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AL BORDE DEL ABISMO (recuerdos georgianos de 1968-69)
En una de las salas de la "pajarera",
tocaba clase de Castellano con Beaín.
Momentos antes desarmaron
el escritorio destinado al catedrático,
soltando cada tornillo, y lo dejaron colocado
en equilibrio inestable justo al borde de la tarima.
Sin embargo el maestro logró desarrollar
normalmente sus clases, es decir,
plagada de interrupciones
y arrebatos histéricos
por parte del profesor,
pero no se produjo la debacle esperada
con el escritorio y el catedrático por los suelos.
Una vez finalizada la clase,
todo el mundo se olvidó del asunto
hasta que llegó el energético Cánepa
y sus teatrales clases de inglés.
Cada vez que el sacerdote
se encaramaba en la silla o colocaba
sus nudillos sobre el escritorio
para enfatizar algún punto de vista,
se escuchaba un leve rumor en la sala.
Gracias a esas oraciones
no se vino abajo el curita
poniendo en grave peligro
su integridad física
(y nuestra permanencia en el colegio).
ACORRALADO
Se acuerdan que en pleno humanidades,
las autoridades del colegio
realizaron una profunda reflexión
acerca de todo el proceso educativo?
Pues bien, uno de las primeras
consecuencias que pudimos palpar
de ese proceso introspectivo de renovación,
fue la de eliminar las tarimas
para terminar con esa diferenciación
odiosa entre el catedrático
allá arriba en las alturas del conocimiento
y la plebe escolar postergada
allá abajo en la eterna ignorancia.
La forma en que los alumnos entendimos
esta democratización de la educación
la pudimos palpar en clase de Castellano
con don Santiago Beaín.
Al parecer nos dio un trabajo de redacción,
o algo así, en tanto él procedía a corregir algunas pruebas.
Mientras estaba en plena faena de evaluación,
sus alumnos comenzaron a aproximarse sigilosamente
con sus bancos al escritorio del profesor.
(¿Se acuerdan de esos "desks" livianos y modernos para la época
que usábamos en humanidades, del tipo de los que
se utilizaban en los high schools y colleges gringos?)
Era la forma en que el alumnado entendía
este nueva política de igualdad
y acercamiento entre los distintos estamentos.
Cuando don Bea, levantó la vista,
una vez concluida la corrección las pruebas,
se encontró rodeado de escritorios
y todos los alumnos mirándolo fijamente
mientras se aguantaban lo mejor que podían
las ganas de reírse.
SALIDAS Y ENTRADAS TEATRALES
La irrupción de Pedro Olivares como Profesor de Castellano,
con motivo de la ausencia de Julio Orlandi
-en comisión de servicio magisterial- difícilmente será olvidada.
Las clases derivaban por derroteros impensados.
Nadie sabía qué podría pasar en esta obra experimental
-en permanente creación colectiva-
que se montaba en el tercer piso del edificio de humanidades.
La combinación explosiva de un hombre de teatro,
de delicada sensibilidad y estado de ánimo fluctuante,
con una audiencia que venía de vuelta
de variados ensayos cívico- militares
en los campos de la educación e instrucción
de incierto resultado -hay que decirlo-
hacían que en la clase cada cual andara por su lado.
Una vez que el caos se apoderó de la escena,
al gordo se le descompensó la bilirrubina,
tomó su abrigo de cuero y enfundándose
su larga "charlina" de blanca lana,
ejecutó una espectacular salida de la sala
en medio de sobreactuados ruegos
para que Olivares no se fuera
de manera de poder seguir tomándole el pelo.
Pero, el instinto y talento de este singular catedrático,
mal que mal -animal de teatro- no se conformó
con su abrupta y orgullosa retirada del aula,
sino que tenía reservado una segunda salida, no menos espectacular;
como pudimos presenciar los que estábamos junto a la ventana
al verlo aparecer, instantes después, por la puerta principal
del edificio que da a la avenida Pedro de Valdivia
y cruzar raudo hacia la calle Austria,
dirigiéndose con resolución a su Fiat 600
que se hallaba estacionado frente a la casa de Alvaro Feller.
Con agilidad se introdujo en el minúsculo vehículo,
y derrapando se perdió de vista casi al llegar a la avenida Lyon.
Semanas más tarde, en el teatro Antonio Varas,
la conjunción de esta personalidad exhuberante
con una audiencia georgiana cómplice,
logró que su rol secundario en la obra de Chejov
que se montaba en esos momentos, cambiara radicalmente.
El inolvidable Pedro pasó súbitamente
de "support actor" a protagonista,
gracias a una audencia que al hacer
su aparición en escena, entró en delirio.
Caminó hacia el centro del escenario
-con gran desplante y ancha sonrisa-
siendo inmortalizado por el flash
que Bande profusamente disparaba,
-aunque lamentablemente para el registro histórico-
sin la cámara respectiva.
IMAGENES DE UN BARCO Y MUSICA DE OTRAS EPOCAS
Al ver esos rostros entrañables
celebrando en la cubierta
de unos de nuestros barcos
el mes del mar como Dios manda,
se me vinieron a la mente otras imágenes
gatilladas y enlazadas por la música
que el colegio y su entorno ambientó.
Veo a "Pat'e guagua" mostrando la carátula
de la edición gringa de Sargent Pepper's de los Beatles,
frente al "murete de los lamentos",
como lo bautizara Rodrigo (Rojas);
el que quedaba al final de la entrada lateral
de Pedro Valdivia, actual Pocuro o Alférez Real,
separando la cancha de baby fútbol de esta vía de acceso.
Imágenes de Mario Azofeifa
tocando su batería Gretsch verde,
en el patio de las columnas, o a Nacho Mena
acompañando en los tambores a Cristián Sánchez
mientras éste cantaba "New York Mining Disaster..."
de los primeros Bee Gees.
Arriba de ese patio, en una de las salas de la "pajarera",
hacía su entrada, con una gran sonrisa el Father D'Autremont ,
con su grabadora sobre esa mesa alta con ruedas,
para hacernos escuchar un poco de buen jazz,
mientras le brillaban los ojos y practicaba unos pasos
al ritmo del swing de una big band.
Abajo en la capilla el Father Simon
tocaba hasta con los pies en un espectacular
órgano Hammond música sacra
y algunos de nosotros lo tratábamos
de emular con música profana
en un destartalado piano que había
al lado de la puerta en la sala de audiovisual
(al fondo del pasillo de la "pajarera").
Comenzamos desde muy chicos, en primera, cantando
como enanos Hi Ho... en la repartición de premios
entrenados por Ilma Quigley (la única),
y después, cantando como novicios
The Sound of Music, también con ella,
en el edificio de preparatorias (casa original).
En el de humanidades, con los coros de Waldo Aránguiz
y el tandeo del club de música con Mr. Muñoz.
Los Red Juniors con sus chaquetas rojas,
cantando "de los quince a los veinte"
en las canchas del fondo, en pleno Pep Rally,
mientras al otro lado, en el patio de las "primeras"
se elevaba una impresionante Torre Eiffel,
y en la cancha de tenis había un castillo de San Jorge
con puente levadizo y dragón incluido.
Me acuerdo de los Macs utilizando
la novedad tecnológica: el distorsionador,
o la muralla de sonido de Los Escombros,
ambos tocando en el teatro del colegio,
y disfrutado a concho por "Chirulo" Rioseco y amigos.
Estos, junto a los Vidrios Quebrados y otros,
como los Jockers (Conciertos sábados a mediodía,
Providencia con las Palmas detrás del Coppelia),
o Los Trapos , en Andrés de Fuenzalida (costado del Drugstore)
aparecen hoy en libros de historia del rock chileno.
La casa de Cristián Ugarte en calle Vaticano,
donde ensayábamos a veces,
la asocio con la música de Credence Clearwater Revival
y la de Ricardo Yazigi en Silvina Hurtado, cerca del colegio,
donde también metíamos bulla,
con los primeros discos de Led Zeppelin .
