Entrevista Autor de "Swingers" Jaime Collyer y el retorno de los clones



El escritor chileno publica un libro de relatos ambientados en un futuro cercano donde la clonación de hombres y animales es una práctica cotidiana. "Swingers" indaga en las implicaciones y dilemas en juego que traen las nuevas tecnologías.  

por Pedro Pablo Guerrero

Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 1 de junio de 2014
http://diario.elmercurio.com/2014/06/01/al_revista_de_libros/_portada/noticias/6414200E-CF0C-4D4B-8E6E-294C0AD1457A.htm?id={6414200E-CF0C-4D4B-8E6E-294C0AD1457A} 

Una portada minimalista, sobria, muestra sobre fondo negro a una mujer de espaldas... con alas. "Ángel caído" se llama uno de los 14 relatos del libro Swingers , en el que Jaime Collyer -autor de Gente al acecho , La bestia en casa y Fulgor , entre otras ficciones- imagina un mundo donde la clonación humana ya es una realidad habitual, casi al alcance de cualquiera: un empresario puede comprar un duplicado de sí mismo para satisfacer a su esposa y dedicarse a los negocios; un profesor universitario les envía a sus alumnos un sustituto para hacer las clases que ya le resultan tediosas; un científico resucita al Homo habilis con el fin de estudiar su evolución; teóricas feministas radicales apoyan la partenogénesis para dejar fuera al hombre en el proceso de reproducción; un genetista retirado de la universidad combina en su casa genes humanos y de una paloma; un catedrático noruego pretende salvar a una tribu en extinción que vive a orillas del lago Titicaca; por iniciativa propia, la corporación transnacional que fabrica todos estos clones quiere impresionar al mundo y decide replicar a Van Gogh.
Son algunas de las historias de Swingers (Penguin Random House), libro que nació con el relato "Juliette muere", justamente el primero del volumen, escrito por Collyer en 2007. "Fue un azar, me metí en el tema como me podría haber metido en otro, pero me dio la pauta para agarrar la hebra de los cuentos que siguieron. Estaba viviendo en Madrid y pensé cómo sería tener la opción de enviar duplicados de uno mismo a un amor lejano. Al escribir 'Juliette muere' tuve la sensación de que había un escenario posible, una utopía inmediata, lo que suele hacer la literatura futurista: especular con problemas de nuestra época, pero proyectados a un mañana no muy remoto, en el que esos conflictos se hacen evidentes y el futuro se convierte en un espejo deformante".
-¿El título del libro fue idea tuya o de la editorial?
-Mío. Tenía un título original bastante malo, "Clones", que era plano y muy explícito. El cuento "Swingers" fue publicado por La Segunda hace dos veranos y le fue muy bien, por los comentarios que vi en internet y las visitas que tuvo. El título convoca per se . Siempre me parece razonable escoger el título de uno de los cuentos, y el concepto tiene que ver con el contenido: los swingers son algo así como complementos sexuales de una pareja aburrida, entonces se podría hacer extensivo a todos los clones, que son duplicados de gente en un punto crítico de su vida.
-¿Qué te interesó de la clonación?
-Desde hace tiempo me preocupan las incidencias de las nuevas tecnologías en nuestras vidas, en nuestras relaciones íntimas, en nuestra familia. Me pareció interesante proyectar todos los problemas a los que nos enfrentamos habitualmente a ese escenario, que los intensifica, los duplica, los caricaturiza. Si incorporas a tu vida conyugal un clon de ti mismo, agregas un tercero, pero a la vez eres tú, mejorado, sin tus problemas.
-Tanto en tu novela anterior, sobre un astrónomo, como en este libro, abordas temas científicos. ¿Hay un giro de tu narrativa hacia la posibilidad de explotarlos literariamente?
-Más que explotarlos literariamente, desde la época universitaria empezó a interesarme el tema de los saltos tecnológicos y el desconcierto que nos generan. Las nuevas tecnologías informáticas y genéticas se están traduciendo, sin que nos demos ni cuenta, en una pérdida de nuestro libre albedrío. Este valor sacrosanto de la tradición occidental, y quizás del proceso civilizatorio, deja de existir en esta posmodernidad electrónica. Nuestras decisiones empiezan a depender de Mark Zuckerberg o de Jeff Bezos, unos individuos sumamente oscuros y sin ángel que con sus sistemas tecnotrónicos condicionan nuestras decisiones sin que lo sepamos. El lado más oscuro son la NSA y las agencias de seguridad internacionales, que acumulan mucha información, banal en apariencia, sobre nosotros. Convertir todo eso en tema literario es una opción muy atractiva y casi un deber cívico.
