Mistral, la poesía contra la pedagogía
por Fernando Balcells
Diario La Segunda, jueves 9 de abril de 2015
Esta semana se celebran los ciento veintiséis años
del nacimiento de Gabriela Mistral. Me lo recordó Google.
La conocí de infante con sus rondas y piececitos de niño,
que no lograron emocionarme. Me parecía un habla afectada
que no tenía que ver con el trato real de los adultos.
Lo que buscaba en esos años no necesitaba diminutivos para expresarse.
De joven me conmoví con los sonetos de la muerte:
«Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!»
En ese amor celoso y desgarrado resonaba la pérdida
y asomaba la ira pura que suele acosar a los jóvenes.
Ya mayor me interesó para siempre su exploración
del lugar que ocupa el arte en nuestras vidas.
Venía de las ciencias sociales
y de su pretensión objetivadora
y podía percibir que lo mejor
de los discursos científicos,
su carencia y su añoranza,
eran sus atrevimientos hipotéticos,
sus exageraciones y su riesgo.
En corto, su poesía.
Descubrí la prosa de Gabriela
gracias a mi trabajo en una imprenta.
Me tocó participar en la publicación
«Recados para hoy y para mañana»
editados por Luis Vargas Saavedra
para Sudamericana en los noventa.
Nunca más me separé de ella.
Aprendí a buscar en sus textos
el momento huidizo en que el discurso
empieza a formarse y a romperse,
se incendia de belleza y de calentura,
se inclina hacia una piedra entre millares
y la regoge, la guarda y la coloca a la vista,
al alcance de la mano y de la boca.
La poesía, dice ella,
«es causa de gozo y ejercicio de gozo».
Me parece todavía
que esta dimensión ejercitante
-creativa abre desde la poesía
una época nueva en la pedagogía.
Gabriela fue poeta y profesora
en un mismo cuerpo
de amores barrocos y dolidos.
Conocía bien las dificultades
de la coexistencia de ambos mundos.
«Nuestras pedagogías criollas
tratan a la Poesía como una especie de bufón,
vuelta payasa para los niños».
«Nunca se consideró a la Poesía
como reino de la imaginación creadora».
Gabriela exploró en soledad
el lugar de la poesía en la sociedad
y dejó planteadas intuiciones ineludibles
sobre la economía de su encuentro:
«La poesía es útil por rebosadura,
por sobre la abundancia de su propio bien».
«La imaginación es causa única de la creación…»,
escribía en 1938, anunciando el desborde necesario
de la imaginación en el lenguaje y el desplazamiento
de la imagen lejos de la aridez del concepto.
En sus cartas y ensayos
se guarda la actualidad
de una voluntad de sociedad
y de educación que, en su economía,
será poética o permanecerá servil.
Sobre la docencia escribía:
«Excepto cuando está enfermo,
el niño es una criatura ávida de experiencia»,
por eso el maestro se acaba pronto
y después de unos veinte años,
lo que queda de él son unos residuos mecánicos
de material mortecino o máquina de repetir
la operación mágica».
«Con razón parece que la poesía
fuera una contra pedagogía».
¿Quién pudo decir que a la Mistral le faltó humor?
...«el hecho es que en patios y salas escolares
circula con nombre de poesía una cosa híbrida y valetudinaria,
una pobre vieja digamos, como yo u otra semejante».
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