With prior study
of the making of books,
they knew exactly the book
they wanted to present
and how to put it together.
I found this really stimulating.
Another source of motivation
was the freedom to asign
my own personal meaning
to Guy's photographs.
I wanted to recreate emotion,
to capture the changing colors,
shapes and beauty of the flowers,
to reveal that permanent sense of vertigo
that exists in the Cordillera.
I succeeded in designing
a very lively book
using unique graphic compositions:
sometimes I present opposing images
in order to provoke the reader
while other pages are more subtle
or more literal, such as when
I cropped a particular flower
in a circular shape
in reference to the sun'.
While the city never looses its buzz,
silence reigns up in the mountains.
One can barely hear
the whisper of flower petals
fluttering in the musical wind.
The air is stark cold and crystal clear;
the sky is deep blue and the stones
are gray, sharp, and inanimate.
There, almost invisible
in the unconscionable mountain,
flowers await.
Secrets of the Cordillera over Santiago
invites you to experience an extraordinary
and personal act of contemplation and discovery,
of wonder and celebration among them.
_______
Cuando se la mira desde la ciudad de Santiago, la Cordillera de Los Andes aparece como un gran muro de apretadas formas ascendentes que se extiende largo y horizontal separando Chile del resto del continente.
Pero una vez que se llega a ella, la sensación infranqueable desaparece al comenzar a abrirse, al ir desplegándose como los envoltorios de un regalo, dejando al descubierto sus grietas, sus planicies y sus alturas que se juntan unas con otras para iniciar la subida que traspasa las nubes hasta casi alcanzar el cielo.
José conoce bien la precordillera de Pirque. Pasa sus días entrenando caballos para pruebas ecuestres y moviendo animales por cerros y quebradas. En sus días libres también realiza expediciones por aquellos solitarios parajes.
Elizabeth Huyghe es una de las personas que frecuentemente cabalga con él. Ella recuerda cuando hace algunos años le comentó que en el verano quería volver para fotografiar las flores y José, sorprendido y medio burlón, le preguntó qué flores pensaba fotografiar, 'porque yo aquí jamás he visto una'.
El hombre, acostumbrado a buscar caballos y vacas a la distancia, nunca se había detenido a mirar lo que diariamente pisaba entre los meses de octubre y febrero.
Hoy, dice Elizabeth, 'José me llama para contarme que flores van apareciendo en la quebrada de la Madera y en el Morro'.
Tal como sucede en otras partes de la cordillera central, el sector de Farellones y las profundidades de Pirque y el Cajón del Maipo,
inician una transformación hacia principios de octubre.
La llegada de los primeros calores, sumada a la humedad invernal que aún impregna el suelo, hace que brote vida en el medio de la nada.
Son las flores de la cordillera que anualmente bordan la piedra con sus iridiscentes tonalidades y singulares formas y texturas.
Aunque diminutas en tamaño, en grupo producen un espectáculo que sobrecoge el espíritu.
Este jardín natural de sorprendente belleza, y su ubicación tan cercana a Santiago, llevó a Elizabeth Huyghe y a Guy Wenborne a unirse en la presente aventura editorial.
La madre, arquitecta y paisajista; el hijo, fotógrafo; ambos exploradores de la naturaleza, conocedores de esta tierra que han recorrido a pie y a caballo en incontables oportunidades.
La han observado con paciencia y con asombro. Y así han ido aprendiendo. Así han ido dejando que la tierra les desvele sus secretos.
Lo que no se conoce, difícilmente se puede querer y, por consiguiente, cuidar; tal es la reflexión que anima a Elizabeth Huyghe.
Este libro es una invitación para, precisamente, aprender a observar y a intimar con las flores que crecen espontáneas en la cordillera nuestra de todos los días.
Secretos de la Cordillera de Santiago no es un libro científico. Más bien está concebido como un ensayo visual dedicado a un tema específico, acotado a un ubicación geográfica muy concreta y trabajado con un concepto estético inspirado en las propias flores.
La idea de sus autores es 'despertar la curiosidad en gente no docta ni mayormente interesada en la flora nativa, pero con sensibilidad suficiente para dejarse conmover por su recóndita intimidad, su delicada transparencia, su exquisito colorido y frágil estructura, al punto de querer experimentar el goce de develar personalmente sus secretos, sobre todo sabiendo que crece a tan sólo una hora de Santiago'.
Hace nueve años que Elizabeth Huyghe recorre las distintas alturas de la cordillera de Santiago. 'Son nueve años observando suelos, rocas, laderas, impactándome cada vez con la cantidad y hermosura de las flores.
De tanto mirar he ido aprendiendo que aquí no existe el azar, todo sigue una lógica, cada flor tiene la forma que tiene por una razón específica.
La cordillera ejerce una atracción especial para mí por sus distancias infinitas y la infinidad de sus posibilidades de descubrimiento.
Siempre hay algo que me toma por sorpresa, sobre todo a medida que se sube porque se va llegando a lo más inhóspito. Arriba no hay praderas, pastizales ni arbustos, sólo roca, piedra o tierra yerma. La tierra baldía.
Cuesta entender cómo, en condiciones tan adversas, pueden existir verdaderas joyas como la Perezia pilifera - planta rastrera que forma un jardín de flores rosadas -, las violas o las exuberantes añañucas.