-Los cuentos hacen dudar de la libertad humana: muchos personajes que se clonan terminan haciendo lo mismo que hicieron antes.
-Sí, tienden a caer en un fatalismo. Es como revisitar la idea del eterno retorno por la vía de la ingeniería genética. Hay dos visiones de las nuevas tecnologías: una apocalíptica y otra pragmático-utilitarista, que es principalmente la de las transnacionales. Nadie sabe si esto lleva a la destrucción del planeta o a una era súper feliz. Los personajes del libro tienen el mismo dilema, usufructúan de estas tecnologías, pero sus vidas siguen siendo igual de miserables.
-En la bioética se discute mucho sobre la capacidad del ser humano para crear seres vivos, incluido él mismo, y modificar la naturaleza. ¿No te inquieta éticamente?
-Tengo reacciones ambiguas, sentimientos encontrados. Me fascina la posibilidad. ¿Por qué renunciar a ella? Esa es la pregunta feroz. Dicen que hoy están dadas todas las condiciones técnicas de hacerlo; lo que hay es una moratoria legal. Pero lo que sí me preocupa es la jerarquización genética. Creo que el problema ético va a surgir cuando siga habiendo una minoría agresiva y poderosa que se haga con el recurso y lo ponga a su servicio para dominar a los demás.
-¿Tu dilema ético no es el acto mismo de clonación sino sus posibles consecuencias sociales?
-Exacto. Es la visión laica del asunto; yo vengo de una familia de tradición laica. La visión católica o cristiana es el problema en sí; la laica es por qué no hacerlo si la ciencia lo permite, pero hay que controlarlo, porque el esquema de desigualdades actuales va a seguir siendo el mismo.
-¿Cuánto ha influido en tu escritura literaria tu formación y trabajo en una ciencia social como la psicología?
-Tengo la impresión de que soy un renegado de la ciencia. Es una de mis grandes paradojas vitales. Diría que buena parte de mis libros tienen que ver con científicos que pisan un borde desquiciado. Hace poco hablaba en mi taller del desastre de Gombe, en Tanzania, que documentó la primatóloga Jane Goodall. En un parque nacional decidieron mejorar la alimentación de los chimpancés distribuyendo plátanos todas las semanas en un container que pusieron en el territorio donde vivían. Los chimpancés se apiñaban, se agredían, incluso formaron patrullas para resguardar la zona y terminaron matándose entre ellos. El excedente de alimento reprodujo todos los fenómenos humanos relacionados con la guerra. Desde que me fui de la psicología he pensado en los científicos, que siempre están en riesgo de traspasar el límite, y con las mejores intenciones. A veces, para resguardar especies en extinción, terminan descalabrando el sistema. En ese sentido, podría yo comulgar con la postura cristiana que postula dejarlo todo tal cual y no intervenir en la sopa genética.
-La literatura fantástica se ha planteado la idea del doble desde siempre, pero ahora la posibilidad es real, científica. ¿Piensas que si se clona un ser humano pensaría y sentiría lo mismo que su original?
-La respuesta es no, son distintos. Si se los instalara en el mismo escenario, con la misma familia y las mismas normas de crianza, y si uno de ellos decide matar al vecino, los dos lo harían. O al menos el que no lo mató sentiría los remordimientos del asesino. De hecho, hay experimentos de clonación con primates y parece que la norma es que si los individuos son llevados a ambientes distintos tienen vidas diferentes. La soberanía individual sigue siendo la base, y no la biología. En el libro me tomé la licencia de imaginar cierta identidad y que el clon se siente determinado por su modelo, pero también quiere escapar de su condición y ser distinto. La búsqueda de la singularidad es irrenunciable, seas un clon o no. Incluso la hormiga se sale de la fila para explorar el entorno. "Aun el ladrillo quiere ser algo más", como decía el arquitecto Louis Kahn. Los clones, en el libro, cumplen funciones utilitarias, pero inevitablemente se abren un espacio, tienen corazón, buscan su propia dignidad.
