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La búsqueda de la perfección no es el problema, la soberbia y la escasa prudencia sí lo es...‏

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Diario El Mercurio, Domingo 11 de agosto de 2013

Perfección fatal

"Los censos tradicionales permitían saber cuántos éramos, pero eran incapaces de mostrarnos al detalle cómo vivían, cuáles eran nuestros hábitos de consumo (...) Para llegar a la perfección había que hacer todo de nuevo, construir un instrumento distinto..."


"Costa Mosquito" (1986), la película de Peter Weir, cuenta la historia de un científico que se traslada a Centroamérica para construir un frigorífico en medio de la selva. Era un proyecto perfecto, el triunfo de la avanzada civilización sobre la naturaleza primitiva. Para su sorpresa, la selva no se componía solo de especies exóticas: había hombres. Y como el científico sabía de planos, proyectos y ecuaciones, pero no de política, la historia terminó mal y fue una perfecta catástrofe.

Algo semejante pasó en nuestro Censo 2012, donde también hubo un hombre que se entusiasmó hasta la ceguera con una diea, sin pensar en el contexto local, y terminó con una pérdida millonaria, esta vez para todo el país.

Los antepasados del censo (2002, 1992, 1982, etc.), eran gente modesta, pero, dentro de su sencillez, sabían cumplir con su deber. No nos daban todo, pero nos entregaban lo suficiente y, al menos, nos permitían saber cuántos éramos.

No estaban mal pero, según la nueva dirección del Instituto Nacional de Estadísticas, tenían un problema: no eran perfectos. No se contaban entre los mejores del mundo. Ninguna delegación extranjera venía a preguntarnos cómo lo habíamos hecho. Se parecían a las viejas micros amarillas, que nos llevaban de manera rápida y barata a todas partes, pero eran poco estéticas y nada de tecnologías.

Los censos tradicionales permitían saber cuántos éramos, pero eran incapaces de mostrarnos al detalle cómo vivían, cuáles eran nuestros hábitos de consumo, qué tipo de energía empleábamos e incluso cuáles eran nuestras preferencias sexuales. A juicio del director del INE, les faltaban muchas preguntas. Además, tenían un margen de error que nos situaba lejos de los parámetros europeos más exigentes.

Para llegar a la perfección había que hacer todo de nuevo, construir un instrumento distinto. No bastaba con que funcionara, debía ponernos a la altura de los mejores cánones internacionales.

El momento era el preciso. Calzaba a la perfección con el estilo 24/7; era una manera más de despertar al país de la siesta a la que había sido sometida durante 20 años de Concertación.

El encargado de liderar este procesos tenía un currículum brillante, gran capacidad de innovación, se caracterizaba por cuestionar las estructuras existentes y, por si hubiera alguna duda, había sido elegido por el Sistema de Alta Dirección Pública.

Contrató a 15 mil personas y se lanzó a construir un frigorífico en la selva sin haberse tomado la molestia de hacer una experiencia piloto. Los obstáculos que pronto surgieron en el camino fueron interpretados por algunos como fruto de la mala voluntad o de la ineficiencia delos concertacionistas que permanecían enquistado en el servicio público.

El experimento del Censo 2012 fue una versión extrema, la verdadera caricatura de un ambiente que se vivió en Chile en el primer tiempo de este gobierno, cuando la tecnocracia quiso poner fin a la política. Ese tiempo ha pasado y el Gobierno de los últimos años tiene muy poco que ver con sus comienzos. Afortunadamente.

El Gobierno ha aprendido a golpes, pero ha aprendido. No demoró en sacar la única conclusión que correspondía extraer: pedir perdón por boca del propio Presidente. Es la segunda vez que el Jefe de Estado pide perdón en lo que va del año, y habla bien de él. Parece que a los presidentes les cuesta mucho hacerlo, pero es una prácitca sana, que todos agradecemos.

¿Cuál es el alcance de esta calamidad? Podría pensarse que estamos en presencia de un gigantesco desastre debido, fundamentalmente, a una persona que se entusiasmó en exceso con lo que llamaba un "proyecto gigante", una iniciativa que no conocía precedentes en la historia nacional. Pero, ¿cómo nadie pudo frenar ese proyecto narcisista? Porque calzaba a la perfección con el aire de la época y cualquiera que hubiese dicho otra cosa habría pasado por mediocre. Hoy, el Gobierno no tiene una cara muy diferente, más humilde y experimentada, pero tendrá que pagar este y otros errores de juventud, como hoy sucede con la triste historia del "censo perfecto".

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