Diario La Tercera, domingo 23 de agosto de 2015
Me llama la atención la gente
que se toma en serio, muy en serio,
conmovedoramente en serio.
Las personas que se presentan sin fisuras,
que hablan de sí mismas como quien comenta
los detalles de una pieza firme de metal.
No es que se presenten
como sujetos del todo infalibles,
sino más bien como criaturas
expuestas al error ajeno
que inevitablemente
terminará por rozarlos.
Son los inconvenientes
de vivir entre defectos,
de habitar ambientes minados por la duda
y estropeados por el vicio de lo incorrecto.
Frente a ese roce siempre
existirá un relato de la manera
en que supieron esquivar el golpe,
enmendar los daños
y transformar el percance
en una prueba más
de que la fe rotunda en sí mismos,
lejos de ser un exceso,
es una cualidad que debe ser
cultivada con la delicadeza
con la que se cuida un bonsái o una orquídea,
sólo que en este caso no hay fragilidad posible.
Todo es hormigón armado.
No es que pretendan
parecer algo que no son,
tampoco que mientan para acicalar
los hechos en su propio beneficio.
No.
La rotunda seguridad de estas personas
no significa que sean deshonestas,
poco sinceras o insensibles.
La severidad con la que evalúan
su rol en el mundo las hace situarse
muy por encima de esos defectos;
para ellos, lo que existe allá abajo
es un espacio que no se permiten visitar,
un poco por desinterés y otro poco por asco.
Sospecho que no debe ser agradable
enfrentarse constantemente a esa ruina
de egos fallidos que solemos ser el resto.
Me fascina constatar la forma
en que el aplomo se acerca al absoluto.
No es aquel aplomo de un especialista,
la seguridad del astrónomo
que detalla las particularidades físicas
de un lejano cuerpo celeste,
sino la circunspección de quien
sabe explicar con precisión
las fortalezas de sí mismo
y hacerlo como si estuviera
detallando los pormenores
de la historia universal.
Me resulta fascinante, además,
su manera de moverse:
son criaturas que no se acercan al prójimo,
sino que esperan que los otros se les acerquen,
como quien concurre a un monumento
o peregrina a un lugar sagrado.
Me intriga, por último,
cuando algunas de estas personas
se dedican a la política
y aseguran que ellos
nunca se postularían
a nada por interés propio,
sino más bien para responder
al clamor popular,
a la señora que los detiene en la calle,
al murmullo que se extiende
por comedores y salones ajenos.
Un deseo al que ellos
deben ceder por amor a Chile.
Es entonces cuando
no les queda otra alternativa
que acatar el propio destino,
siguiendo el mandato de un mantra
que repiten silenciosamente:
ama a tu prójimo
como a ti mismo y viceversa.
Sobre todo viceversa.
Quiz
A qué personaje se refiere el autor de esta columna:
A. Ricardo Lagos Sr. (Ricardo Froilán Lagos Escobar)
B. Al casildense Sampaoli (Jorge Luis Sampaoli Moya)
C. Andrés Velasco (Andrés Velasco Brañes)
D. El senador Ossandón (Manuel José Ossandón Irarrázaval)
E. Borja Huidobro (Francisco de Borja García Huidobro Severín)
F. MEO (Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio)
G. El economista Sebastián Edwards (Sebastián Edwards Figueroa)
H. Bam Bam Zamorano (Iván Luis Zamorano Zamora)
I. Carlos Caszely (Carlos Humberto Caszely Garrido)
J. Pancho Vidal (Francisco Javier Vidal Salinas)
K. Fernando Villegas (Fernando Villegas Darrouy)
L. Fernando Paulsen (Fernando José Paulsen Silva)
M. Mario Waissbluth (Mario Daniel Waissbluth Subelman)
N. Sebastián Piñera (Miguel Juan Sebastián Piñera Echeñique
Ñ. Carlos Peña (Carlos Hernán Peña González)
O. Óscar Contardo (el autor de la columna aludida)
P. Álvaro Bisama (Álvaro Bisama Mayné)
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