Ciencia: El contexto es el mensaje



La capacidad de entender y distinguir nuestro contexto es fundamental en nuestra adaptación social. No podemos confiar en respuestas inflexibles. Sartre tenía razón al decir que estamos "condenados a la libertad".
Por Andrea Slachevsky , neuróloga U. de Chile, Hosp. del Salvador y Clínica Alemana23/08/2012

© Sxc

La frase “mi libertad termina donde empieza la libertad del otro” debe ser una de las más citadas de Jean-Paul Sartre. ¿Qué significa una libertad con límites? Una de las lecturas posibles es que todo acto está delimitado por su contexto. Esto parece evidente, pero ¿por qué un mismo objeto puede asociarse tanto con actos adaptados como desadaptados a su entorno? Si en mi casa, por ejemplo, tomo una manzana y la como libremente, es perfectamente aceptable. Pero si estoy en una casa ajena, tomo una manzana y me la como sin pedir permiso, el mismo acto será considerado una falta de educación.
La capacidad de asociar a un mismo objeto o estímulo una pluralidad de actos adaptados a diferentes contextos ha sido denominada por el neurocientífico Marsel Mesulam como “trascender el modo por defecto”. En el modo por defecto, cada estímulo se asocia invariablemente con un mismo acto. Por ejemplo, pavas con crías recién nacidas atacan a todo objeto en movimiento para protegerlas, exceptuando a sus propias crías, que emiten un piar característico. Pavas ensordecidas, en cambio, también atacarán a sus polluelos, picoteándolos hasta matarlos. Su comportamiento es inflexible. Este es un ejemplo de comportamientos instintivos con una asociación inflexible entre un estímulo y una repuesta, impermeables a cambios del contexto o a la experiencia.
Para nosotros, tener en cuenta el contexto no sólo permite seleccionar la acción adecuada a las  circunstancias: también explica, por ejemplo, por qué una misma frase puede ser entendida  como una ofensa o  una broma.
¿Qué seríamos sin la capacidad de entender el contexto? Ciertas disfunciones cerebrales nos revelan ejemplos de comportamiento ciego al entorno, que ha perdido la pluralidad de las acciones. Los pacientes esquizofrénicos no sólo sufren de alucinaciones y delirios, sino de un empobrecimiento en sus interacciones sociales. Muchos carecen de la capacidad de comprender bromas e interpretan las frases en sentido literal, sin matices. Estos pacientes fallan en múltiples tareas cognitivas en las que la repuesta a un estímulo cambia, justamente, según el contexto. 
Los trastornos de  impulsividad y la dificultad para renunciar a una ganancia atractiva a corto plazo pero potencialmente nefasta a largo plazo, que  caracterizan a diversas enfermedades psiquiátricas, se han asociado a dificultades para usar claves ambientales para seleccionar la conducta más apropiada a un contexto dado. Por ejemplo, los pacientes con demencia fronto-temporal, enfermedad neurodegenerativa que afecta especialmente los circuitos cerebrales que subtienden las capacidades sociales y la conducta, carecen de versatilidad en su comportamiento: parecieran ciegos al entorno y sólo movidos por sus patrones internos.
Retornando a Sartre, las neurociencias de cierta manera lo avalan cuando escribe, en El existencialismo no es un humanismo, que “estamos condenados a la libertad”: hemos trascendido el modo por defecto, no podemos descansar en repuestas inflexibles y debemos contextualizar al momento de actuar. La libertad con flexibilidad de acción es la única opción.
Determinar dónde empieza la libertad del otro es harina de otro costal.  Recordemos la prohibición de escupir en la calle que se instauró en Beijing durante los juegos olímpicos del 2008: un acto tolerado, que no ofendía al otro, se penalizó porque llegaron hordas de occidentales que sí se ofendían con los escupos. Nuestros actos deben estar adaptados al contexto, pero las acciones toleradas dentro de contextos aparentemente similares pueden ser muy diferentes.

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