¡Son los secretos de nuestra cordillera!'
Desde que se inició en la fotografía en 1989, a Guy Wenborne le ha gustado fotografiar flores. 'Comencé haciendo ejercicios con ellas porque estaban a mi alcance y porque me atraían visualmente. A partir de entonces se volvieron una constante en mi trabajo.
De las flores de la cordillera, lo que más me impresiona es que haya vida en lugares tan duros. Cuanto más duro el paisaje, más bella la flor. Las violas, por ejemplo, florecen bellísimas a una altitud de tres mil metros sobre el nivel del mar. Y pensar que pasan seis meses al año bajo nieve'.
Otro motivo de admiración para Guy es el diseño simétrico que ha podido apreciar en estas flores. 'Pétalos y pistilos respetan una simetría, muy probablemente por razones de economía ya que la duración de la flor depende en gran parte de su capacidad de ahorrar energía'.
Las numerosas incursiones a la cordillera han servido para que Elizabeth y Guy sepan ubicar la altura que se encuentran de acuerdo a la floración que en ese momento están viendo.
Ya saben que entre los 1.500 y 2.800 metros brotan las alstroemerias en sus diferentes tipos, también algunas mutisias, el capachito morado y el soldadito de la cordillera.
Saben exactamente en qué franja altitudinal y en qué época del verano se pueden encontrar las plantas bulbosas, las colgantes que florecen en las laderas asoleadas, los azulillos o las perfumosas calandrinias.
Saben también que una quebrada puede estar entera teñida de blanco con la orquídea chilena y que pocas semanas más tarde la misma se pinta de naranjo con los lirios del campo.
Saben asimismo que cuando aparecen las plantas en forma de champas compactas es porque ya han sobrepasado los tres mil metros y éstas tienden a apretarse y achicarse como manera de protegerse del frío.
'Gracias a su hábitat muy definido, las flores nos sirven de mapa para ubicarnos'.
Madre e hijo confiesan conocer las flores 'como si fueran personas'. De las más de doscientas especies florales que habitan la cordillera en la zona de Santiago, fotografiaron cerca de ciento cincuenta, 'y de éstas seleccionaron las que más emoción nos producen dentro del grupo que nos pareció más representativo y atractivo para el libro'.
El color y la abstracción son los dos elementos de la fotografía que más motivan a Guy. 'Mi afán es fotografiar cosas existentes para luego sacarlas de la realidad y así descontextualizarlas.
En el caso de las flores, no siempre las muestro exactas como son. Hago mi propia composición plástica de ellas'.
Las fotografías para este libro fueron sacadas casi todas en la misma cordillera con una cámara de 35 mm y un equipo de iluminación especial para exteriores.
Algunas poquísimas flores fueron cortadas, respetando las reglas básicas de la botánica y de la ecología, para ser trasladadas a un estudio fotográfico.
¿La razón? El viento que mueve la flor, haciendo que se confunda o pierda en su entorno, muchas veces dificultó captar el detalle de su preciosa armonía.
Entonces, al no poder fotografiarla ahí, hubo necesidad de aislarla.
'En ocasiones estuve hasta tres horas tratando de sacarle una foto a una determinada flor, ya que, además del viento - que la mayoría de las veces fue un impedimento -, la espera del rayo de sol que ilumine dos de los cuatro pétalos también toma tiempo'.
Sin ser un entendido en flores, José Neira, director creativo y encargado del diseño gráfico de Secretos de la Cordillera de Santiago, se dejó cautivar por su encanto, por el lugar donde se ubican, por su misterio, plasticidad y potencia visual.
'Una de las cosas que más me gustó de este trabajo fue formar equipo con Elizabeth y Guy. Tienen opiniones fuertes, contundentes y fundamentadas, lo que generó un interesante debate y una toma de decisiones discutidas, entendidas, y finalmente compartidas.
Ellos han investigado la factura de muchos libros; sabían muy bien lo que querían lograr y esto fue muy estimulante para mí. Otro factor motivante fue la libertad que me dieron para hacer mi propia reinterpretación de las fotos.
Quise generar lecturas que hagan que el lector vea otras cosas y no meramente lo que tiene frente a sus ojos. Por ejemplo, busqué provocar una cierta sensación de vértigo, la misma que se experimenta caminando sobre las piedras sueltas o en las profundas quebradas a dos o hasta tres mil metros de altitud.
Me interesaba reflejar esa permanente inestabilidad de la cordillera. Pude hacer un libro muy activo, con mucha composición inusual.
En algunas de las páginas he buscado la provocación directa, el contrapunto con la imagen vecina. En otras he sido más sutil o más literal, como el recortar redondo una flor en alusión al sol'.
Mientras abajo la ciudad bulle, arriba en la cordillera todo es silencio. Apenas se escucha el suave susurro de las flores agitadas por la musicalidad del viento.
El aire es frío y cristalino, el cielo azul intenso, la piedra gris, cortante e inerte. Ahí, casi invisibles en la desmesura de la montaña, las flores esperan.
Secretos de la Cordillera de Santiago lo invita a llevar a cabo una extraordinaria experiencia personal de contemplación y hallazgo, de asombro y celebración junto a ellas.
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