El comedor del colegio,
donde tocamos un par de veces, junto a Cristián y Ricardo,
Fernando Verdaguer y Rodrigo Rojas,
lo relaciono con la percusión y sonidos de Santana
(aparte de esos famosos desayunos de nuestra infancia).
Estoy viendo la carátula azul/ celeste
de James Taylor con suspensores:
el "Sweet Baby James", en la casa de Nano Urquieta,
o el disco Beatles '65, en el departamento duplex
de Lucho Cabezón en Providencia con Salvador.
Hugo Risopatrón, su brillante sonrisa
y Carnaby Street, eran una sola cosa.
La música de las fiestas de aquella época
me recuerda calles como Bernarda Morín,
o María Luisa Santander,
o la casa del paleteado José Luis Díaz
y su estupenda hermana,
de la cual una porción no despreciable
del contingente de Georgians Class '70
estuvo alguna vez enamorado.
Patios del colegio nuevo me traen a la memoria
los espectaculares arreglos vocales
del "Déjà vu" de Crosby, Stills, Nash & Young.
En el Algarrobo de aquella época,
el del antiguo y magnífico Club de Yates,
donde veraneaban, entre otros,
Pedrito Hurtado, Miguel "Choto" Aylwin,
Juan Carlos "Fañuto" Fantuzzi, Ricardo "Ricky" Villaseca
el gran Carlos "Carloncho" Cabezón (caro vecino algarrobino),
Rodrigo Rojas y Fernando Verdaguer,
lo asocio primero con Hard Days Night de Los Beatles
o Surfing USA de los Beach Boys,
escuchados en el muelle al atardecer;
mientras admirábamos a las estupendas lolas
de entonces, pasar muy quemadas,
con sus narices despellejadas y cautivantes sonrisas.
Y en la noche en las fiestas del mismo Yachting
bailando lentos a los compases de Hamburg
o A Whiter Shade of Pale de Procol Harum,
interpretados por el conjunto de Mario Argandoña .
El film de Scorcese, Woodstock,
esta ligado para mí al Teatro Las Condes,
con las legendarias interpretaciones
de Jimi Hendrix y su relampagueante versión
del The Star-Spangled Banner,
o Joe Cocker y su gutural interpretación
de With A Little Help From My Friends de los Beatles,
por mencionar un par solamente.
A pasos de ahí, el departamento de Feña
(más conocido por el resto como
el inolvidable "Loro" Verdaguer),
en Apoquindo con Manquehue,
está unido a Tumbleweed Connection de Elton John.
Mi propia casa, la de Los Leones con Providencia,
está impregnada de música de Los Beatles,
desde el 'Poetry in Motion', Elvis Presley
o Brenda Lee que escuchaba mi hermana Marta,
o del 'Answer Me' de Frankie Lane que hasta el día de hoy
tararea mi señora, a pesar de que era muy chica en esa época,
hasta longlplays de grupos como Cream, Blindfaith,
Rolling Stones, Canned Heat, The Who, Byrds, Yardbirds,
Eric Burdon & the Animals, Donovan, Dave Clarke Five,
Moody Blues, The Mamas and the Papas, Ten Years After,
Frank Zappa, Cat Stevens, Carol King, Joan Baez,
y un gran etcétera anglosajón
mezclado con Iracundos, Los Cuatro Cuartos, Bric à Brac;
del rock'n roll a la cumbia, del blues al cha cha chá,
de la tonada al bossa nova,.... nueva ola, neofolklor,
del bolero al tango, hasta una nueva música chilena
- más comprometida: Rolando Alarcón, Patricio Manns,
los hermanos Parra,...
De afuera, de todo:
Silvinho, Myriam Makeba, Armando Manzanero,
Sergio Mendes, Trini López,
Charles Aznavour, Edith Piaf, Jacques Brel,
Doménico Modugno, Salvatore Adamo,...
Joan Manuel Serrat, Antonio Carlos Jobim, Vinicius,...
Ray Coniff, Ray Charles, Frank Sinatra.....
