por Francisco Ortega
Diario El Mercurio, Vida Actual, sábado 15 de febrero de 2014
Una ciudad incaica enterrada en el centro histórico de la capital,
supuestos túneles jesuitas sacados a la luz por una popular novela de misterio,
iglesias sepultadas, catacumbas y por supuesto un ratón gigante.
¿Qué ocurre realmente bajo el suelo de nuestra ciudad?
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Hay un mito que sostiene
que si uno sube la noche de San Juan
al pucará del Cerro de Chena
-esa pequeña fortaleza incaica
con forma de puma
que hay en lo más alto del cerro
ubicado junto a San Bernardo
y que mira hacia el centro de Santiago-
ve un resplandor dorado
aflorar desde la zona cercana
al cerro Santa Lucía.
La leyenda, alimentada entre otros
por las fantasías filonazis de Miguel Serrano,
decía que eran los estertores
de lo que quedaba del verdadero Santiago,
la Ciudad de los Césares que se encontraría
bajo nuestra ciudad capital y enterrada por Pedro de Valdivia.
Parece delirio, pero en 2012
los arqueólogos Rubén Stehberg,
del Museo de Historia Natural de Chile,
y Gonzalo Sotomayor,
de la Universidad Andrés Bello,
presentaron las conclusiones
de una investigación iniciada en 1976
y que decían que cuando Valdivia
llegó al valle de Mapocho no fundó Santiago,
sino que sepultó una antigua ciudad inca
usándola como molde para la futura capital de Chile,
una ciudad que ahora es conocida como Mapocho
y que por su avanzado sistema de regadío
y abundante población es comparada con el Cusco.
De hecho, este secreto Santiago
sería la ciudad más austral
fundada por el Tawantinsuyo incaico.
A revisar los libros de historia entonces,
porque es bien probable que pronto
haya que reescribir las crónicas de Santiago,
donde Pedro de Valdivia no vino
a fundar una ciudad, sino a ocupar una,
la misma que hoy yace sepultada
bajo los túneles de la Línea 1 del Metro
en el centro de la ciudad y cuyos secretos
sus "descubridores" contemporáneos
esperan sacar a flote en las próximas dos décadas.
Lo anterior no es raro.
Si uno revisa la mayoría
de las historias de las grandes ciudades,
encuentra que muchas de estas crónicas
se escriben bajo tierra.
Ahí están las catacumbas de Roma,
los túneles abandonados del metro de Londres,
las hoy turísticas galerías jesuitas
que atraviesan Avenida de Mayo en Buenos Aires
y por supuesto Nueva York
y los supuestos cocodrilos de sus alcantarillados.
Acá quizás no tengamos reptiles mutantes,
pero sí un ratón gigante, o eso es lo que dicen.
Fauna del subsuelo
El centro de Santiago
tiene uno de los mejores sistemas
de alcantarillado de Latinoamérica.
Se trata de verdaderos ríos subterráneos,
que canalizan antiguos brazos del río Mapocho
y que son responsables de que en época de lluvias
el área delimitada entre Plaza Italia
y la Norte Sur jamás se inunden.
De este sistema de "ríos"
hay dos que destacan
por su tamaño y complejidad,
el afluente que pasa bajo el Parque O'Higgins
y que pudo verse en la película
Chilean Gothic de Gilberto Villarroel
y el túnel que corre
desde La Moneda a Estación Mapocho
y al cual hasta mediados de 2013 podía accederse,
vía autorización de Aguas Andinas,
a través de una entrada
en la esquina de Morandé con Moneda,
la cual hoy está cerrada
por las obras de la Línea 3 del Metro.
En esos túneles comenzó
a mediados de los 80
la leyenda del "gran guarén",
una especie de ratón gigante y carnívoro
que causaba terror entre los técnicos
que debían adentrarse por esos pasadizos.
El mito aparece recopilado
en el libro "Santiago Bizarro" de Sergio Paz
y en la novela gráfica "El Gran Guarén"
de Claudio Álvarez y Pedro Traikan,
publicada en octubre de 2012,
aventura ambientada
en los alcantarillados capitalinos
y que fue revisada por personal de Aguas Andinas.
Similar a lo del gran guarén
es la idea difundida en la novela
"La semana en que se juntan los siglos"
del escritor chileno que firma como El Autor,
uno de los best sellers locales
más vendidos de los últimos años.
En el libro, que trata acerca
de un complot militar y político,
se revela la existencia
de toda una ciudad secreta bajo Santiago,
excavada a partir de una red de galerías
y corredores construidos por los jesuitas
en la época de la Colonia
y por los patriotas de la época de la Patria Vieja.
El Autor, además, describe en su obra
la existencia de grandes depósitos
y estanques enterrados
por el Ejército bajo la Torre Entel,
como parte de una estrategia planeada en 1978
en caso de ataque aéreo argentino.
Estas bodegas mantendrían
armas, combustible, víveres
y toda clase de pertrechos
necesarios para repeler una invasión extranjera.
Consultado el escritor,
asegura que respecto de los túneles,
estos vienen de la idea de los corredores coloniales
que en verdad existen, aunque la mayoría
fueron destruidos, y que habrían sido construidos
en 1787 durante la expulsión de los jesuitas,
para que estos pudieran escapar y esconder sus bienes,
una historia que más de cien años antes
que la de El Autor fue desarrollada
por el escritor Ramón Pacheco
en "El Subterráneo de los Jesuitas",
una curiosa novela de misterio
publicada en 1896 y que hoy
es prácticamente imposible de ubicar.
