Las Malvinas: que el temporal no nos salpique por Joaquín García Huidobro



Diario El Mercurio, Domingo 12 de Febrero de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/02/12/las-malvinas-que-el-temporal-n.asp

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¿Podrán perdonar los argentinos el apoyo que Chile entregó a Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas? Bastaría con mostrarles unas imágenes del eufórico Leopoldo Fortunato Galtieri, ebrio de espíritu bélico, para que se pusieran en nuestro pellejo. Si Argentina llegaba a ganar ese conflicto, nuestra situación habría sido muy poco envidiable. Habríamos estado, como cantaba el inolvidable Spinetta,
"Donde el ángel
cierra sus alas...y llora...".
El propio Galtieri había dicho: "Que [los chilenos] saquen el ejemplo de lo que estamos haciendo ahora, porque después les toca a ellos".
Han pasado 30 años y muchas cosas cambiaron en esa tierra. De partida, su Ejército ha sido mermado y sometido a toda suerte de humillaciones. Sin pertrechos, con bajos sueldos y material obsoleto, ya no es una amenaza para nadie.
En estas condiciones, no puede extrañar que Cristina haya iniciado una ofensiva "exclusivamente diplomática" para volver a plantear la cuestión de la soberanía sobre ese archipiélago del que su país fue injustamente despojado en 1833.
El momento es oportuno para la Presidenta. Su peculiar modelo K comienza a mostrar algunas fallas, y nada mejor que tener al país bien cohesionado. También a Cameron le viene bien un conflicto inocuo, mediático y lejano, de manera que es posible que tengamos Malvinas para rato.
Para nosotros, el ideal sería tomar palco en esta disputa, y limitar nuestras intervenciones a los almuerzos dominicales, donde los chilenos que hablamos de "Malvinas" nos enfrentamos pacíficamente con aquellos que se deleitan refiriéndose a las "Falkland".
Lamentablemente, el papel de meros espectadores no existe, y esas 780 islas e islotes seguirán complicándonos la existencia.
Por una parte, los chilenos tenemos una infinita admiración por Inglaterra. Algunos hasta se creen eso de ser los ingleses de América del Sur. De otra parte, la naturaleza nos ha ligado para siempre a nuestros hermanos argentinos, por más que haya puesto en medio una cordillera, que facilita la buena convivencia.
Argentina ha ejercido una antigua paternidad sobre nosotros, al menos desde que San Martín cruzó los Andes para conseguirnos la Independencia.
A la paternidad histórica se suman otras, desde el fútbol a la gastronomía: Chile está lleno de parrilladas argentinas, mientras que sería difícil encontrar allá algún restaurante dedicado a las humitas o al cochayuyo.
Además, la exuberante personalidad transandina provoca en nuestro medio una mezcla de envidia y reconocimiento.
Sería ridículo que Chile ignorara la justicia de la causa de nuestros vecinos, con los que tenemos vínculos mucho más estrechos que con los admirados ingleses. Asimismo, todo hace pensar que, en esta disputa, la razón está de la parte argentina. Con todo, este reconocimiento admite muchos grados y no resulta fácil acertar con la medida oportuna (no hay obligación moral de defender activamente todas las causas justas del planeta). Por otra parte, como se ha hecho ver, si nos metemos mucho en este asunto, resultará difícil impedir después que otros opinen sobre nuestros problemas con Bolivia, porque son un asunto bilateral.
Que el gobierno argentino ha ejercido presiones es un hecho indubitable. El propio embajador transandino, al desmentir que se haya buscado la suspensión de los vuelos de LAN a Malvinas, reconoció que no hay problema, siempre "que no crucen cielos argentinos".
Como Argentina va desde Jujuy hasta la Antártica, ¡LAN tendría que volar sobre Perú y Brasil para cumplir esa exigencia! Cristina ha sido más cauta, pero viene en marzo a hablar del tema.
Las presiones son comprensibles, pero hay que salir bien parado de ellas e incluso sacarles partido: el apoyo chileno es muy importante para la sra. K. Habrá, entonces, que hacer de la necesidad virtud, y seguir prestando estos apoyos, pero no gratuitamente.
Hay que asegurar no sólo los vuelos de LAN a las islas, sino también que se levanten las trabas a las exportaciones chilenas y a nuestras inversiones en ese país, que se ven enfrentadas a reglas cambiantes y decisiones caprichosas. Es el singular mundo K.
Como el asunto es delicado, resulta fundamental que ministros y parlamentarios oficialistas recuerden una cosa elemental. En esta navegación delicada, ellos no gozan de la libertad de un columnista para decir lo que se les ocurra. Aquí sólo puede haber una voz oficial, la del Presidente de la República, a través de su ministro de RR.EE. Si esto se consigue, la delicada visita de Cristina en marzo será un trago amargo, pero pasajero e incluso, provechoso.

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