A propósito, el escritor peruano Alfredo Bryce Echeñique,
contaba que se enamoró con música de Sinatra,
vivió grandes romances acompañado
de la música de Frankie y al final ellas se fueron
llevándose consigo los discos del legendario crooner.
Música trivial y profunda, música ligera y docta,
experimental y "oreja", nacional e internacional,
buena y no tanto, todo mezclado.
Un Claudio Arrau o un Leonard Bernstein
al lado de música de todos los tipos y pelajes.
La memoria no discrimina
y selecciona a su antojo
y no necesariamente al gusto nuestro.
Las historias con la música no terminan.
Años después, leyendo un entrevista
a Billy Joel, el de "Piano Man" y otras
composiciones memorables decía,
que el comienzo del solo de Eric Clapton
en "Sunshine of Your Love" de Cream
era nada menos que la melodía de "Blue Moon",
un tema que se diría está más cerca
de la estética musical de un Bing Crosby
que de la sicodelia heavy del Clapton de esos años.
O un John Lennon, despertado
por una alarma de policía londinense
que lo deja insomne y lo impulsa
a componer la somnolienta cadencia
(parafraseando la monótona alarma)
de "I am the Walrus".
Charly García, en una reciente entrevista
decía que el último acorde de 'She Loves You',
de los Beatles corresponde más
a uno de Los Panchos, que a los
tres tradicionales del rock de esos años.
También contaba que los primeros discos
de los Rolling Stones son irreproducibles,
porque afinaban entre ellos, a su pinta,
no como los Beatles que tenían
a George Martin y un piano cerca.
Me acuerdo de unas idas a la calle Moneda
a un recinto de la "Guay" frente al Liceo Alemán,
con Jorge Bande y otros doblando a Los Beatles,
para una presentación televisiva que nunca se concretó,
pero igual lo pasamos muy bien.
En ese especie de club de los seniors
que se consiguieron en la casa de las primeras
(nada menos que del arquitecto Josué Smith),
ensayamos también y lo tengo asociado
con uno de los últimos temas de los Beatles
'You know my name..'. que se parece más
a los de su primera época, antes de ser famosos,
donde junto con temas de Chuck Berry, Buddy Holly & Company,
cantaban Bésame Mucho al estilo de Lucho Gatica.
(las fans de su época le cantaban 'Bésame Lucho').
También estaban los Festivales de la Canción
del Colegio, en el Teatro Las Lilas o en el Pedro de Valdivia.
De ahí, aparte de los We Five que donde tocaban
Juan Agustín "Cucho" Ugarte (hermano de Cristián), me acuerdo
también de la simpatía de los sketchs de Rogo Fernández y Hernán Precht.
Creo que hubo otro festival en la inmediaciones
de la actual rotonda Pérez Zujovic, en una carpa.
Esa la asocio con Bob Dylan, porque Rosas
cantaba con armónica, guitarra acústica
y sombrero de estilo "Paul Revere",
las canciones del trovador norteamericano.
El teatro de las monjas argentinas
está estrechamente ligado
a la película "Largo Viaje" de Patrico Kaulen,
y a Víctor Jara y su canción 'Puerto Montt',
que desencadenara las iras de Pancho Pérez Yoma.
Se podría seguir eternamente lateando,
con la música de películas,
desde Easy Ryder comenzando
con "Born to be wild" de Steppenwolf
(there's a motor running...)
a Un Hombre y una Mujer, en fin...
Cada uno tiene su propio arsenal asociado a la música
y que se encuentra más o menos dormido,
con cosas olvidadas que de improviso vuelven
al ser despertadas por el simple expediente
de un mail, que distribuye las imágenes
disparadas por el obturador de una cámara
en la cubierta de un barco de guerra
con la bandera chilena ondeando en lo alto.
La foto del destacamento georgiano
sobre la cubierta del "Prat" quedará
indisolublemente unido a "Brazas a ceñir",
más conocida como "Marinos sin vacilar",
en la memoria de este tripulante
que no alcanzó a llegar a tiempo
al toque de sirena.
Un abrazo a todos y ¡al abordaje muchachos!
Rafa
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