Bachelet en el país de las maravill+COMPARTIR
El esperado cónclave del oficialismo partió con el objeto de definir estrategias y aunar criterios sobre temas ya supuestamente definidos, y que estaban –casi sin derecho a interpretación- en el programa de gobierno. Lo cierto es que la desaprobación constante de las reformas y de la Presidenta Bachelet, junto con las desavenencias al interior de la ex Concertación sobre los contenidos y criterios de aplicación de las reformas, hicieron urgente realizar este concilio. Sin embargo, esto que parece un evento democrático celebrable, expresa más bien la confusión sintomática -y constante- de este gobierno.
Este encuentro es resultado de un déficit que el programa nunca resolvió, y por ende denota que la más grande apuesta de la izquierda en los últimos 25 años fue una improvisación. Se improvisó con el diagnóstico de la realidad nacional; se improvisó luego con los cálculos económicos que sostendrían los costos de las reformas; pero se improvisó también con los acuerdos políticos que darían posibilidad real de concreción del programa. En rigor, el programa mismo fue una improvisación.
El gen de todos estos errores estuvo en creer que era suficiente la hegemonía política para modificar la cultura del país, aún cuando ya hace tiempo Gramsci le enseñó a la izquierda que el ejercicio debía realizarse exactamente al revés: es necesario penetrar y cambiar la cultura para generar lograr la hegemonía política deseada. En ese sentido, pretender refundar el país desde el Congreso y La Moneda ha sido inocente, o más bien patológico. Pues lo que nos muestra el cónclave es que no existía el piso social, ni económico, ni político para llegar a buen puerto.
Lo único claro es que un cónclave a mitad de gobierno es señal de que el sentido se extravió y se necesita tratar de enmendarlo (cuestión que ayer tampoco quedó muy clara). Tal como le ocurrió a Alicia en el país de las maravillas en el transcurso de sus aventuras, cuando sintió la necesidad de preguntar en la mitad de su camino: ¿”en qué sentido, en qué sentido?”, la Presidenta se vio obligada a plantearse la misma pregunta que el personaje de Lewis Carroll, porque al igual que ella, se confundió.
Al parecer el poncho quedó grande. Tanta idea reformista embriagó a los mentores y actores del programa de la Nueva Mayoría, que terminaron por confundir a una Presidenta incapaz de hacerse cargo del liderazgo que demandaba la profundidad de su propuesta. Los silencios y ambigüedades le han pasado la cuenta.
Este gobierno se propuso ser reconocido como aquel que cambiaría el modelo y nuestros destinos. Sin embargo, todo indica que será recordado más bien como el que llevó al país a extraviar el rumbo que lo llevaba hacia el desarrollo, a partir de un mal intento populista. Es difícil pretender ser algo así como una señora K responsable, tratando de graduar su programa.
La Nueva Mayoría confirma que el conflicto de identidad que padece desde el 2011 respecto de esos 20 años de Concertación fue parte de una esquizofrenia que hoy empieza gradualmente a medicarse contra su voluntad. “El otro modelo” o “El derrumbe del modelo” fueron los síntomas que confirman el diagnóstico del cual empieza a tratarse. El punto es que al despertar, la Presidenta -igual que Alicia- nos ha dejado claro que aún no tiene certeza sobre el camino a seguir.
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Claudio Arqueros es Licenciado en educación y profesor de Filosofía UMCE; Magíster en Filosofía, mención axiología y filosofía política de la Universidad de Chile; Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Candidato a Doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile; actualmente Director de Formación de la Fundación Jaime Guzmán y profesor universitario.
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