Atardecer...‏

Vivir el ocaso de la vida
desprovisto de toda pretensión,
sintiendo en todo momento
la necesidad de agradecer
y de pedir perdón.

Evitando quejarse,
ayudando sin que se note.

Aproximarse a dicho tránsito
de forma generosa y acogedora,
perceptiva y atenta;
estoica y muy paciente
cada vez que sea necesario.

Intentando asimilar la sabiduría
insondable poco a poco revelada.

Con humildad, compasión
y mucha fe y esperanza.

Abandonados absolutamente
en las manos del Señor
y su Providencia divinas 
con aquella confianza
que nos irá preparando para partir.

Con el espontáneo desprendimiento,
proverbial belleza y elegancia
con que caen las hojas de los árboles…

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