Quiero partir respondiendo a la pregunta que lanza el título de esta columna y decir que yo y varios que conozco, no nos hemos olvidamos de la ruralidad, porque hemos accedido a ella en algún momento de la vida laboral o porque seguimos conectados por diversos motivos. El tema es, que claramente, hemos podido percatarnos que mucha de la sabiduría rural ha servido a la historia del desarrollo ciudadano y poco ha sido reconocido; sí, porque desde la inteligencia intuitiva del campesino emergen descubrimientos y conocimientos que luego son perfectibles de la mano de la tecnología urbana. El punto es que, además de ese "servicio" al desarrollo, la población rural ha contribuido por años en zonas que generalmente son parte de la condición limítrofe de nuestra geografía nacional (o al menos distante). ¿Cómo nos hacemos cargo del reconocimiento digno de los habitantes rurales? Zonas pobladas que implican accesos tan complejos que ven con urgencia una atención en salud y educación que sean, al menos, adecuados a lo que se presente. No es cuestión de sólo pensar que por años llevan una vida de sacrificio viviendo con atenciones de salud en postas donde un paramédico pone a prueba todo su ingenio y máxima voluntad para resolver las consultas, o que la educación de sus niños sólo es posible si lo hacen bajo sistema de internados. No, a mi juicio es fundamental preguntarse por la calidad de atención en salud y educación que están recibiendo... ¿son dignos?, ¿son justos?, ¿son de la misma calidad que sus pares citadinos, por mediocre que esta sea? En mis vacaciones -siempre a la zona sur y rural de Chile-, tuve la oportunidad de asistir a la posta de Llanada Grande en la cordillera de la comuna de Cochamó, en busca de un baño (como infaltable y siempre anecdótica necesidad de las personas). Y nos encontramos con que colgaba de la puerta de la matrona un letrero que decía: "Señoras, señoritas que asistan a control deben traer una toalla pequeña para la camilla porque no han llegado las de papel"... tampoco habían llegado algunos medicamentos básicos, y seguramente, en el centralismo darían una respuesta del tipo “siempre se está tratando de hacer lo posible"... Lo que no puedo dejar de pensar, es ¿por qué tenemos que llamar a marchas para obtener justicia en la ciudad y no pueden hacer lo mismo nuestros compatriotas de la ruralidad?, ¿a qué Alameda accederían ellos?, ¿al camino de ripio que une el pueblo con el cerro?, ¿o con una fila de botes en medio de lagos o mares donde con suerte pasa un transbordador más seguido en verano? ¿Qué deben hacer ellos para ser tomados en cuenta? No nos olvidemos de la ruralidad, no nos olvidemos de donde hemos venido. Por Paulina Soto M. Foto Recuerdos de Pandora Flickr © creative commons
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