-Esa búsqueda ya la planteó Philip K. Dick en "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", adaptada al cine como "Blade Runner".
-Hay ecos de la novela y la película. Yo creo que Philip K. Dick es la tercera pata de la ciencia ficción, el único que ya se sale del modelo costumbrista o totalitario y entra en la tecnología virtual, en un mundo incomprensible donde se generan dimensiones alternativas. Como también en Swingers hay ecos inevitables de la película "Gattaca" y de Un mundo feliz , porque cualquier escritor que especula con ese futuro teme a la sociedad jerarquizada genéticamente, y es la principal razón por la que está prohibida la clonación de humanos hasta hoy.
-En los relatos conservas el talón de Aquiles de la ciencia genética actual: la vida de los seres clonados es más corta.
-Así es. La oveja Dolly envejeció más rápido. Pero en mi libro me tomé otra licencia: la idea de clones que nacen en poco tiempo y en forma adulta, incluso algunos con una memoria implantada de la existencia a la que están destinados. Me documenté mucho en ingeniería genética y en mis investigaciones todas esas alternativas están contempladas. Había imaginado containers para los clones y después leí, con gusto, que son una solución que se está pensando para que funcionen como una especie de útero. Hubo cosas en las que acerté, pero otras son materia de discusión entre los biogenetistas. Estamos todavía en un umbral insólito.
-La gran incertidumbre es que nadie sabe a dónde lleva. Puede ser una caja de Pandora.
-El argumento de la gente que trabaja en biología molecular y es partidaria de los alimentos transgénicos es que si no los creamos, no va a haber comida: "¿Prefieren tomates de larga duración para todo el mundo o tomates puros, que no alcanzan para todos?". Pero son más coherentes los apocalípticos cuando aseguran que esto va a terminar en procesos de descomposición entre las especies. El ejemplo más nítido es la muerte de las abejas. Dicen que si se extinguen, el mundo se acaba en cuatro años. No sé si sea tan así, creo que hay una actitud milenarista que suele resurgir cuando se producen grandes saltos tecnológicos, pero sí que hay efectos en el lanzamiento masivo de cultivos genéticos y pesticidas. Las especies resistentes a las plagas, que han fabricado en laboratorio, van a dejar la crema. Se va a llenar el planeta de malas hierbas, porque los cultivos transgénicos se mezclarán con ellas traspasándoles una capacidad de resistencia infinita. Los apocalípticos dicen que no habrá más vegetales comestibles, sino únicamente malezas, y eso ya está ocurriendo.
-En la nota final citas a Kundera y su idea de un "apocalipsis apacible".
-Creo mucho en eso, por desgracia. Y pienso que está sucediendo. Es como la llegada de los bárbaros a Roma: se infiltraron por etapas, lentamente; a veces hubo batallas; Atila llegó a las puertas de Roma pero no entró. Fue un proceso imperceptible. Los romanos no se dieron ni cuenta cuando ya eran bárbaros. Las huestes de Gengis Kan hoy son las nuevas tecnologías y las corporaciones que las manejan.
-Si tuvieras que definirlo, ¿dirías que "Swingers" es un libro de ciencia ficción?
-Es compleja la pregunta. Yo creo que sí, pero con un matiz: le llamo narrativa futurista. Hay dos áreas en que se mueve preferentemente este género: una es de los problemas actuales, de pareja, de racismo, sociológicos, proyectados al futuro para ver cómo evolucionan. Lo que hace Bradbury enCrónicas marcianas : un matrimonio en decadencia, una mujer de Marte que se entiende con un terrícola. La otra línea es la del escenario totalitarista. En rigor, el tema de la ingeniería genética lo trabajó Aldous Huxley en Un mundo feliz . Mi libro se inclina más bien por la primera opción, está dentro de un género al que pertenece también la película "El show de Truman". Es una situación futura próxima; digamos que puede ocurrir dentro de tres años, con la vertiginosidad que hoy ocurren los cambios, y que nos atañe a todos. Lo puedo calificar como futurismo distópico inmediato.

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