por Rodrigo Vergara Diario El Mercurio, sábado 25 de junio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/06/25/nacional/nacional/noticias/E7CF7C74-8AA2-48AC-9220-F88784D833AD.htm?id={E7CF7C74-8AA2-48AC-9220-F88784D833AD} Las redes de voluntarios que los asisten en las frías noches son vitales para alimentarlos y cobijarlos. Recorrido por las calles capitalinas retrata las vivencias de quienes duermen a la intemperie: Las historias que se ocultan bajo los harapos durante las noches más frías de Santiago El alcoholismo, enfermedades y una particular visión de la libertad están detrás del drama de los sin techo. Dos indigentes murieron esta semana. Ya van diez este año, y se suman a los 150 de 2010. _____ Simplemente un "NN". Sin nombre, sin apodo, sin señal. Ni siquiera una estadística de catastro. Nada. Así dejó este mundo el hombre que no soportó los -0,7 grados de la madrugada del miércoles pasado y falleció víctima del frío... y de la calle, que no lo perdonó, ni siquiera por estar a las puertas de una casa de acogida. Pero el de "NN" no es un caso aislado. Esa misma madrugada, otro indigente, Patricio Torres (58), murió bajo una banca de plaza en La Granja. Éste, al menos, dejó una identidad, por si a alguien le interesaba. Ellos se sumaron a las 150 "personas en situación de calle" (así se las llama en el lenguaje técnico social) que perecieron en 2010 en el país. Este año ya van diez (cinco en Santiago). "El Mercurio" recorrió veredas y plazas la madrugada del viernes. Y ahí estaban. Personas con nombre y apellido. Con hijos, con inquietudes y con historias para contar. Hacía frío, es verdad, pero al abrazarlos y darles la mano se notaba calor. Y no era el que generaba el ron barato de 500 pesos, el "pelacables", como le dicen, y que les permite soportar en parte las temperaturas, que muchas veces bajan de los cero grados. Era otra cosa, casi inexplicable, pero que tenía relación con el afecto que sienten por quien les lleva un vaso de café o un pan, como lo hacen los voluntarios del Hogar de Cristo. Todos ellos tienen un denominador común: cada noche podría ser la última. Pedro Franco: "¿Conoces el caso de los quemados vivos?" Pedro Franco tiene 44 años y un aliento que apesta. Está fuera del estadio Víctor Jara y discute con quien se le cruce al frente. "Por qué mierda me están filmando. No quiero que lo hagan...", exige con palabras que suenan a una larga borrachera. Se nota molesto por la presencia de un grupo de periodistas que llegaron al lugar por una pauta junto al ministro de Mideplan, Felipe Kast, preocupado por los casos de los sin techo fallecidos durante la madrugada. Cuando se calma y entiende que no está siendo grabado, explica que no le gustan los albergues: "Prefiero la libertad. No tengo preocupaciones. Esta noche no voy a dormir acá... voy a buscar un lugar por ahí, y listo". Asegura que alguna vez le fue bien. Que tuvo un restaurante junto a su pareja, pero que cuando ésta murió, simplemente todo se vino abajo. Pero también confiesa que tuvo otra ocupación. "¿Conoces el caso de los quemados vivos?", dice, para referirse al caso de Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Gloria Quintana, quienes fueron quemados por una patrulla militar el 2 de julio de 1986. Sólo ella se salvó. "Yo estuve en la patrulla, y en dos semanas es el aniversario. Yo ayudé a apagar con mantas al joven. Yo sé mucho, y nadie hizo nada", lanza. Cuando Kast pasa por su lado, Franco le lanza la misma pregunta: "¿Conoce el caso de los quemados vivos?". El ministro le pregunta si está judicializado. Franco trata de hilvanar palabras. El ministro se marcha. Franco también. La obra del Hogar El Hogar de Cristo tiene una capacidad para atender a 1.876 personas en 36 hospederías repartidas de Arica a Punta Arenas. Con el comienzo del Plan de Invierno de Mideplan se pretende ampliar en 1.850 los cupos para alojamiento temporal. Esto, a través del propio Hogar y otras 40 ONG a nivel nacional. También se pretenden sumar 3.400 cupos para los programas de atención en rutas de calle y comedores. Este Plan implica doblar la capacidad de camas disponibles y reforzar las rutas de calle para aquellas personas que no quieren ir a los albergues. A ellos se les entrega ropa de abrigo y alimentación. Se les conoce como "personas en situación de calle" porque el concepto de "persona" les entrega identidad y la "situación de calle", marca lo que se considera un momento en la vida de quienes viven así. Casi como un accidente. Peor que el perro que duerme al lado Juan Luis Zamuyo (63) lleva doce años