Acerca de lo primero: Cristián y el Negro lo han dicho todo.
Eterna gratitud a los generosos benefactores
Gratitud también a Cristián por su valor al recurrir a sus compañeros,
y también por su calidad humana, el privilegio de una amistad
que ha crecido como nunca desde que se desencadenó su enfermedad
(o pack de dolencias que lo aquejan) y que ha enfrentado
con gran entereza y espíritu constituyéndose en un conmovedor ejemplo,
en una permanente clase magistral de fe y paciencia para todos los que lo rodean.
Y de lo segundo
La genuina alegría está asociada a una condición fundamental del espíritu humano. Es la que nos conecta con el impulso vital y la que nos ayuda a sobrellevar dificultades y contrariedades de este mundo. Es algo natural en los niños y junto con la curiosidad que nos lleva a descubrir el mundo, es una de las fuentes más fecundas de la amistad. Es en cierta forma una manifestación de sabiduría y de salud mental, que nos permite disfrutar la vida, sobre todo en su dimensión gratuita y desinteresada. Los niños en su inocencia y alegría espontánea llevan consigo una enorme cuota de sabiduría. Incluso en la seriedad con que juegan, como decía Nietzsche, hay una gran lección: "la madurez se alcanza cuando recuperamos la seriedad con que jugábamos de niños". Es por ello que si olvidamos lo que fuimos en dicha época clave, perdemos algo muy fundamental de nuestra esencia. En cierta forma, es como morir tempranamente, aunque sigamos circulando por este mundo. Nos convertimos en una máscara de nosotros mismos, y practicamos un juego de roles que nos pueden eventual o peregrinamente llevarnos a efímeros éxitos, pero es poco probable que nos conduzcan a la felicidad. Esa felicidad que no se alcanza en la búsqueda de honores
El eo-eo que menciona el Negrito, en su mejor sentido, no es una expresión de vandalismo, como tal vez más de alguno todavía teme, sino más bien, y como el tiempo lo ha demostrado, una manifestación de energía desbordante que brota de un entrañable e inextinguible afecto, que brotó espontáneamente en los años clave de formación que compartimos al alero del Saint George's College y que se suponía que permanecería a lo largo de toda la vida, como el fuego inextinguible del dragón: el nunca suficientemente bien ponderado Georgian Spirit, para trascender más allá de las aulas y patios escolares que abandonamos hace tanto tiempo.
Es explicable y resulta natural que el centro de gravedad de nuestros intereses y actividades se haya desplazado desde aquellos años en que éramos más gregarios y mejor dispuestos a compartir con nuestros compañeros y amigos. Ahora, cuesta verse, hasta con los más cercanos e íntimos. Antes el colegio nos obligaba a compartir cotidianamente y nos proporcionaba un hábitat más bien árido y precario, pero hábitat al fin. Hoy la familia, el trabajo, responsabilidades y compromisos de todo tipo, en una sociedad incomensurablemente más compleja nos impide disfrutar de la amistad como entonces. Se requiere de la convicción, de la urgencia y de la conciencia que la vida se nos escurre cada vez más rápido, y si no damos un golpe de timón en medio del tráfago cotidiano, para tener alguna posibilidad de reencontrarnos, quizá más adelante será demasiado tarde.
Tal vez, como el poema de Borges, "ya somos el olvido que seremos"...y el acta de defunción del curso ya está escrita hace mucho tiempo. Sin embargo, algunos, tal vez muchos, continuamos sintiendo un profundo, entrañable e inextinguible afecto por todos y cada uno de nuestros amigos que fueron en otro tiempo compañeros de generación, y creemos que el curso no está muerto, sólo dormido. Y que cada uno de nuestros compañeros, sea donde sea que estén, no han sido olvidados. Puchas que son importantes, por Dios que lo son. Y eso lo saben los que están afuera y sienten una nostalgia genuina, un dolor auténtico en el cuore por no poder compartir algunas de nuestras celebraciones y volver a ver, abrazar, recordar y continuar la conversa con esos amigos nunca olvidados de toda la vida.
No hay día, y no pasa mucho rato, en que no esté pensando o rezando por Tito Contreras y los suyos, y pensando en las quimios a las que ha sido sometido, el decaimiento, lo que está sintiendo y pensando nuestro tan, tan querido amigo y la incertidumbre que enfrenta en su lucha contra la cruel enfermedad.
Humberto Contreras Maynard, es más que un hermano, es un amigo cariñoso, querible 'a cagar', que hace crecer cada día lo que entiendo por la palabra amistad o por palabra alegría. Les da un nuevo significado y las llena de profundidad y sentido.
La amistad, como decía C.S. Lewis es una de las dimensiones del amor, y sabemos como San Pablo, que todos los logros y éxitos, todos los deberes cumplidos y las tareas bien hechas tienen un valor muy relativo si no están hechas con amor.
No queda mucho tiempo, ni siquiera sabemos si llegaremos a la sexta década...y si llegamos proveámosla de sentido;
libremente, sin obligación alguna, desinteresada y generosamente, porque lo único que nos llevamos de este mundo es lo que damos, y no hay nada más grande que podamos entregar que nosotros mismos, al menos un poco de nuestro tiempo para disfrutar intensamente la alegría de verlos reunidos en un solo lugar y la explosión de los afectos y de manifestar nuestro espíritu solidario y fraterno cada vez que unos de nuestros amigos y compañeros estén en necesidad o dificultad.
Fuerte y fraterno abrazo
Dios los bendiga
Rafa
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