El gran Eduardo 'Lalín' Donoso, nuestro querido 'benjamín' del curso
ha estado durante años poniendo el alma en este fabuloso proyecto
levantado en las áridas y duras condiciones en las alturas de la
llanura de Chajnantor
Desde el llano de Chajnantor, en pleno desierto chileno:
El radiotelescopio ALMA comenzó a escudriñar los secretos del universo
Con un tercio de su capacidad, el observatorio más grande en su tipo
abrió la temporada de "caza de estrellas". Once investigaciones
lideradas por chilenos se desarrollarán en la primera fase.
por Lorena Guzmán
Desde Chajnantor, Segunda Región
Diario El Mercurio, Ciencia & Tecnología
Lunes 3 de Octubre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/10/03/ciencia_y_tecnologia/ciencia_y_tecnologia/noticias/022E61A5-6AF0-4F8E-9852-99EDA663D9FE.htm?id={022E61A5-6AF0-4F8E-9852-99EDA663D9FE}
Es una sincronizada danza de gigantes. A 5 mil metros de altura,
veinte moles de 100 toneladas se mueven como bailarinas con los brazos
abiertos al infinito, buscando los secretos de cielo. El
radiotelescopio ALMA ya está mirando hacia los confines del universo.
El viernes, ALMA comenzó oficialmente a hacer observaciones
científicas. El complejo -que están construyendo en el llano de
Chajnantor consorcios astronómicos de Norteamérica, Europa y de Asia
del Este (ESO, NRAO-AUIU y NAOJ) - ya puso en funcionamiento 20 de las
66 antenas que tendrá cuando esté finalizado en 2013. Y aunque sólo
trabaja a un tercio de su capacidad, hoy es el radiotelescopio más
poderoso del planeta.
"Ya podemos entregar al mundo resultados de ciencia de alto nivel",
dice Alison Peck, subdirectora científica del proyecto. Simplemente no
puede esconder el orgullo que siente cuando muestra la primera imagen
científica de ALMA, en la que se ve a las galaxias Antena.
A diferencia de los telescopios ópticos como Paranal (también en
Chile) o el Telescopio Espacial Hubble, las antenas de ALMA captarán
la información del universo en ondas de radio milimétricas y
submilimétricas. Ellas permitirán "ver" a los astrónomos cosas que,
hasta ahora, son sólo borrosos manchones en las imágenes astronómicas:
gas y polvo.
El gas -explica Alison- es una caja de Pandora que esconde distintos
elementos químicos, los que una vez detectados pueden contar qué hay
en la zona. También puede mostrar las dinámicas que se dan entre las
galaxias y otros cuerpos celestes, e incluso delatar la huella del
paso de un planeta orbitando a una estrella.
ALMA también estudiará de cerca a nuestro sol y el inicio del universo.
Ciencia de altura
Aunque estos primeros nueve meses de operaciones serán una mezcla de
ciencia, construcción y perfeccionamiento de los procesos, la
convocatoria que tuvo la postulación a un poco de tiempo de
observación fue abrumadora.
Richard Hills, director científico del proyecto, asegura que "como
todos quieren ser parte de esto, se pusieron a investigar qué podían
hacer con ALMA. Recibimos cerca de mil propuestas de investigación,
muchas más que cualquier otro observatorio astronómico".
Ese masivo entusiasmo contrasta con los rigores que se viven en el
sitio. Un viento gélido que baja la sensación térmica a -6° C a las 10
de la mañana, la falta de oxígeno que obliga a economizar cada
movimiento para no terminar desfallecido, y un sol inclemente que pica
la piel son el escenario que recibe a diario a quienes trabajan en las
alturas.
Los 120 gigas por segundo de información que produce cada antena son
procesados por un supercomputador. Esto es vital para las operaciones
del telescopio, dice Daniel Herrera, jefe de turno.
Con un miniestanque de oxígeno en la espalda, cuenta que el mayor
problema que enfrentan es la altura: "Los componentes que procesan los
datos se 'caen' sin razón aparente, por lo que estamos investigando
cómo les afecta la altura".
"No es algo que se construye y se prende de un día para otro", dice
Alison Peck, explicando el nivel de complejidad del observatorio.
Por eso, y aunque Richard Hills está hablando de ALMA desde los 80,
hoy no esconde su satisfacción al esperar que el proyecto sea un gran
aporte para la ciencia.
Mientras que Alison concuerda con que es un gran día: "Es un alivio
ver que realmente funciona. Ahora simplemente podemos seguir haciendo
ciencia y construyendo".
En la sala de control de ALMA, a 2.900 metros, se respira la
celebración tras ocho años de trabajo.
Megaconstrucción
Además de las condiciones extremas y la envergadura del proyecto, ALMA
tiene otro reto: la construcción de las 66 antenas por tres grupos
distintos: norteamericanos, europeos y japoneses.
Pascal Martínez está a cargo del ensamblaje de las antenas europeas.
Asegura que el mayor desafío es ensamblar las 25 antenas que les
corresponden "manteniendo la máxima calidad". La operación es tan
compleja que, a pesar de ser un armatoste de 100 toneladas, todo debe
ser ensamblado con un margen de error de micrones (el grosor de un
cabello humano es de entre 50 y 70 micrones).
Bill Johnson, a cargo del lado norteamericano, es un veterano en este
tipo de proyectos y concuerda asegurando que no estaría aquí si no "se
tratara de un gran desafío". Aunque no habla una gota de español, dice
que "lo más importante es la gente", apuntando a parte de su equipo en
el que hay chilenos, guatemaltecos y brasileños: "Son ellos los que
construyen y se preocupan como si fuera un hijo cuando algo falla".
Tiempo chileno
Al igual que en el resto
de los grandes observatorios astronómicos internacionales,
ALMA tiene reservado el 10% de su tiempo de observación
para científicos de universidades nacionales.
Aunque son más los involucrados, 11 proyectos serán liderados por locales:
Leonardo Bronfman, Simon Casassus, Guido Garay, Andrés Guzmán,
Diego Mardones y David Rodríguez, de la Universidad de Chile;
Andrés Jordán, de la Universidad Católica;
Neil Nagar y Gustavo Orellana, de la Universidad. de Concepción;
Matthias Schreiber, de la Universidad de Valparaíso,
y Rolf Chini, de la Universidad Católica del Norte.
▼
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS