven de Traiguén, tercero medio,
deslumbrantemente inteligente, orgulloso de haber ganado; me explicaba
su investigación antártica. "No sé lo que voy a ser -me dijo-; podría
ser científico". ¿Cómo ayudarlo en Traiguén?, pensé. Y no quise pensar
mucho más. Este mal año cursa cuarto medio.

En otra ocasión asistí a una clase para jóvenes de segundo y tercero
medio en un laboratorio de biología de la Universidad Católica, en
Santiago. Eran 16 jóvenes que participan en el PentaUC, programa de
Talentos de esa universidad, que los busca en sectores amenazados y
los abre a una educación de primera.

Delante de cada uno había un microscopio de verdad y preparaciones con
fibras de jaiba. Miraban, preguntaban, comprendían a una velocidad de
matapiojo. El profesor me dijo al final, conmovido, "¡ojalá mis
alumnos universitarios fueran tan intensos como éstos!"
Los niños y los adolescentes viven abiertos. Un poco frustrados, tal vez.

Yo aprendí a punta de preguntas. En la casa de mi tío Joaco, que era
científico, encontré "El tesoro de la juventud", y en él, "El libro de
los por qué". ¿Por qué flotan los barcos?, ¿Por qué el fuego derrite
los metales?... Infinitas preguntas.

Luego, la tía Lucy, que vivía al lado de mi casa, en los altos, compró
"El tesoro", y con mis hermanas subíamos a recorrer el mundo. No había
Discovery Channel, no había ni TV ni internet. Disponíamos de esas
horas y esos años abriéndonos al universo en esos 20 tomos empastados,
leyendo, involucrados... curiosos.

"Explora" en la internet muestra el programa de actividades para esta
semana. En Santiago, parece que la cosa intensa estará frente al Museo
Nacional de Historia Natural: habrá química, cosa que nunca entendí
bien, pese a que mi papá le compró a un gringo que regresaba a su
país, un laboratorio didáctico que me permitió avanzar un poco y
manchar mucho.

Capaz que vaya a curiosear a la Quinta Normal. Con mis nietos.

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