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¿Claudicación?

¿Claudicación?

por Luis Larraín 

Diario El Mercurio, sábado 6 de agosto de 2011

Se dice que el Gobierno está sondeando la disposición a aprobar una reforma tributaria que aumente los impuestos para financiar mayor gasto en Educación. Se comenta que el ministro Longueira ha tratado el tema con dirigentes empresariales . Se afirma que el Presidente Piñera se encuentra impactado por los grados de desigualdad que hay en la sociedad chilena y, por ello, avalaría estos sondeos.

Raro. Raro porque los técnicos de Gobierno y el Presidente de la República conocen perfectamente el grado de desigualdad que hay en nuestro país. También porque su programa de gobierno contemplaba más recursos para Educación sin subir los impuestos.

Extraño, porque el ministro de Hacienda Felipe Larraín es uno de los mayores expertos chilenos en el tema de la pobreza y la desigualdad. Curioso, porque una reforma tributaria no es técnicamente el instrumento correcto para atacar la desigualdad, ya que como lo han señalado los economistas Andrés Velasco y Cristóbal Huneuss el problema de desigualdad en Chile se produce básicamente por la falta de empleos, fenómeno que se agravaría con una reforma tributaria, especialmente si ella aumenta el impuesto a las empresas.

Desconcertante, porque otros economistas como Alexander Galetovic y Eduardo Engel han demostrado que la herramienta tributaria ha sido muy inferior a la del gasto público para resolver el problema de la desigualdad en Chile. Y eso el ministro Larraín lo sabe.

Sorprendente, porque los ministros políticos del gabinete que supuestamente apoyarían una reforma tributaria se apartarían radicalmente de lo que hacen los políticos de centroderecha en el resto del mundo. Los republicanos en EE.UU. dan su voto para aumentar el límite de endeudamiento del gobierno federal sólo porque la componente de baja de gasto fiscal llega al 70% frente al modesto 30% de aumento de impuestos; sus colegas chilenos, frente a una situación de superávit fiscal para 2011, ni siquiera plantean que reducir el gasto público es siempre una alternativa al aumento de impuestos si se requieren nuevos recursos.

Desconcertante, porque el campeón de la nueva derecha, David Cameron, lleva a cabo un durísimo programa de recortes al gasto fiscal en Inglaterra, recordándonos que siempre el sector político que representa piensa que un peso gastado por la empresa privada generará más riqueza que uno administrado por la burocracia estatal.

¿Qué es lo que sucede, entonces? ¿Por qué el Gobierno podría estar evaluando esta posibilidad?

Es que este año y medio ha sido duro para el Presidente Piñera y su equipo. Luego de enfrentar el terremoto y de ilusionarse con el rescate de los mineros, todo ha sido cuesta arriba. Y la popularidad del Gobierno ha caído fuertemente. Duro, porque han trabajado con ahínco y eso no se refleja en el apoyo popular.

Y es que en toda contienda, sea ella política, bélica o deportiva, llega un momento de agotamiento. De cansancio excesivo. Y se empieza a perder la confianza. Sólo se quiere evitar el castigo, terminar con el menor daño posible. Se dejan de lado los fundamentos y se rehúsa el combate. Es el momento del miedo.
Mientras eso sucede, en la otra trinchera pasa justamente lo contrario: se percibe el temor, se olfatea la debilidad. Y de allí en adelante sólo cabe ir por más.
Y eso está pasando en la política chilena hoy día. Un gobierno débil responde a las demandas ciudadanas cediendo, concediendo. Y allí están los estudiantes, los mineros, los transportistas, los empleados públicos; los conocidos de siempre y tras todos ellos la Concertación. No son los débiles, no los desfavorecidos, no los pobres entre los pobres. Son estos últimos los que sufrirán con los menores empleos generados por una reforma tributaria.

Por eso, el Gobierno debe dejar de tirar más carne a las fieras, porque éstas serán insaciables. Una reforma tributaria que aumente los impuestos sería una verdadera claudicación del Gobierno. Por eso sus partidarios debemos levantar la voz para evitarla. Porque el deber no habrá de tener miedo de hablar cuando el poder se incline ante la adulación.

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