por Joaquín García-Huidobro
Diario El Mercurio, domingo 7 de agosto de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/08/07/reportajes/opinion/noticias/225F638E-68A1-43F0-AFF2-435789D00E8D.htm?id=%7B225F638E-68A1-43F0-AFF2-435789D00E8D%7D
Con algunos líderes estudiantiles ha pasado como con esas personas que
ganan un concurso de talentos en TV: de pronto se volvieron famosos e
importantes. Esto, sin embargo, puede traer consecuencias delicadas,
sobre todo cuando las personas no son conscientes del riesgo que
corren y carecen de mecanismos de autocontrol.
En este contexto, el diálogo con ellos se hace particularmente
difícil. Pero ¿es la única razón? ¿Se trata simplemente de que,
después de haber probado el poder y la fama en grandes dosis, esos
jóvenes ya no son los mismos de hace tres meses? Si fuera así no sería
tan grave.
Lamentablemente, parece haber algo más: una realidad que, al menos
desde Freud, se llama narcisismo, un fenómeno que, en mayor o menor
medida, afecta a muchas personas, pero que cuando alcanza límites muy
altos, y adquiere características colectivas, constituye un obstáculo
insalvable para la vida social, porque lo que podríamos llamar
"narcisismo político" es la negación misma de la política.
Una mirada al DSM-IV-TR, de la Asociación Psiquiátrica Americana, nos
entrega sorpresas interesantes. Los narcisistas tienen "un sentido
grandioso de autoimportancia", están preocupados por fantasías de
éxito ilimitado, de poder y brillantez; otorgan gran importancia a los
privilegios que "hace tiempo que les deben"; se sienten especiales o
únicos y consideran que solo personas muy calificadas pueden
comprenderlos; demandan admiración excesiva. Por otra parte, mantienen
"expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial" y
llegan fácilmente a "la explotación consciente o inconsciente del
prójimo".
Otro rasgo mencionado por el Manual consiste en que "esperan que se
les dé todo lo que desean o creen necesitar, sin importarles lo que
pueda representar a los demás", y tienen dificultad para entender las
necesidades de quien está frente a ellos. Son, asimismo, muy sensibles
a los ultrajes que supuestamente reciben, sin tomar conciencia de los
que hacen ellos. Curiosamente, en ocasiones pueden desplegar un gran
encanto con tal de conseguir la admiración ajena.
Estos factores pueden darse de modo exacerbado en la adolescencia,
pero ser corregidos con el tiempo. Cabe que se mezclen con
reivindicaciones nobles, aunque quizá carentes de mesura. En este
contexto es posible que ciertos adultos exploten esas debilidades para
sus propios intereses (¿conseguir un mártir?).
A todo el mundo le puede tocar un pariente un tanto narcisista o un
jefe con esas características. Pero la cosa se complica mucho más
cuando todo un movimiento social comienza a tomar esa fisonomía, y
especialmente cuando esas personas perciben que falta autoridad.
La política supone reglas, pero ellos no las reconocen, o solo están
dispuestos a aceptar las que juegan a su favor. Pueden mostrar grandes
escrúpulos porque no se respeta el espíritu de un determinado artículo
de la ley de universidades, pero hacen caso omiso de las normas que
prohíben ocupar inmuebles ajenos. Los propios delitos, como la
agresión a carabineros, son irrelevantes ante el hecho de que la
policía emplee la fuerza para proteger el espacio público y la
tranquilidad ciudadana. Ellos hacen tomas, otros estudiantes las
sufren.
La demora en terminar con paros y tomas puede entenderse mejor si se
tiene presente este componente narcisista de parte del movimiento
estudiantil. Desarmar las barricadas de sillas y escritorios, para
sentarse, abrir un cuaderno y empezar a escribir lo que dicta un
profesor, es un reconocimiento de las jerarquías. Para alguien que se
ha enfrentado de tú a tú con un ministro puede resultar insufrible
volver a las aulas y reconocer la propia ignorancia.
Reformar la Constitución parece apasionante, pero estudiar lo que han
dicho Montesquieu y otros constitucionalistas puede resultar
particularmente tedioso.
Lamentablemente para ellos, llegará un día en que los micrófonos y las
cámaras se irán a otro lado. Algunos tendrán que enfrentarse con
teoremas implacables o con inexorables ecuaciones, otros se las verán
con la cruel PSU. Entonces no servirán de mucho las cataratas de
discursos, la admiración ajena o la pretensión de poner ellos las
reglas del juego. Allí solo valdrá una pregunta: "¿sabe o no sabe?".
CLASE DEL 70 SGC
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Narcisismo político
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