por Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Sábado 04 de Agosto de 2012
Diario El Mercurio, Sábado 04 de Agosto de 2012
En 1956, Marilyn Monroe viajó a Inglaterra para rodar su primera y única película fuera de Estados Unidos, El príncipe durmiente,que terminaría llamándose El príncipe y la corista. Desafío mayor, porque sería dirigida y coprotagonizada por sir Laurence Olivier, la figura más grande del teatro y del cine inglés de entonces y un enconado enemigo del "Método" de Lee Strasberg, la estrategia actoral de moda en los 50, que había modelado, entre otros, a Marlon Brando, Paul Newman y James Dean y que le había permitido a Marilyn vencer sus inseguridades.
Antes de seguir, hay que decir que El príncipe y la corista fue la peor de las seis películas que dirigió Olivier y una de las medianas entre las 33 en que apareció Marilyn Monroe. O sea que, antes de empezar, éste era un proyecto acerca de una historia fallida.
Pero ese no es el centro de esta película, aunque algo del problema está presente en los continuos (y legendarios) enojos de Olivier (Kenneth Branagh), en los retrasos con resaca (también legendarios) de Marilyn (Michelle Williams) y en la irritación del equipo con la insufrible Susan Strasberg (Zoë Wanamaker), mitad asistente, mitad representante, que convierten al rodaje en un pequeño purgatorio.
El centro es Colin Clark (Eddie Redmayne), un egresado de cine que a punta de insistencia consigue un cargo de asistente, el último de todos, en la productora de Olivier. El trabajo empieza con labores menores: ubicar una casa para Marilyn, contratar guardaespaldas, preocuparse de su llegada.
Pero entonces, a medida que el rodaje se perfila como un desastre y su matrimonio con Arthur Miller (Dougray Scott) avanza hacia el naufragio, Marilyn convierte a Colin en su aliado y confidente: bebe, ríe y pasea con él, se le muestra desnuda, le cuenta intimidades. Cuando Olivier, enterado de esta sorpresiva amistad, le confiesa a Colin que admira a Marilyn y que ha soñado volver con ella a su juventud, el relato ya se ha convertido en una película de aprendizaje, una iniciación fulminante en la madurez de la mano de dos artistas fulminantes.
Y como tal no está mal. Incluso tiene una bella escena en un automóvil, cuando regresan al anochecer desde Oxford mientras suena dulcemente "Autumn leaves" en la voz de Nat King Cole y la nostalgia de lo que no pudo ser sobrevuela la pantalla.
El problema con este meta-cine de alcances biográficos está en otra parte, en algo externo a sí mismo: la comparación está demasiado a la mano y casi siempre es demasiado superior. Las escenas que ruedan en esta película son mucho peores que las de la original; Branagh siempre ha querido ser Olivier, pero esta interpretación confirma que nunca lo será; y la estupenda Michelle Williams hace lo que puede, pero el resultado conduce a una conclusión que ya conocíamos: que Marilyn hay una sola.
My week with Marilyn.
Dirección: Simon Curtis. Con: Michelle Williams, Eddie Redmayne, Kenneth Branagh, Julia Ormond, Dougray Scott. 99 minutos.
My week with Marilyn.
Dirección: Simon Curtis. Con: Michelle Williams, Eddie Redmayne, Kenneth Branagh, Julia Ormond, Dougray Scott. 99 minutos.
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