El compositor carioca sigue cosechando éxitos como escritor: Chico Buarque y su réquiem por la vieja República de Brasil



El astro de la música brasilera retrata en su novela "Leche derramada" a aquella aristocracia terrateniente que no supo adaptarse a la modernidad del siglo XX.  

Romina de la Sotta Donoso 

Diario El Mercurio, sábado 18 de febrero de 2012

En Brasil, dicen que los hombres no son tan celosos como antes. Que las últimas tres generaciones han tenido que aprender a convivir con los celos. Porque no hay brasilera que no esté enamorada de Chico Buarque. Desde aquellas que tenían quince años en 1965 -cuando irrumpió con "Olé Olá"- hasta las adolescentes de hoy, todas han suspirado por el astro de la Música Popular Brasilera.
Francisco Buarque de Hollanda (1944) ha liderado por casi medio siglo los rankings locales con canciones como "A banda", "Roda-viva", "A pesar de você", "O qué será" y "Construção". Ha publicado 30 discos y "Chico", el último, es de 2011. Está tan vigente que sigue recibiendo en su sitio web, mínimo, cien emails diarios.
Sin embargo, no le basta con ser uno de los músicos fundamentales del siglo XX en Brasil. También tiene una respetable carrera como dramaturgo y escritor, con seis obras escénicas y ocho novelas. Además de ser éxitos de venta, han seducido a la crítica. Respecto de su novela "Budapest" (2003), el Nobel José Saramago dijo "No creo engañarme al decir que algo nuevo sucedió en Brasil con este libro".
Muchos han relacionado su talento literario con la fuerza poética de sus canciones. Pero Buarque piensa distinto.
"Las letras de las canciones no tienen que ver para mí con la literatura (...) El letrista no es poeta ni narrador, debe despojarse de esa pretensión", confesó a "El País", a propósito de la traducción al español de "Leche derramada" (2009), su última novela, que ya está disponible en Chile.
Élite decadente
"Leche derramada" (Salamadra/ Océano, 187 páginas) es una suerte de réquiem por ese Brasil que existía antes de la modernización liderada por Getúlio Vargas en los años 30. "Son historias políticas de la vieja república", ha dicho Buarque.
El protagonista de la novela es Eulálio Montenegro d'Assumpção, un hombre centenario que agoniza en un hospital con más baratas que paramédicos, y que despliega un monólogo en el que se trasponen caprichosamente años, personajes y acontecimientos.
Sabemos tempranamente quién es Eulálio porque insiste con la "p" de su apellido (Assumpção), letra ya en desuso. Así revela que el árbol genealógico de su padre se extiende por varios siglos.
Su tatarabuelo se presentaba como ayuda de cámara del rey y camarlengo, porque Eulálio desciende de miembros de la corte de Pedro I, monarca que se instaló en Río de Janeiro entre 1808 y 1821. Tiempo suficiente para dotar a Brasil de una aristocracia terrateniente única en la región. Los dueños de cafetales y cacaotales no eran hijos de comerciantes enriquecidos, sino verdaderos marqueses, duques y condes. Construían palacios y haciendas, y eran profundamente afrancesados.
Pero Eulálio no sabe mantener ni la riqueza ni los poderes que hereda. No es capaz de convertirse en un político lobista , como su padre. Va perdiendo las haciendas, los coches, las tierras y los caballos, y deja de salir de casa por no tener "nada digno que ponerme". Sin embargo, no abandona los gestos ni los usos de sus antepasados. Es esnob y practica un entusiasta y lascivo racismo. Ridiculiza a su esposa -una mulata- porque no sabe francés y le gusta el maxixe (tango brasilero). Ella lo resiente, y en vez de amamantar a su hija, derrama su leche en el lavamanos.
Antepasados y descendientes cierran un círculo perfecto. El abuelo de Eulálio fue comerciante de esclavos y su padre sumó dos oficios más: traficante de armas y senador. El tataranieto de Eulálio no se queda atrás, trafica drogas.
Buarque lo ha dicho claramente. Para esta novela investigó cien años de historia, pero casi todo lo conocía desde su infancia por boca de su propia madre, María Amelia Cesario Alvim, quien murió en 2010, a los cien años. Ella provenía de esa élite.
Pero Buarque no escribe por puro gusto. Igual como jamás compuso por la sola estética. Y si en 1971 logró burlar por una semana a los censores -y vender cien mil copias de "A pesar de você"- para hablarle de frente al general Médici -presidente de facto-, ahora escribe entre líneas.
Porque esa cosmovisión que él deshuesa en "Leche derramada" no está completamente superada. Según Buarque, "persiste en la mentalidad de mucha gente". Se lo dijo a "El País" hace un año: "Para el viejo Brasil, lo que yo hago es música barata. Así lo definiría el protagonista de la novela (...). Eso persiste un poco todavía. La idea de que un poeta no puede escribir música popular y un cantante no puede dedicarse a las novelas".
FAVORITOS
Según el historiador Sérgio Buarque de Hollanda, Guimarães Rosa, Tosltoi y Dostoievsky siempre fueron los escritores favoritos de su célebre hijo, quien ha reconocido su enorme admiración por Vinicius de Moraes.


 Su carrera literaria
Como novelista, Chico Buarque ha tenido resonancia mundial con "Estorvo" (1991), "Benjamin" (1995), "Budapeste" (2003) y "Leite derramado" (2009). Sólo las dos últimas están disponibles en Chile en español (Salamandra/ Océano, $8.350 y $11.900, respectivamente).
"Budapest" presenta a un escritor fantasma que se vuelve famoso y alterna realidades paralelas en Río de Janeiro y Budapest. El autor nominó a los personajes a partir de los jugadores de la selección húngara que venció al equipo verdeamarelo en 1954. Y tuvo una breve actuación en el filme homónimo.

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