Comentario del Evangelio Domingo XIV por Pbro Patricio Astorquiza Fabry Capellán del Colegio Nocedal astorquizaf@gmail.com Diario El Mercurio, domingo 3 de julio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/07/03/vida_social/mas/noticias/6D5E55A9-017D-4839-B8DD-1633C0368CE1.htm?id={6D5E55A9-017D-4839-B8DD-1633C0368CE1} El Evangelio de San Mateo que se lee este domingo nos muestra a Jesús orando a su Padre celestial. Le agradece que haya revelado sus misterios a gente sencilla, mientras se les ocultaban a sabios y prudentes. Continúa con una invitación a los cansados y agobiados para buscar alivio en Él. Y finalmente nos invita a encontrar descanso aprendiendo de Él a ser mansos y humildes de corazón. Se trata de tres bellas enseñanzas, que podemos meditar. En primer lugar, se nos pone una condición para percibir la revelación: ser interiormente "gente sencilla". No parece en todo caso que los satisfechos de sí mismos tengan fácil acceso a estas verdades. Esta orientación ha hecho que se achaque al Cristianismo ser una religión de ignorantes. Pero la Fe cristiana no es un simplismo para ignorantes y supersticiosos. Es una lucidez adicional que da un sentido más pleno a todos los conocimientos y adelantos de la ciencia humana. La "sencillez" que debemos pedir hoy al Cielo es una disposición del alma que se debe cultivar cuidadosamente. No es un subproducto de la ignorancia. Conviene más bien que sea una consecuencia de una esmerada educación intelectual. Y muy particularmente, que sea una humilde apertura a los conocimientos que puede aportar el mismo Dios a nuestra limitación intelectual y moral. La segunda invitación de este Evangelio dice:"Vengan a Mí todos los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré". Esto ha dado pie a descalificaciones del Cristianismo como una religión de esclavos y fracasados. El primer fracasado sería su fundador Jesús. Y el progreso económico y social, al eliminar el agobio humano, quitaría a esta religión su mayor amigo, que sería la desesperación del subdesarrollo. En una sociedad que fomenta el exitismo a ultranza, se disimulan sin embargo profundas frustraciones bajo el manto del progreso. En la vida real, nadie se libra del cansancio y del agobio de la existencia humana. Pero se requiere la doble humildad de reconocerlo, y de acudir a Jesús para solicitar su ayuda. La tercera invitación lee así: "Carguen con mi yugo, y aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". El orgullo humano ve en la religión una imposición, que no le permite ejercer la autosuficiencia. Por temporadas de la vida, al menos, es fácil sentir que se nos trata de imponer un yugo y una carga indeseables. Se sienten deseos libertarios, de soltar amarras y ejercer nuestra autonomía sin limitaciones de ningún tipo. Pero sabemos en el fondo de nuestra conciencia que eso es un autoengaño. Es mucho más provechoso, y acarrea mucha más paz, seguir los pasos de Jesús que los antojos del propio yo. Enséñame Señor a ser como Tú, manso y humilde de corazón.
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