La herida de Bachelet...El gabinete actual de Michelle no tiene que ver tanto con la política, como con su psicología... y nada afecta más la autoestima que hacer un mal gobierno...‏


"El triunfo en términos de popularidad de Michelle Bachelet en el primer período presidencial fue enorme desde el punto de vista externo, pero probablemente muy doloroso si se atiende a su interioridad..."


Hay personas que desde su infancia han querido ser presidentes de la República. Fue el caso de González Videla, Lagos o Piñera. Otras, en cambio, se ven tocadas por la fortuna sin que eso obedezca a un plan largamente preparado. Aquí el paradigma es Michelle Bachelet. Sin la inspiración de Escalona y otros, y sin una serie de circunstancias fortuitas, incluida su aparición sobre un tanque, probablemente la historia habría sido muy distinta. Ese cúmulo de situaciones impensadas no le quita ningún mérito: como los grandes goleadores, Bachelet supo aprovechar su oportunidad.

Su llegada al Gobierno, en 2006, no estuvo exenta de problemas. Después de un duro aprendizaje (recordemos la "revolución de los pingüinos"), descubrió la fórmula de su éxito: ser una reina, más que una Jefe de Gobierno. Dejó el rumbo del buque a cargo de timoneles experimentados y ella se retiró a sus aposentos, de los que solo salía para las ocasiones grandes y glamorosas, como corresponde a una soberana. Como Chile es un país bastante monárquico, esa estrategia le rindió los mayores éxitos de popularidad que conoce nuestra historia.

El triunfo en términos de popularidad de Michelle Bachelet en el primer período presidencial fue enorme desde el punto de vista externo, pero probablemente muy doloroso si se atiende a su interioridad. Para una persona con talentos tan grandes, pudo no ser agradable el resignarse a participar en un juego donde otros ponían las reglas y ella se limitaba a ser una figura simbólica (aunque los símbolos sean muy importantes en política, y en este caso decisivos). Su gloria fue su humillación.

Es probable que Michelle Bachelet haya sufrido, en su yo más íntimo, una herida profunda, que explique el empeño que ha mostrado por hacer de este "su" gobierno. Eligió ministros poco conocidos, para que quedara claro que eran creación suya. Y al más famoso, Eyzaguirre, lo puso en Educación, un puesto con el que estaba tan familiarizado como con la astrofísica de partículas. Como en las controversias teológicas del siglo XVI, debía quedar claro que no eran los méritos personales los que llevaban al Palacio, sino la gracia soberana de Michelle. Su gabinete actual no tiene que ver con la política, sino con la psicología de la Presidenta. Otro tanto parece suceder con la fiebre reformista, que quizá se vincule al deseo de darle un sello personal al futuro del país.

Evidentemente, mientras fue posible, Bachelet siguió actuando como reina, tanto durante la campaña como en estos primeros meses de gobierno. El mes pasado, en el madrileño Palacio Real de El Pardo parecía como en su casa.

Lamentablemente para ella, esta situación no duró mucho. Las encuestas, ese doloroso recordatorio de que estamos en democracia, han ido mostrando que ese gabinete que ella misma nos había elegido con tanto cuidado y secretismo no se avenía con los gustos de los chilenos. Parece que seguimos añorando a Pérez Yoma, Viera-Gallo, Velasco y otros grandes de la Concertación.

¿Cómo reaccionó Bachelet ante esta incomprensión de los chilenos? Como reacciona un monarca: retando a los ministros, para que nos quede claro que son ellos los que no han comprendido la sabiduría de sus instrucciones, o que no trabajan lo suficiente o, por último, que están para ser los chivos expiatorios que evitan que la ira popular llegue a la reina. Pero tratándose de una Presidenta de la República, esa ira vale tanto como la del niño que le pega a la mesa con que se acaba de golpear, como si la responsabilidad fuera de ese mueble y no suya.

Últimamente parece haberse dado cuenta de que los años dorados han pasado y que, mientras ponga ministros que necesitan ayuda, ella tendrá que acompañarlos, aunque eso le signifique exponerse en escenarios donde no se siente cómoda. Es posible que la operación le resulte, y que en unos meses más sus ministros funcionen a un nivel aceptable y no necesiten el auxilio materno; pero lo cierto es que, por primera vez en su carrera política, Michelle Bachelet parece dispuesta a tomar ciertos riesgos que podrían destruir su popularidad.

También cabe que descubra que llamar a su gabinete a personas experimentadas no tiene por qué producirle la misma herida psicológica que sufrió en 2006, cuando descubrió que no estaba en condiciones de hacer "su" política. Para eso tendría que reconciliar política y psicología, una tarea que difícilmente se realiza en un par de meses de verano. Pero es importante que la realice, porque nada afecta más la autoestima que hacer un mal gobierno.

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