En su época, la novela de Pacheco
fue rechazada por la Compañía de Jesús,
quienes hasta hoy no se han manifestado
respecto de lo que se asegura en "La Semana...".
El centro de Santiago tiene
uno de los mejores sistemas
de alcantarillado de Latinoamérica.
Se trata de verdaderos ríos subterráneos,
que canalizan antiguos brazos del río Mapocho
y que son responsables de que el área delimitada
entre Plaza Italia y la Norte Sur jamás se inunden.
Los hitos subterráneos de la ciudad
La Torre B Santa María: si usted no sabía,
el diseño original de la Santa María
era el de dos torres gemelas,
construidas a imagen y copia exacta
(pero a un tercio de tamaño)
del destruido World Trade Center neoyorquino.
El dinero sólo dio para construir un edificio,
pero los cimientos, túneles de servicio
y estacionamientos de la B fueron terminados,
aunque su acceso fue tapado
y así han permanecido por más de tres décadas.
El túnel Matucana: es una historia conocida
y de la cual hay registros en fotos y videos en YouTube.
Antes del metro, el tren corrió y aún lo hace,
bajo avenida Matucana a través de un túnel
que sale de Estación Central,
pasa bajo la Quinta Normal y conecta (conectaba)
con las vías que salían de Estación Mapocho.
Fue lo único que se acabó de un proyecto
de vías férreas subterráneas que no sólo pretendía
unir ambas estaciones, sino construir un sistema
de tren urbano subterráneo
para el sector norponiente de la capital,
pasando bajo Carrascal.
[Entiendo que la idea, en su momento
era continuarla desde Estación Mapocho,
pasando por debajo del Parque Forestal
para conectar con la Estación Pirque
que se encontraba junto a la Plaza Italia
al comienzo del Parque Bustamante,
al frente de lo que hoy es la torre
de la Telefónica.]
La idea fue finalmente desechada
a favor de Metro, que todos conocemos.
Las estaciones perdidas del metro:
aunque la más conocida es la estación Yungay,
ubicada entre Cumming y Quinta Normal en la Línea 5,
y la cual con un poco de atención
todos los usuarios del metro pueden ver,
la más interesante de las estaciones perdidas
es Calicanto 2, una estación completa
y terminada ubicada junto
a la actual Calicanto de la Línea 2,
pero bajo Estación Mapocho,
que estaba destinada a ser cabeza
del diseño original de la Línea 3.
Está terminada,
aunque no puede accederse a ella,
ni siquiera con permiso especial,
aunque en 2010 se realizó
una fiesta exclusiva en el lugar.
Más curiosa es la estación Tajamar,
bajo las torres del mismo nombre,
en la Línea 1 entre Salvador y Manuel Montt,
y que con un poco de buen ojo
puede verse su cancelada
obra gruesa al pasar por el sector.
La capilla subterránea de Los Sacramentinos:
un espejo de la nave central del gran templo
ubicado en Santa Isabel con Arturo Prat,
pero construido a cinco metros bajo tierra,
es fácil de acceder y es una maravilla de arquitectura.
Si no la conoce, corra ya, vale la pena.
La arriendan para ceremonias y matrimonios.
Los sótanos del Hospital del Salvador:
de la vieja morgue del gran hospital de Providencia.
Cuando se usaron para la filmación de El Huésped,
actores y equipos aseguran haber visto fantasmas
y haber escuchado lamentos.
Desocupadas en la década de los 60,
estas instalaciones en el subsuelo
tienen una terrible tradición
vinculada a las epidemias de tuberculosis
de inicios del siglo XX.
La entrada, si es que lo autorizan a pasar,
está por calle Hernán Alessandri,
frente a la Universidad Tecnológica Metropolitana.
El Aula Magna del Instituto Nacional:
el próximo año se inaugurará finalmente
el teatro subterráneo que hace 50 años
comenzó a construirse bajo el Instituto Nacional.
Con una capacidad para mil personas,
será la sala bajo tierra más grande de la ciudad
y el pago a una deuda que comenzó en 1960.
Dato curioso, el teatro en su diseño original
iba a tener acceso directo con la entonces
futura estación Universidad de Chile del Metro,
corredores que existen y es probable sean activados.
Junto al túnel que une a los dos edificios
del Liceo de Aplicación y que pasa
bajo la calle Romero en Santiago Centro,
son dos de los mayores legados subterráneos
de la época de la educación fiscal chilena.
El subsuelo del Museo Nacional de Historia Natural:
¿Sabía que bajo el Museo de Historia Natural
de la Quinta Normal hay prácticamente otro museo?
Junto al túnel ferroviario Matucana,
estas galerías subterráneas
reservadas solo para el personal del museo
están destinadas a colección de fósiles y reliquias,
cuya conservación es demasiado arriesgada
para mostrarse al público.
¿Hay un teatro bajo las Torres de Tajamar?:
una versión más grande de las instalaciones
que hoy ocupa el cabaret Passapoga
en el centro de Providencia.
En dirección al Mapocho
y bajo los estacionamientos
está la obra gruesa
de un gran anfiteatro subterráneo
que no fue terminado
y que fue planeado
como parte de la miniciudad
que es el concepto original
tras las Torres de Tajamar,
como espacio para la cultura y el teatro,
abierto a la comuna de Providencia.
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