viviendo en la calle. Faltan 20 minutos para las tres de la madrugada del viernes y José Luis duerme, o trata, a un costado de la fábrica de chicles Dos en Uno en la calle Placer con Franklin. Dice que se cambió ahí, porque hace pocos días murió un "muy buen amigo", el "Rucio". "No aguantó el frío y lo enterramos el fin de semana", cuenta. Asegura que no siente miedo. Si se tiene que morir como el "Rucio", simplemente pasará. El hombre está cubierto por una colcha a cuadros. Su cuerpo descansa sobre unos cartones y su cabeza se afirma en un pequeño bolso azul marino. A unos pocos metros hay una pequeña estructura levantada con algunos palos, cartones y nailon. Pero ahí no hay una persona, sino que un perro. No es uno de raza. Es el típico "quiltro" nacional. Pero, paradójicamente, el animal está mejor que el ser humano que trata de dormir a escasos metros. ¿Por que no se va a una hospedería? Las respuestas son similares a las que todos dan en la calle: "No tengo carné", "me gusta la libertad de la calle", etc. Al menos José pasó con vida la noche. Parece que el perro también. José Reyes: "Por eso bebo, para poder respirar" Bajo dos frazadas se ven dos pies que aparecen sobre un colchón doblado sobre la vereda frente a la Urgencia del Hospital San José. Uno de ellos está descalzo y el otro con una zapatilla blanca. Se trata de José Reyes (50), quien trata de dormir acurrucado en algunos perros que se le apegan al cuerpo en busca de un calor que, por cierto, se devuelve. El hombre responde con esfuerzo a las preguntas del sargento de Carabineros Cristián Cárdenas. El suboficial quiere saber si el "sin techo" está bien. Si no es mejor que se vaya a una hospedería. "No puedo. No tengo carné... me lo robaron", le responde con dificultad al uniformado. José, en tanto, trata de incorporarse. No está nervioso. Bueno quizás un poco, pero tirita. Toma un vaso y bebe su contenido de un trago. Luego toma otro y lo mismo. "Haga calor o no igual me muero de frío y tirito", confiesa y agrega: "Cuando dejo de beber un poco se me corta la respiración... por eso bebo, para poder respirar". El carabinero lo tapa y José trata de dormir. Tirita. "Chumingo" arrastra una pena de amor por la muerte de su mujer Domingo Fuentealba (45), conocido como "Chumingo", tiene una pequeña ruca (casa de cartón y nylon) afuera de la Iglesia Santa Ana, en pleno centro de Santiago. Como todas las noches de jueves o madrugadas de viernes, cerca de cinco voluntarias del Hogar de Cristo lo rodean, lo abrazan y se ríen con él. Le llevan un poco de café, pan y un abundante plato de porotos con tallarines. Definitivamente, es el regalón de uno de los grupos liderados por el "Negro" Ricardo Torres, coordinador del equipo de acogida de la institución creada por el padre Hurtado. El "Chumingo" no está borracho. Reconoce que a veces toma un poco, pero no es una de sus costumbres. Y se nota. No hay hálito alcohólico ni muestras físicas del paso del licor por su cuerpo. Como la mayoría, dice que vive en la calle porque le gusta. De hecho, ya lleva diez años en esas condiciones. El último intento de moverlo corrió por cuenta, según él mismo recuerda, de la Municipalidad de Santiago. "Yo estaba en un sitio acá atrás (indica un lugar eriazo adjunto a la parroquia) y me desalojaron, pero me puse aquí mismo", señala. Pero esa no es su principal preocupación. Bueno, tampoco luce muy preocupado. Más bien reconoce estar apenado. La mujer con la que compartió dos años como pareja falleció hace poco. El 29 de enero pasado, un cáncer a los pulmones se la llevó para siempre. "Ella era todo para mí. Fumaba mucho y tomaba", confiesa. La enfermedad fue dura y luego de declararse, María Angélica Santos Urrutia (37) no alcanzó a durar tres meses. Sólo en su última noche de enferma fue llevada a un centro asistencial: "Yo le cambiaba su ropa, le ponía pañales. Al final no podía ni moverse". Desde que se fue María Angélica, "Chumingo" paga ocho mil pesos al mes para que mantengan en buen estado el sitio en el Cementerio General. Son tres mil para flores y cinco mil para aseo. Todos los domingos, el hombre visita la tumba de su amada. Es cerca de la una y media de la mañana. La visita del voluntariado está a punto de terminar en ese punto de Santiago. Fuentealba se despide de sus amigas. Pero todo tiene que ser rápido. El furgón del Hogar obstruye momentáneamente la salida de un vehículo. Uno de los ocupantes increpa al conductor de la van : "¡Muy lindo lo que hací , pero saca luego esa h... pa' salir...".
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