Para optimistas y despreocupados


por Camilo Marks
Diario El Mercurio, Revista de Libros,
Domingo 17 de abril de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/04/17/al_revista_de_libros/pagina_abierta/noticias/384904E3-6DE0-41E0-815D-217DF0DD1AD7.htm?id={384904E3-6DE0-41E0-815D-217DF0DD1AD7}
 
Chris Stewart pertenece a un tipo de narrador que florece con
naturalidad en la tradición angloamericana: antes de escribir,
desempeñó multitud de actividades y oficios. Así, fue el primer
baterista del conjunto de rock "Genesis", trabajó en un circo
itinerante, pastoreó ovejas en Suecia, recorrió China para elaborar
una guía de viajes, fue piloto de aviación, completó un curso de
cocina francesa... Con tal de no vestir traje y corbata ni tener que
acudir a una oficina, se gastó todos sus ahorros en la compra de una
destartalada propiedad en Granada, donde vive con su mujer, su hija y
numerosas mascotas. Relató esa experiencia en Entre limones , al que
siguió El loro en el limonero , dos libros que se convirtieron en
fenómenos editoriales en Inglaterra y España. Esto resulta muy
comprensible, porque basta con que Stewart cuente cualquier pasaje de
una biografía tan pintoresca y azarosa, para que el lector tenga un
retrato potente, vital, divertido, del mundo de hoy, sin las
exigencias de la llamada literatura seria.
 
Stewart posee un optimismo recalcitrante, lo que hace bastante bien en
una época de tanta incertidumbre como la nuestra. Sin embargo, no se
trata de un optimismo bobalicón e ingenuo, sino de un franco
entusiasmo por los placeres de la existencia, escribiendo sobre ellos,
según un crítico británico, con la actitud despreocupada de alguien a
quien uno acaba de conocer en un bar y paga el consumo. El autor
londinense tiene plena conciencia de los desastres ecológicos, el
cambio climático, la contaminación y otras calamidades, pero no está
dispuesto a amargarnos la vida, ya que todavía quedan muchas cosas que
valen la pena, muchas personas dignas de conocer, muchas aventuras que
nos enriquecerán.
 
Tres maneras de volcar un barco (Salamandra, 2010, 186 páginas,
$17.200), de reciente publicación, lo confirma como un ameno escritor
de viajes. Un buen día, se topa en la calle con una antigua amiga,
quien le ofrece ser el patrón de un velero para navegar en las islas
griegas, con sus tíos Jane y Bob Joyce. La proposición sería un sueño
hecho realidad si no fuera por un inconveniente: Chris no se ha subido
jamás a un barco ni tampoco tiene idea cómo funcionan las naves a
vela. Nada de esto representa mayores dificultades; tras devorar
manuales sobre temas náuticos, acude a una entrevista con la jovial
anciana Jane, la cual queda encantada con Chris y, además, convencida
de que es un experto navegante. A continuación, vienen un curso rápido
en la isla de Wight, una acelerada práctica en el puerto de Chichester
y el vuelo a Thalassa, cerca de Atenas. El bote de los Joyce está tan
averiado que se hace difícil imaginarlo surcando las aguas. Con
desenvoltura, aguda autocrítica, ingenio, Chris evoca sus pasos hasta
transformarse en capitán del navío y brindar a los Joyce una travesía
hasta los confines del Mediterráneo. Sea porque el talante de Stewart
es genuinamente humorístico y bondadoso, sea porque rememora una
juventud irresponsable, aunque bien intencionada, las personas con las
que convive son simpáticas, atractivas, generosas. Lo más
reconfortante de todo es que le creemos, por más que ello suponga
pasar por alto malos ratos que, de modo deliberado, el cronista omite.
 
La segunda parte de Tres maneras... pone a prueba las convicciones
positivas de Stewart y la verosimilitud de estas historias. Tom
Cunliffe, el instructor de Chris, "un auténtico marinero de larga
distancia que había navegado en barcos mercantes y yates por la mayor
parte de los mares y océanos del mundo", lo invita a recorrer la ruta
del legendario explorador vikingo Leif Eriksson, el cual llegó a
América mucho antes que Colón. En una primitiva embarcación, Tom,
junto a su esposa Ros, su pequeña hija Hannah, más tres marinos y el
atónito Chris, zarpan de Brighton, para seguir a Noruega e Islandia,
bordear el Ártico y arribar a Terranova, en el norte de Canadá. Hay
tormentas colosales, lluvia, viento, frío y real peligro. No obstante,
primarán la camaradería, la compañía de buenos libros -en especial,
del poeta Edward Lear- y la recia presencia de Tom, que apacigua los
espíritus y permite sobrellevar los terribles sacudones de las olas.
 
¿Es criticable semejante propensión a disfrutar, aun en momentos de
tensión y riesgo? Los resentidos, iracundos, escépticos, pueden
considerar a Stewart un tanto simplón. Pero quienes siguen pensando
que la felicidad no es un espejismo y que el prójimo merece confianza,
encontrarán una confirmación de dichas creencias en Tres maneras...

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