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Acerca de perros vagos, gatos encerrados y ciclistas emancipados‏



Animalistas y ciclistas
por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias,
Miércoles 2 de Agosto de 2012

De ser una ciudad cargada de micros y automovilistas,
Santiago vira de a poco hacia lo orgánico
y se nos va poniendo más animalista y más ciclista.

Lo de los animales nunca sabe uno si es bueno o malo,
como ocurre con las drogas, que según en qué dosis
levantan el ánimo y ayudan al cuerpo, pero 
si la ingesta es exagerada o inadecuada es peor.

Con los animales hay un tema de antaño,
pues un gato es muy amable,
pero si crece y se convierte 
en jaguar o en tigre es inquietante.

A un guardia del zoológico
estuvo a punto de devorarlo un tigre blanco
y ante la inminencia del hecho
las autoridades decidieron balear al tigre,
lo que provocado protestas de los animalistas.

El guardia está hospitalizado
y por ahora ha conseguido
menos partidarios que el tigre.

Entretanto, los perros vagos,
abandonados o semiabandonados,
en cientos de miles, nos acompañan
cotidianamente por las calles,
algunos con la piel desgarrada,
otros con llagas, en jaurías o solitarios,
y son animales que pueden 
dar pena o un poco de miedo.

De vez en cuando 
devoran a alguna anciana
o a algún viandante
pasado de copas,
pero ésas son cosas
de la propia naturaleza,
que es así, amable y devoradora.

Algunas de esos perros corren 
ladrando detrás de los ciclistas,
que son algo que se va 
multiplicando suavemente.

Del ciclista agachado y apurado de antes
hemos ido evolucionando hacia
unos ciclistas más juveniles, globalizados,
con bicicletas de diseños desarmables y casco,
que pedalean como tigres 
y hacen oscilar sus cuerpos como delfines.

Aunque hay de todo, la bicicleta
permite mucha diversidad estilística.

Para los peatones, el trato con los ciclistas
es un poco como el que tienen con los perros:
hay que esquivarlos, porque el ritmo canino
o ciclístico es más elegante y arrollador
que el de quienes caminan modestamente
sobre sus zapatos.

Nuestra ciudad está hecha en todo caso
no para los peatones, sino para los autos y camiones,
y se les da a ellos mucha facilidad para que 
arrollen a los viandantes o para que contaminen.

Por eso es que cuando uno maneja
y se topa con los ciclistas elásticos
y a la vez muy dignos, enojados casi,
siente que las cosas están cambiando.

Los alcaldes han ido haciendo vías especiales,
como en Berlín o en Amsterdam, 
donde la tierra es plana y los ciclistas son 
casi tan numerosos como aquí los perros vagos.

Santiago se hace orgánico, sí,
pero un poco a la manera tercermundista,
y siempre con ciclistas y animalistas
amurrados o enojados, que ése es nuestro estilo.

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A pesar de que por mis circuitos peripatéticos
podría ser considerado como un perro vago 
y no he sido en el transcurso
de una vida que ya no es corta, 
un ciclista en términos cotidianos;
paradojalmente la única vez 
que me mordió un perro,
no fue como peatón,
sino que arriba de una bicicleta.

No causó trauma alguno, en todo caso;
se trataba de un perro chico achorado
que me alcanzó a morder suavemente
el zapato, por ahí por Luis Thayer Ojeda
entre Pocuro y Las Lilas, hace
una porrada de años...

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